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Marta Semitiel
Domingo, 9 de abril 2017, 09:11
La polémica desatada en las últimas semanas por la presencia de aceite de palma en muchos productos alimenticios no ha dejado de crecer. Tanto que hasta varias cadenas de supermercados estudian retirar este aceite rico en grasas saturadas de sus marcas blancas. La mayor alarma, sin embargo, saltó a la opinión pública cuando se descubrió que también la leche en polvo para bebés contiene esta sustancia.
Un ejemplo de ello son las más de 50.000 firmas que ya reúne una petición de la plataforma change.org que alienta a las grandes productoras de comida infantil la retirada del aceite palmítico de sus fórmulas para lactantes. «Pero si está ahí, es porque es necesario», declara David Gil, pediatra especialista en aparato digestivo y nutrición infantil del Hospital de la Arrixaca.
El doctor explica que la leche materna también contiene ácido palmítico, un 20% más o menos, por eso las fórmulas en polvo lo llevan, porque es la mejor manera de imitar a la leche materna. Debemos tener en cuenta que la legislación europea en alimentación para bebes de hasta seis meses es muy restrictiva; está hecha por consenso entre los científicos y la industria. Y sería un error retirar este aceite de la leche para bebés, sentencia.
Entonces, ¿no es peligroso?
Hay una confusión fundamental entre lo que es el aceite de palma y lo que es el ácido palmítico. Este segundo tiene un perfil muy rico en grasas saturadas. Pero el aceite de palma también contiene ácido oleico. En todo caso, ninguno contiene nada cancerígeno ni dañino para el organismo del bebé. Si se le añade a la fórmula para lactantes, es a propósito, remarca.
La diferencia entre el ácido palmítico que contiene la leche materna y el que integran en la leche en polvo es que el segundo provoca un poco más de estreñimiento en el bebé, pero a día de hoy, es la mejor forma de imitar el alimento de la madre, y adoptar una postura talibán al respecto es un gran error. Sobre todo porque por desconocimiento, dejamos de dar a nuestros hijos lo que realmente necesitan, apostilla Gil.
El doctor pone énfasis al destacar que estas leches también utilizan otro tipo de grasas, como los glóbulos y membranas de la leche de vaca, porque solo con los aceites vegetales nos perdemos muchos lípidos que contiene la leche materna, que también son saturados. La grasa de la leche humana es mucho más compleja de lo que pensamos y no podemos reducirnos al aceite oleico y palmítico, asegura.
¿Y cuando los niños crecen?
Cuando el bebé pasa de los seis meses y se añaden otros productos a su alimentación, como papillas, potitos, yogures, etc.; son los padres los principales responsables de vigilar lo que consumen. En los tarritos y productos para bebés podemos estar tranquilos, porque la industria está por encima de este tipo de críticas y lleva muchos años haciendo las cosas muy bien. Precisamente porque sabe que los pediatras miramos todo con lupa y recomendamos sus productos, asegura Gil.
Eso sí, el doctor hace hincapié en limitar la bollería industrial para los niños, porque usan grasas hidrogenadas, manipuladas para conseguir solidez, y no son dañinas, pero tampoco son beneficiosas para nuestros hijos, puntualiza.
A la hora de llenar el carro de la compra, la recomendación que este pediatra hace cada día en su consulta es que los padres opten por una comida sana y saludable, rica en frutas y verduras, y que reduzcan los azúcares.
Gil también anima a los adultos a que den la vuelta a los envases y lean la composición de lo que compran especialmente para los pequeños. Aunque tiene muy claro que no tiene ningún sentido preocuparnos por la cantidad de aceite de palma que tiene una galleta maría, si luego por la noche le damos embutido a los niños, resalta.
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