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Fernando Perals
Lunes, 21 de diciembre 2015, 11:05
José Moreno Espinosa (Caravaca de la Cruz, 1944) nació en la calle Poeta Ibáñez. Sus padres, Ezequiel y Manuela, ejercieron como maestros y ambos tienen vías con su nombre en la capital del Noroeste. Muy vinculado a su ciudad, a pesar que vive en Murcia desde mediados de los años 70, el 2 de mayo es una fecha casi sagrada para este hombre que cogió las riendas de la Fundación Jesús Abandonado a principios de noviembre pasado, sustituyendo en el cargo a José Fernández. «He vestido caballos y participado en peñas con amigos que no vivíamos en Caravaca». Recibió el título de Hijo Predilecto hace cuatro años y ha sido pregonero de las fiestas en honor a la Santísima Vera Cruz y de la Semana Santa.
Moreno cursó estudios en el colegio Santa Cruz y de bachiller en el Cervantes, antes de completar las carreras de Magisterio -en Murcia- y de Derecho, en la capital de la Región y en Madrid, donde vivió «una época interesantísima». Asegura que ya entonces se estaba viendo «cierta inquietud de cambio en las nuevas generaciones estudiantiles. La Ley de Prensa era más permisiva y la censura muchas veces miraba hacia otra parte. Y el arte iba girando de lo más barroco hacia lo contemporáneo».
En 1975 ingresó en Cajamurcia, entidad bancaria de la que fue subdirector y responsable del departamento de Recursos Humanos durante 18 años. Ya en 1994 se encargó de la Obra Social de Cajamurcia y posteriormente de la Fundación. Admira al filósofo Julián Marías. Con él organizó a finales del siglo pasado el centenario de la Generación del 98. «Pasó gente interesantísima por Murcia. Jover Zamora y Laín Entralgo, entre otros. Marías resultó ser extraordinariamente amable y exquisito en el trato», recuerda con pasión. Ahora le encantan los ensayos y libros para reflexionar, a los que elige frente a la novela. Sobre cine, prefiere los clásicos de toda la vida, el glamour de la década de los 60. «Aquí sí que no he evolucionado, pero tampoco me arrepiento».
En los 40 años que lleva residiendo en Murcia ha visto cómo la capital ha evolucionado hacia una gran ciudad. «¡Cómo hemos cambiado! Cuando llegué fueron años en los que se edificaron el hospital Virgen de la Arrixaca, El Corte Inglés y la Ronda Oeste. Quizá olvidamos la huerta más de la cuenta, pero la transformación fue tremenda».
Afronta ser presidente de la Fundación Jesús Abandonado «con buen ánimo». Es un reto en el que espera que «con la ayuda de Jesús, la sociedad murciana, el equipo de patronos, los profesionales de la institución y los voluntarios, pueda continuar con la labor desarrollada en favor de nuestros hermanos, de los sin techo». Afirma que el objetivo más inmediato es afrontar la campaña de Navidad con mucha ilusión. «Pero hay muchos proyectos, ya que llevamos a cabo una actividad constante e ilusionante». Y admira el trabajo de los voluntarios, esenciales para la labor que desarrollan al cabo del año para atender a quienes más los necesitan. «Son nuestro gran valor». Cuando se habla del apoyo de la ciudadanía a la institución hay dos caminos para canalizarla: la colaboración monetaria y la aportación del trabajo. Y «es ahí donde están presentes aquellos que utilizan su tiempo libre para ayudar».
«Querer y que te quieran es algo más que un eslogan, es una máxima y un compromiso de servicio», explica. La institución atiende a más de 14.000 personas en riesgo de exclusión al año, y el perfil de quienes se acercan a los comedores y centros de día va cambiando con el devenir de los tiempos. «Con la crisis, los españoles van igualando el número de emigrantes que atendemos. En los inicios de Jesús Abandonado eran ciudadanos de países del Este y subsaharianos, en su gran mayoría. Este es el fiel reflejo, y no otro, de cómo va la economía en nuestro país. Atender a la persona marginada es algo muy interesante, además de una obligación que tenemos».
A Moreno le gusta pasar su tiempo libre con la familia. Es lo que más quiere en este mundo. No es muy aficionado al deporte, aunque no puede acostarse sin dar un paseo con su esposa, «una hora al menos, haga frío o calor, llueva o nieve. Me lo he planteado como una obligación para mejorar la salud». Prefiere los platos de cuchara, los guisos, pero como dice un amigo «soy caballo de buena boca. ¡Cómo voy a dejar de comer jamón!», y tampoco se esconde ante la cocina elaborada del único chef con estrella Michelin de la Región, Pablo González-Conejero.
No es de los que piensan que cualquier tiempo pasado fuera mejor y recalca que los valores espirituales están siempre entre nosotros. «Los jóvenes de hoy no son más egoístas que los de antes. Cada época tiene sus virtudes y sus defectos. Nada más hay que ver a los voluntarios que nos ayudan en la fundación cada día», afirma con emoción.
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