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Alberto Garre reaparece como la principal sorpresa de estas elecciones. Marca el cenit de una legislatura sin parangón en la Región. Vox ha encontrado ... en el expresidente de la Comunidad un referente para tratar de mantener e incrementar su electorado, principalmente en el sector agrícola y ganadero del Campo de Cartagena en el que ha germinado el descontento con las medidas de la ley de protección del Mar Menor.
En este sentido, Garre deberá pronunciarse sobre la pretensión de Vox de derogar dicha ley, ya que esta exigencia se ha convertido en el santo y seña del partido de Santiago Abascal. Tanto es así que dicho posicionamiento condicionará y/o tensionará las relaciones entre Vox y el PP en el caso de que los populares necesiten apoyos la próxima legislatura. No tanto para la investidura de López Miras, en el supuesto de que tenga al alcance repetir en la presidencia, como en la gobernabilidad y en la aprobación de leyes clave, como la de los Presupuestos de la Comunidad. ¿Qué piensa Garre de la muy necesaria protección del Mar Menor y hasta dónde comulga con los postulados de Vox?
Una hoja de ruta a la espera de ser confirmada por Vox
Digamos que el binomio Mar Menor-Campo de Cartagena, y los intereses que fluyen alrededor, está detrás, de forma directa o inducida, de esta operación política. Garre ha confirmado que tiene un acuerdo con Santiago Abascal, con quien se reunió en Madrid, para ir en la lista autonómica encabezada por José Ángel Antelo. Se intuye que en un puesto que le asegure un escaño con el que pueda optar a la presidencia de la Asamblea Regional. Tal parece ser la hoja de ruta.
No obstante, Vox y sus dirigentes hasta ayer aún no se habían pronunciado oficialmente, ni en las redes sociales, sobre el fichaje de Garre y su previsible incorporación a la lista autonómica. «Hasta que llegue el momento no puedo confirmar ni desmentir nada», comentó Antelo, que se remitió al día 24. Será entonces, quizá antes, cuando se conozcan los términos de la alianza y el alcance real de esta operación. Un movimiento político de esta trascendencia habría motivado un anuncio público por todo lo alto, pero cada partido es dueño de su estrategia y sus tiempos.
36 años en la política y favorecido por Valcárcel
Por ahora, Vox y Antelo se han limitado a poner en valor la traye+ctoria de Garre, que es el político que nunca se fue, y que tiene ante sí una nueva ocasión de regresar a la primera escena. Con su reaparición, Garre es de los pocos políticos que quedan en activo de su generación, si no el único. Lleva 36 años en la arena política, desde sus comienzos en 1987 como concejal en Torre Pacheco, hasta la cima de la Presidencia de la Comunidad en abril de 2014 por obra y gracia de Ramón Luis Valcárcel, con quien compartió muchos años de camaradería y lealtad en los fértiles valles de las mayorías absolutas, hasta la ruptura en 2015.
Abogado, nacido en Balsicas hace 71 años, Garre ha renacido para la política regional después de dejar la presidencia de Somos Región en 2019, el partido regionalista que fundó y que pereció en el primer envite electoral debido a la irrupción de Vox. Digamos que había cierta afinidad en el electorado. Su alianza con Abascal no es, a priori, una buena noticia para las expectativas electorales del PP. Al mismo tiempo, PSOE y Podemos podrían verse favorecidos si el voto de izquierda se ve más motivado.
A expensas de lo que suceda estas semanas, Garre se ha convertido en uno de los protagonistas de la precampaña, abrazando los postulados de Vox. La formación de Abascal no quiere perder terreno en Murcia, la única región donde ganó Vox en las elecciones generales de 2019. De ahí que la incorporación de Garre tenga una segunda lectura de mayor alcance, orientada a favorecer las expectativas de Abascal en las elecciones generales de final de año.
Garre no siguió el guion y se revolvió contra su partido
Esta vuelta a la escena ha sorprendido y decepcionado a quienes percibían a Garre con un perfil más centrista y regionalista. Su regreso, cuando se confirme, tendría otras connotaciones de índole personal. Por un lado su apetencia política y el deseo de presidir la Asamblea; y por otro un ajuste de cuentas con su antiguo partido. Un capítulo que comenzó en abril de 2014: Valcárcel tenía que subirse al tren del Parlamento Europeo y había que buscar a un sustituto con acta de diputado para que se hiciera cargo de la presidencia de la Comunidad, con el sobreentendido de que se trataba de un 'regalo temporal', de quince meses, ya que debía dejarle el campo libre a Pedro Antonio Sánchez. Tal cometido recayó en Alberto Garre, quien empezó a distanciarse de su mentor conforme se acercaban las elecciones de 2015. Dijo que para candidato ya estaba él, en lugar de PAS, que por entonces tenía que afrontar unas investigaciones judiciales que luego crecieron en intensidad y desembocaron en su dimisión.
Garre tenía el aura de haber roto la disciplina de voto del PP en el Congreso de los Diputados junto a su compañero Arsenio Pacheco, cuando se opusieron a la toma en consideración de la reforma del Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha que ponía fecha de caducidad al Trasvase Tajo-Segura. Durante su breve mandato presidencial hubo claros y sombras en su gestión, y en términos generales tuvo aceptación pública. En algunos sectores no se le veía como un continuador, sino como un rupturista de algunos eslabones de la larga etapa 'valcarcista'.
Incómodo con los presuntos casos de corrupción
Estuvo incómodo con PAS en el Gobierno, y a menudo preguntaba por las repercusiones del 'caso Auditorio'. Se le prometió el Senado –Cospedal estuvo de por medio– si cumplía lo acordado y hacía campaña a favor de Sánchez, pero Garre se convirtió en un político molesto en las filas del PP, partido que luego cometió el error de no incorporarlo en la lista autonómica de 2015, razón por la cual perdió la mayoría absoluta.
Cuando fue designado sucesor, se daba por hecho que mantendría la obediencia debida, como demostró en los nueve años que ejerció como portavoz del Grupo Parlamentario Popular en la Asamblea, donde llegó a ser vicepresidente primero, aplicando el rodillo e inflexible ante la oposición. No se percataron de que, encumbrado en San Esteban, podía tener ideas propias, o que se las inculcaran algunos colaboradores.
Los episodios más sonados se produjeron cuando dimitió Antonio Cerdá. Se interpretó que se hizo para tratar de apartar al magistrado Manuel Abadía de la investigación del caso 'Novo Carthago', y lo que ello implicada, al perder Cerdá su aforamiento. Meses antes, Garre también se vio sorprendido por la dimisión de Manuel Campos a causa del aeropuerto de Corvera, otra de las herencias de la etapa de Valcárcel.
El colofón fue la desaladora de Escombreras, cuando uno de los últimos Consejos de Gobierno que presidió instó a la Dirección de los Servicios Jurídicos de la Comunidad a intervenir, después de dos informes demoledores de la Intervención General. Los papeles llegaron a la Fiscalía del TSJ. Garre dio el portazo al PP en marzo de 2017, acusando a Rajoy de «inacción ante la corrupción».
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