

Secciones
Servicios
Destacamos
El profesor titular de Sociología en la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Murcia Ángel Olaz (Madrid, 1963) trata de provocar la ... reflexión sobre cuestiones de plena actualidad en 'Éxito. Retrato de una sociedad sonámbula' (Editorial Páramo, 2025). Un libro que empezó a gestarse en un momento de parón, durante la pandemia, y en el que trata de «poner en orden algunas ideas». En muy pocos años hemos percibido cambios vertiginosos. «Hay quien dice -compendia Olaz- que estamos sometidos a una ley de la aceleración de la historia por la que cada vez en menor lapso de tiempo se producen cambios más profundos y de una mayor intensidad. Ahí está la matriz de Eisenhower, que se utiliza en las escuelas de negocio y que habla de la importancia y de la urgencia de las cosas. Si la importancia es aquello que tiene que ver con los resultados, y la urgencia tiene que ver más con el reloj, creo que estamos más instalados en el cronómetro que en la brújula. Seguramente en buena parte debido al modelo en el que estamos insertos».
Género Ensayo
Editorial Páramo
Autor Ángel Olaz
Esa «sociedad sonámbula» a la que Olaz se refiere es la sensación que, en mayor o menor medida, todos hemos podido tener cuando nos levantamos, desarrollamos una serie de automatismos, nos ponemos ya en proceso, y así durante todo el día hasta que, finalmente, también en modo proceso, nos acostamos. «Eso genera la sensación de que al final no somos ni dueños de nuestra vida, ni dueños de nuestro tiempo» , sostiene, mientras apela a esos sueños vívidos que tenemos de vez en cuando en los que tocas, hueles, escuchas, pero toca la campana, el despertador, y todo se desvanece. «Y tal vez han sido seguramente intensísimos. Pues la sensación que podemos recoger de todo eso es que nuestra vida forma parte de un sueño muy real, pero vivo, de alguien que se encuentra un poco por encima de nosotros».
Olaz es hijo de navarro y manchega, y llegó a Murcia a finales de los 90 por amor. Su mujer, Amalia, es espinardera. Estudió Económicas en la Universidad Autónoma de Madrid, y antes de doctorarse en Sociología y dedicarse a la docencia trabajó en consultoras y en la banca. Es secretario de la Cátedra Abierta para la Innovación y la Participación, colabora con el CEMOP y las Cátedras de Gestión de la Diversidad y Terra Próspera en Género y Trabajo, y forma parte del Grupo de Transferencia del Conocimiento 'Estudios Sociológicos' y del Grupo de Investigación 'Organización, Comunicación y Grupos Sociales'. En julio cumplirá 62 años.
-¿A quién le interesa más que esta sociedad sea sonámbula?
-En la definición seguramente entran muchos elementos. Pero hay una cuestión interesante que es el concepto de finitud, somos finitos y nada es eterno. Obviar esa circunstancia nos hace pensar que todo es un suma y sigue. Y eso nos lleva a acelerarnos en todo este proceso. Si fuéramos capaces de interiorizar que cada día es un día menos, muy posiblemente las cosas podrían transcurrir de otra manera bien distinta. En el libro digo que nada se improvisa de la nada. Todo es el resultado de un proceso acumulativo en el transcurso del tiempo. Y si ponemos el retrovisor en esa carretera y vemos de dónde procedemos, muy posiblemente la Revolución Industrial ayudaría a explicarnos muchas cosas.
-El concepto de éxito es fundamentalmente variable, depende de dónde uno parta y de cómo sea entendido y asimilado.
-Durante mucho tiempo tuvo que ver con la fama, con la honra, con la hombría... y con el tiempo todo eso se ha desdibujado. Es complicado salirse de esa rueda, pero hay gestos que por pequeños que sean pueden ser también muy poderosos y pueden reclamar la atención de las personas, de los individuos. Hay quien dijo que el comportamiento se contagia, pero también se elige. Y como seres pensantes esa es una capacidad de la que podemos echar mano. O, al menos, tratar de conciliar el entorno donde vivimos, todo a lo que nos debemos someter, pero con nuestros pequeños márgenes de libertad.
-Usted cita esa «jaula de hierro» que se atribuye a Weber, de la que todos formamos parte, y la maquinaria que obliga a seguir creciendo, aunque se puedan comprometer costes futuros.
-Eso ayuda a retratar una sociedad sonámbula en la que, pese a actuar, los individuos, grupos y sociedades nos conducimos como en un estado onírico. Ese sueño de alguien, como digo, ese sueño de las grandes organizaciones, está provocando una serie de efectos no deseados y, lo que es peor, terminando de afectar a nuestra propia esencia como seres humanos. Ese pájaro que nosotros tenemos enjaulado seguramente va a estar mucho mejor atendido y cuidado porque no le va a faltar su comida, su agua, su techo, si se pone malito lo podemos llevar al veterinario... pero yo planteo con mis alumnos la duda de si ese pájaro va a ser más feliz o menos feliz que aquel que está volando y vemos posarse de rama en rama. Y las opiniones de los alumnos varían, pero la conclusión que sacan es que hay un precio que pagar por estar beneficiándonos, dentro de todas las contradicciones que tiene el modelo y el sistema, y por formar parte de él. Si ese pajarito no ha conocido otra cosa, puede ser feliz.
-Usted nos dice que este mundo está cada vez más dividido entre personas «visibles» e «invisibles», y que la baja tolerancia al fracaso -o al no éxito- acentúa la cosificación y deteriora el alma del ser humano.
-En el libro digo que la construcción social de la realidad, en ese afán por poner de ejemplo a los «triunfadores» (haciéndonos creer que el éxito solo es obra de ellos) y denostar a los «fracasados», promueve un itinerario que, dependiendo del grado de conquistas individuales realizadas, obliga por miedo a no pararse y cesar en la actividad. El miedo es el mejor aliado del poder en el terreno laboral, y en este entorno donde abundan las medidas verdades, el control que ejerce el poder (institucional, organizativo, de equipo y hasta personal) se alimenta del miedo, para asegurar el mantenimiento y crecimiento del sistema. Por eso digo también que hay cierta tendencia a refugiarnos en la denominada «zona de confort», asegurando ciertas realidades y hasta expectativas, que hace que la motivación cese y las personas nos terminemos conformando con lo que nos ha tocado vivir, y renunciemos a ganancias futuras. Es clave, como digo, superar los miedos personales en el proceso de afrontar otros tantos miedos que nos envuelven. En general, tenemos cierta aversión al riesgo.
-Usted lo resume todo en esta frase: «Tampoco somos tan importantes como queremos creer».
-Es que, en el fondo, el ser humano, a medida que empieza a ser consciente de lo que le rodea, se da cuenta de que somos muy poquita cosa. Edgar Neville decía que cuando quieras saber realmente lo que eres vete a orinar a las cataratas del Niágara. Compara el flujo, y a partir de ahí echa un pulso.
-¿Cómo podemos evitar caer en la trampa del supuesto «éxito»?
-Yo se lo digo a los alumnos, no se os ocurra caer en la trampa, porque yo eso ya lo he vivido hace 40 años: terminar con un buen expediente, acabar en una empresa de relumbrón, casaros, tener un piso en propiedad y tener un hijo... Es que eso no existe, y si existe, ¿cuál es el coste de oportunidad? ¿Qué estamos empeñando? Hay gente que lo consigue, que se afianza y que lo disfruta, pero creo que comprometemos algunas cosas. Y no estoy dando una visión fatalista, pero hay que ser conscientes de que vamos dejando cosas, y de que vamos liberando parte de nuestro peso para llenar la mochila de otras.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.