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Agnese Klavina, en una de sus últimas fotos. Facebook
Agnese, la camarera que nada entre las sirenas

Agnese, la camarera que nada entre las sirenas

Durante tres años, un juzgado malagueño ha investigado si dos británicos mataron a una joven letona y tiraron su cuerpo frente a las costas murcianas con un yate del puerto Tomás Maestre. Una cámara de seguridad captó a los sospechosos junto a dos desconocidos mientras subían al barco con una pesada maleta

Domingo, 18 de febrero 2018, 08:06

Agnese era un balonazo en pleno rostro. Un puñetazo en la boca del estómago. Una de esas mujeres de excepcional belleza cuya mera visión es capaz de hurtarte el oxígeno y de sacudirte la cabeza. La última pista sobre esta muchacha de origen letón, que se ganaba la vida trabajando como camarera en exclusivos clubes marbellíes, se pierde en la madrugada del 6 de septiembre de 2014, cuando una cámara de seguridad de la discoteca Aqwa Mist, ubicada en el suntuoso Puerto Banús, captó su silueta mientras era obligada a la fuerza por dos varones a subir a un coche. Desde ese instante, Agnese Klavina es solo un recuerdo tan bello como doloroso en los corazones de sus padres y de sus amigos.

Siete meses de investigaciones, en los que incluso tuvieron que soslayar las trampas que uno de los porteros de la discoteca les tendió en su declaración, condujeron a los policías que investigaban su desaparición hasta dos ciudadanos británicos, Westley Capper, de 38 años e hijo de un acaudalado empresario inmobiliario, y su colega Craig Porter, de 34. Las gestiones policiales se confirmaron bien encaminadas cuando ambos confesaron haber abandonado el local nocturno en compañía de Agnese, aunque los dos sospechosos no fueron mucho más allá de admitir tal evidencia. Porter aseguró haberse dormido nada más sentarse en el vehículo, mientras Capper manifestó haber dejado a la chica en las cercanías de su apartamento. En un primer momento, sostuvo que lo hizo en una rotonda de la carretera de Ronda. Más tarde, durante una reconstrucción, se contradijo al señalar que había sido más adelante, en una zona sin aceras ni farolas, lo que el juez tachó en una de sus resoluciones de «increíble e inverosímil».

Los dos sospechosos no llegaron a entrar en prisión ante la escasez del material probatorio existente en ese momento. Si ya se sentían intocables, su puesta en libertad no contribuyó a disipar esa idea. Los fotógrafos malagueños que cubrían su comparecencia ante el titular del Juzgado de Instrucción número 5 de Marbella se quedaron sorprendidos cuando, nada más abandonar la sede judicial, los británicos dejaron estacionado su coche en una plaza de minusválidos y, como si todo aquello no fuera con ellos, se encaminaron hacia una cafetería para tomarse unos refrescos. Toda una muestra de su carácter y del respeto -escaso- que parecen inspirarles las normas de convivencia.

«¿Cómo se puede hacer desaparecer un cuerpo sin dejar rastro? La respuesta es obvia. Lo arrojaron al mar», declaró el letrado de la familia, Fernando Scornik

Cada vez más convencidos de que las perspectivas que se cernían sobre la desaparición de Agnese eran mucho más que sombrías, los investigadores comenzaron a especular con la posibilidad de que la chica hubiera fallecido y que se hubieran deshecho de su cuerpo. Fue entonces cuando tiraron del hilo de un yate de lujo que la familia Capper tenía amarrado en el puerto Tomás Maestre, en La Manga del Mar Menor. Y los resultados de sus indagaciones solo sirvieron para reforzar sus funestas impresiones.

Así, siguiendo los registros de varias instalaciones deportivas, averiguaron que apenas unas horas después de la desaparición de Agnese, Westley Capper y otras personas se desplazaron en coche hasta el mencionado puerto murciano y pusieron rumbo con el barco hacia Fuengirola, por cuya bocana penetraron el 8 de septiembre. Un día después zarparon hacia el Puerto de la Duquesa de la localidad malagueña de Manilva.

Hurtándose a las cámaras

A primera hora de la mañana del día 10, Capper, Porter y dos desconocidos penetraban en el pantalán en el que estaba amarrado el yate. Transportaban una pesada maleta de ruedas de gran tamaño. Cubrían sus cabezas con sendas gorras y bajaban la mirada cuando pasaban ante las zonas en las que estaban instaladas las cámaras de seguridad. Subieron y bajaron del barco en varias ocasiones, en un incesante trasiego cuyo sentido se ignora.

A las 18.45 horas, la embarcación abandonaba el lugar, para regresar un par de horas más tarde. El día 13 dejó definitivamente el puerto, aparentemente en dirección a Ibiza, aunque acabó recalando de nuevo en las instalaciones del Tomás Maestre por supuestos problemas en los motores. El día 15, los tripulantes regresaron a Marbella en coche.

«¿Cómo se puede hacer desaparecer un cuerpo sin dejar rastro? ¿Dónde está? La respuesta es obvia. Está en el mar. Su cuerpo fue arrojado al mar», denunció tiempo después en televisión uno de los penalistas más prestigiosos del país, Fernando Scornik, contratado por la familia de Agnese para impulsar el esclarecimiento del caso. El letrado, con quien 'La Verdad' se ha puesto en contacto, sigue convencido de que el cadáver de la chica fue arrojado al fondo del mar, muy probablemente frente a las costas murcianas, con ayuda del yate citado.

Aunque no se ha logrado probar tal circunstancia, y es probable que ya nunca se consiga, los dos principales sospechosos serán juzgados en los próximos meses por un presunto delito de similar gravedad al homicidio. El juez los ha procesado por presunta detención ilegal, al considerar que hay pruebas suficientes de que se la llevaron de la discoteca por la fuerza.

Por el momento, la acusación particular que ejerce el despacho Scornik Gerstein solicita doce años de prisión para cada uno de ellos. Ambos, además, no estarán solos en el banquillo. La Audiencia Provincial de Málaga ha ordenado encausar a un portero de la discoteca Aqwa Mist, por presunta colaboración en el secuestro de la chica, ya que cuando ésta trató de bajarse del vehículo, «no pudo hacerlo, ya que el controlador de la discoteca, siguiendo instrucciones de Capper, le cerró la puerta».

La Sala consideró que la escena captada por una cámara de seguridad mostraba «con toda claridad y toda crudeza» la «necesaria colaboración» del portero, «cuando era patente, para el más simple de los observadores, que (Agnese) estaba siendo conducida contra su voluntad».

La familia de la joven, satisfecha por el sentido de las últimas resoluciones, confía en que un día se aclare que pasó con Agnese. La preciosa muchacha letona de quien se sospecha que ahora baila entre las sirenas.

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