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Una agente judicial exhibe al jurado el hacha con la que fueron descuartizados Ingrid y Lodewijk
Cuenca admite que organizó el crimen de los holandeses y que Danko es un invento

Cuenca admite que organizó el crimen de los holandeses y que Danko es un invento

El principal acusado sorprendió a todos cuando, tras haberse autoexculpado, pidió ampliar su declaración y admitió que había planificado el crimen

Ricardo Fernández

Martes, 4 de octubre 2016, 01:44

Juan Cuenca intentó ayer que la fiscal del 'caso Visser' aceptara pulpo como animal de compañía. En los minutos iniciales de la sesión, José María Caballero Salinas, abogado del principal acusado del doble crimen de los holandeses, se aproximó a la representante del Ministerio Público y le hizo saber que su cliente estaba dispuesto a reconocer los hechos a cambio de un posible trato favorable, que básicamente consistiría en solicitar una rebaja de pena por su confesión. Y la respuesta de la fiscal debió de ser favorable, ya que Cuenca se dispuso a ser interrogado con el aparente ánimo de saldar sus cuentas con la justicia.

El arranque fue prometedor, pues no tardó en reconocer que contrató al rumano Valentín Ion en Valencia con la voluntad de desplazarse hasta Murcia y asesinar a la pareja de holandeses constituida por su socio, Lodewijk Severein, con quien había tenido importantes desavenencias en los primeros meses de 2013, y a la esposa de este, Ingrid Visser. Incluso confesó que había entregado a Valentín un adelanto de 1.200 euros, aunque aseguró que no se había fijado un precio concreto por ejecutar el doble crimen.

Pero hasta ahí llegó su 'confesión'. Lo que hizo, en realidad, fue comenzar a repartir estopa entre su antigua amiga María Rosa, a la que inopinadamente acusó de conocer desde un primer momento lo que podía ocurrir en la Casa Colorá, y entre su no menos amigo Serafín de Alba, de quien sostuvo que era totalmente consciente de que lo que se estaba enterrando en su huerto de limoneros eran los cuerpos desmembrados de Severein y Visser.

El resto de su declaración se ciñó a la invención articulada entre los acusados y sus defensas durante la investigación judicial, que sostenía que en el escenario del crimen había aparecido un ciudadano del Este de Europa, un tal Danko o Dankovich, que habría sido el autor de las muertes de los dos holandeses.

«En la casa hubo una fuerte discusión, porque 'Luis' -así se refirió a Lodewijk- consideraba que todo el mundo le estaba engañando, y en un momento dado sacó una pistola. Valentín le dio un fuerte golpe en la cara y 'Luis' cayó al suelo insconsciente. Entonces Danko y Valentín intervinieron y los mataron a golpes con un jarrón y un cenicero de cristal», relató Juan Cuenca ante los miembros del jurado popular.

Respecto de su actuación, se limitó a afirmar que se quedó bloqueado por la impresión -«no me podía ni mover»- y que luego aceptó ayudar a Danko a hacer desaparecer los cadáveres debido a que este le amenazó con hacerle lo mismo que a la pareja.

De tal forma que su 'autoinculpación' se limitó, en la práctica, a incriminar a María Rosa Vázquez, a Serafín de Alba y a Valentín Ion -sobre el otro rumano, Constantín Stan, no quiso pronunciarse- y a afirmar que era cierto que él había planificado los crímenes en Valencia. Pero que en último término -había añadido- fue otra persona, el tal Danko, quien por su cuenta y riesgo había acabado con Lodewijk e Ingrid. O lo que es igual, que dejaba a todo el mundo en una posición insostenible menos a él mismo, que al final -afirmaba- nada había hecho.

Cuando acabó su declaración y el magistrado-presidente, Enrique Domínguez, ordenó que se hiciera un receso, la fiscal Virginia Celdrán le hizo saber al letrado Caballero Salinas lo que este ya imaginaba: que aquello era lo menos parecido a una confesión que había escuchado y que iba a seguir reclamando para Cuenca la misma pena de 50 años de prisión, por dos asesinatos, que había previsto en un primer momento.

La consecuencia de todo ello fue que Cuenca, una vez concluido el descanso de diez minutos, pidió permiso al magistrado para ampliar su declaración. Un hecho insólito, por cuanto que esta ya había acabado formalmente. El juez le otorgó el consentimiento y el principal acusado, aunque balbuceando, esta vez no se equivocó: «Quiero que se sepa la verdad y colaborar. Reconozco mi participación en los hechos y que todo se planificó y se organizó de forma prefijada en Valencia. Fuimos a la casa y en una discusión fue Valentín quien los mató».

Incluso confesó que el rumano iba a recibir entre 10.000 y 15.000 euros por los asesinatos, aunque en un primer momento pensó que a la cita acudiría solo Lodewijk y que no iría acompañado de Ingrid.

«¿Y Danko?», preguntó la fiscal. «No hay ningún Danko», admitió Cuenca, desmontando de un golpe el intento de coartada que tanto ha dado que hablar a lo largo de dos años y medio.

Llamaron especialmente la atención sus escrúpulos en lo referente al descuartizamiento de los cadáveres ya que, pese a haber admitido que fue él quien planeó las muertes, insistió una y otra vez en que para nada participó en el desmembramiento ni en el posterior enterramiento de los restos. Un trabajo que atribuyó en exclusiva a los rumanos Ion y Stan.

Con esta confesión, que en apariencia fue ya más del agrado de la fiscal, el principal acusado fijaba la línea de la futura sentencia y obligaba a cambiar drásticamente de estrategia a los otros dos presuntos autores materiales del crimen.

Hasta tres versiones distintas

Las explicaciones de Valentín Ion resultaron, por momentos, ininteligibles. No solo porque fue capaz de decir una cosa y la contraria, sino porque incluso llegó a rizar el rizo añadiendo una tercera explicación intermedia. Así, reconoció que Cuenca le pidió que lo acompañara a Murcia para una reunión con su socio, pero que no le dijo directamente que fueran a matarlo. «Me preguntó: 'Si pasa algo, ¿puedo contar contigo? Y yo le dije que sí».

A la vez señaló que Cuenca le entregó unos 1.000 euros, pero negó que fuera un adelanto del precio fijado por el doble crimen. «Era porque yo iba a estar un par de días fuera de casa y no quería que perdiera dinero por dejar de trabajar». Sin embargo, en otro momento admitió que los mensajes que mandó a Cuenca días después del doble asesinato, exigiéndole que le pagara, «eran porque faltaba un dinero por abonar por el crimen.

Y a preguntas de su letrado acabó afirmando que «Cuenca me contrató para matar al holandés, pero no sabía que iba a aparecer con la mujer». En fin, un auténtico sinsentido.

Ion se esforzó además por tratar de exculpar al dueño del huerto, Serafín de Alba, de haber encubierto los asesinatos y llegó a asegurar que la primera vez que vio a esta persona fue ya en la cárcel. Una afirmación con la que en apariencia se pasó incluso de frenada, teniendo en cuenta que el propio De Alba reconoció tiempo atrás en una declaración en el juzgado que había visto en su finca a ese rumano y que le había prestado unos guantes e invitado a una cerveza, como recordó la fiscal.

Danko acorrala a Stan

El último testimonio de la jornada fue el del otro rumano acusado, Constantín Stan, quien viene manteniendo que no intervino en el doble crimen por haberse encontrado ebrio en la planta superior de la Casa Colorá. Lo tenía todo a su favor, ya que Cuenca no le había querido inculpar -ayer se negó a declarar sobre este implicado- y su colega Valentín Ion lo ha exculpado siempre.

El problema para Stan radica en que siempre sostuvo que los asesinatos se produjeron el martes 14 de mayo de 2013 por la tarde, que Lodewijk sacó una pistola y que fue Danko quien llevó el peso de la sangrienta respuesta. De forma que ayer, cuando Cuenca confesó que todo ocurrió en la tarde del lunes, que Danko no existe y que allí nadie sacó pistola alguna, Stan tuvo que cambiar sobre la marcha toda su explicación con resultados bastante lamentables. Y es que mantener que estaba diciendo la verdad en dos versiones tan diferentes resultaba un ejercicio abocado al fracaso.

En un intento de cuadrar el círculo explicó que en realidad no llegó a ver a Danko -a quien incluso llegó a describir en su día-, sino que sus compañeros le habían hablado de alguien con ese nombre que había estado en la casa, y que tampoco había visto una pistola encima de la mesa, como declaró tiempo atrás, sino que le aseguraron que alguien había esgrimido un arma.

Hoy acabará el turno de los acusados con el interrogatorio al presunto encubridor Serafín de Alba.

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