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Antonia Marín.
«A muchos les llama la atención ver cómo arreglo ropa en una plaza de abastos»

«A muchos les llama la atención ver cómo arreglo ropa en una plaza de abastos»

Antonia Marín. Propietaria de tres puestos de costura en plazas de abastos

Antonio Botías

Viernes, 13 de mayo 2016, 00:58

Puntada tras puntada, Antonia Marín se ha convertido ya en todo un referente, curioso donde los haya, de las plazas de abastos de Murcia. Porque en lugar de vender alimentos decidió un día ofrecer trabajos de corte y confección. Aquel pálpito que tuvo de que le iría bien, «porque ofrecía un buen servicio y ayudaba a la gente», se convirtió en realidad y ya está presente en tres mercados. Así que en lugar de vender sus máquinas cuando las grandes marcas emigraron en busca de obreros más baratos en otros países, Antonia las empleó en convertirse en toda una reina de la costura. Alguna de aquellas marcas, después de desengañarse vaya usted a saber dónde, volvió a hacerle encargos.

-¿No le sorprende a la gente encontrarse un puesto de costura entre otros de embutidos o pescado?

-(Risas). A muchos les llama la atención, pero ¿sabe usted lo útil que es? Creo que tuve una buena idea. Y, bueno, tampoco tuve muchas opciones.

-¿Y eso cómo fue?

-Trabajaba para muchas marcas, pero cuando decidieron encargar sus arreglos en otros países, hará unos diez o doce años, en mi taller comenzó a decaer el trabajo. Y abrí el primer puesto en el mercado de Vistabella, luego en Saavedra Fajardo y más tarde en Verónicas.

-¿Cuáles son los arreglos que realiza con más frecuencia?

-¡De todo! Quizá bajos y parches en la entrepierna. Y arreglos en chaquetas, cremalleras, incluso ropa de punto. Muchas personas optan por arreglar su ropa en lugar de comprarse nueva.

-La moda de estar a la línea, ¿le ha beneficiado?

-La verdad es que sí. Muchos clientes me piden que les entalle las chaquetas y los vestidos, que les meta las costuras.

-¿Se está perdiendo el oficio?

-Realizar este trabajo en un hogar es complicado. Piense que yo dispongo de máquinas especiales. Por ejemplo, una de ellas sirve para hacer ojales. Yo lo hago todo más rápido y fácil, por eso puedo ofrecer buenos precios.

-Me refería a si a la gente joven le interesa aprender.

-(Risas) ¡Los jóvenes no saben ni poner un botón, oiga!

-Hombre, un botón...

-Como se lo digo. No ve que se han dedicado más a estudiar. ¡Ni un botón!

-¿Y a usted quién la enseñó?

-¡Uf! He tenido vocación desde que era una niña. Llegaba del colegio y me marchaba a la casa de una vecina para que me enseñara a coser. ¡Cuánto disfrutaba! Así que luego, con el tiempo y como ella era modista, me dio el título de Corte y Confección. Recuerdo que en los colegios también aprendían las niñas a coser.

-Las niñas solo. ¡Así se ven ahora algunos!

-¡Bien puede decirlo! Entre mis clientes hay tantos hombres como mujeres. Unos, porque están separados o viudos. Otros, porque sus mujeres no cosen.

-¿Tiene más clientes de la capital o de sus pedanías?

-En el puesto que tengo en Vistabella vienen más clientes de las pedanías. En Verónicas, del centro.

-¿Qué es lo más difícil que ha tenido que arreglar?

-Una vez tuve que hacer unas fundas para un barco. Y en otra ocasión forré una vara así de larga [abre ambas manos]. La utilizaban en algo relacionado con las artes marciales, pero se hacían daño y decidieron forrarla.

-¡A quién se le ocurre darse palos! ¿Son los murcianos muy delicados a la hora de exigir calidad?

-Pues lo desconozco. No sé cómo serán en otros sitios y no puedo compararlos.

-Es usted fina, fina como una aguja.

-(Risas) Es cierto lo que le digo. Además, puedo presumir de que mis clientes siempre salen contentos. Si no fuera así, ¿cree que volverían? Por cierto, escriba que también atiendo a tiendas, ¿eh?

-Escribo, escribo.

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