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Constantín Stan, ayer, pasando por delante de la Ciudad de la Justicia de Murcia.
«Dios sabe que no soy una bestia»

«Dios sabe que no soy una bestia»

juzgado por el asesinato de los holandeses Ingrid Visser y Lodewijk Severein

Antonio Botías

Sábado, 29 de octubre 2016, 01:09

De su cuello cuelga un rosario con una cruz de Caravaca. Y atesora otro en el bolsillo de la camisa, sobre el mismo corazón que confiesa habérsele «secado» desde el brutal asesinato de la jugadora holandesa de voleibol Ingrid Visser y de su pareja, Lodewijk Severein. Los jurados del doble crimen concluyeron el jueves que Constantín Stan solo colaboró en el enterramiento de los cadáveres. La fiscal pide al magistrado Enrique Domínguez que le imponga una pena de cinco meses de prisión. No volverá a la cárcel, donde ha pasado casi cuatro años, a menos que se recurra la sentencia, que aún no se ha emitido. Pero él insiste en que ni se enteró de lo que había sucedido pues dormía una borrachera en el piso de arriba. Aquel día, cuando descendió y descubrió los crímenes, comenzó una nueva vida para Constantín. Una vida terrible donde solo asegura encontrar, como repite y repite, el consuelo de Dios.

-¿Qué pensó en el instante de conocer que proponían su absolución?

-Que triunfaba la verdad. Llevaba tres años y siete meses defendiéndola. Aunque tenía miedo, mucho miedo.

-¿Por qué?

-Pensaba que, después de todo, podría entrar en prisión. Aunque siempre he tenido fe en la Justicia y en mi abogado, Melecio Castaño. Cuando escuché el veredicto me acordé de Dios. No soy muy religioso, pero confiaba en que Él me ayudaría. Porque no soy una mala persona. No soy un criminal ni una bestia. Y eso lo ha visto el tribunal y el juez. Han sido imparciales y les estoy muy agradecido.

-¿Qué planes tiene ahora?

-Quiero encontrar un empleo y quedarme en Murcia. Ahora mismo solo poseo esta bolsa con un zumo y una camisa que me han regalado.

-Pues tendrá difícil encontrarlo si le reconocen, ¿no cree?

-¡Eso ya lo sé! Se han dicho muchas cosas malas sobre mí. Será complicado encontrar un empleo porque me relacionarán con el caso.

-¿Cuándo salió de la cárcel y qué hizo en ese momento?

-Me dejaron salir el jueves por la noche. Lo primero que hice fue preguntarle a un conductor por dónde quedaba la ciudad de Murcia. Y me vine andando a la comisaría, pues necesito mi documentación.

-¿Qué les diría a los familiares de Ingrid y Lodewijk si le permitieran dirigirse a ellos?

-En el juicio, cuando pasé junto a ellos, les pedí perdón. Lo hice en inglés, para que me entendieran. Solo Dios da la vida y nadie tiene derecho a quitársela a nadie. Yo no hice nada de eso, pero aún así me disculpé. No me respondieron.

-Debieron contenerse. ¿Cómo llegó a meterse en tan terrible historia?

-¡Yo no sabía nada! Solo vine a Murcia a trabajar y apenas hablaba español. Me he enterado de todo lo que sucedió durante el juicio.

-Y cuándo descubrió el crimen, ¿por qué no salió corriendo a denunciarlo en ese preciso instante?

-Yo no vi nada de lo que sucedió. Pensé escapar, pero el miedo me paralizó. Creí que también me matarían a mí. Imaginé que ya era un hombre muerto. Piense que apenas conocía a los otros acusados de nada... apenas dos meses.

-¿Cómo es posible vivir con ese episodio en su conciencia?

-(Silencio). Esto me ha secado el corazón, me ha arruinado la vida. Aunque tengo 50 años, me siento como un anciano de 80. Me ha secado la vida. Jamás pensé que había en el mundo personas que pudieran actuar así. Además, el precio ha sido muy elevado para mí. Mis padres fallecieron de pena mientras estaba en la cárcel.

-¿Qué piensa el resto de su familia? ¿Ha hablado con ellos?

-Todavía no. No tengo móvil. Supongo que se habrán enterado por televisión. En mi país todos se enteraron por los medios de comunicación. Mis padres sufrieron mucho, demasiado.

-¿No ha pensado en ningún momento en regresar a Rumanía?

-La prensa ha hablado muy mal de mí. Aunque tengo cuatro hermanos, no podré regresar nunca. Allí no tendría futuro.

-¿Tiene usted hijos?

-Dos. Uno tiene nueve años y vive en París. El otro, que está en Rumanía, ha cumplido seis años. En la cárcel me acordé mucho de ellos.

-¿En qué más pensaba?

-En que era inocente, en que no había matado a nadie.

-¿Podía entonces y puede ahora conciliar el sueño? ¿No tiene pesadillas?

-Desde el día de los hechos no logro dormir bien. He pasado muchas noches en blanco. He llorado mucho en la cárcel. La situación empeoró cuando conocí que habían fallecido mis padres. Ha sido muy duro. Creo que no pudieron soportarlo.

-¿Pasó miedo en la cárcel?

-Los funcionarios me han tratado de una forma correcta. No he hablado mucho con otros presos. Y la comida era variada. Pero miedo... [se detiene un instante]. Miedo, no. Solo le temo a Dios.

-Parece usted muy religioso.

-No lo soy, pero creo que existe una divinidad y que la verdad siempre sale a la luz. Yo me equivoqué cuando Valentín [es otro de los acusados para los que los jurados piden 34 años de cárcel por los asesinatos] me ofreció trabajar en una empresa en Murcia. Pero no podía saber qué iba a pasar.

-¿Qué les diría a quienes duden todavía de su inocencia?

-Que me perdonen, si pueden. Soy inocente. Siempre lo fui. Yo no soy una bestia ni un asesino. Solo soy una persona más a la que han destrozado la vida.

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