![Un viaje infernal por la entrañas de África](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/pre2017/multimedia/noticias/201502/18/media/cortadas/A7-661121809--490x578.jpg)
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Fernando Perals
Miércoles, 18 de febrero 2015, 01:25
«A pesar de haber recorrido quince estados de África, nunca pasé tanto miedo como cuando estuve en Marruecos. Salté la valla (entonces muro) sobornando a un guardia fronterizo marroquí». Albert Bitoden Yaka (Duala, Camerún, 1969) es un superviviente de la tragedia que sufren desde hace décadas cientos de subsaharianos. Aprendió el castellano durmiendo a la intemperie en las calles de Melilla, con un diccionario francés-español y con recortes de revistas del corazón que rebuscaba en los basureros. Hoy es coordinador del centro de la Fundación Cepaim en Sevilla y mañana actúa en el espectáculo 'Un viaje de sueños' junto al ballet Jammu, en el auditorio Víctor Villegas de Murcia. El concierto, con motivo del 20 aniversario de la Fundación Cepaim, es a beneficio del proyecto 'Alfabeto contra la pobreza' en Senegal y de la Federación de Asociaciones Africanas de Murcia.
19.30 horas.
Performance 'Fuego y alma', a cargo de Jammu.
20.30 horas.
Actuación de Albert Bitoden Yaka y su banda.
21.15 horas.
'Raíces de África'. Música y danza, por Jammu.
'La ruta prometida'.
Exposición. Pase especial 45 minutos antes del concierto.
Dónde y cuándo.
Mañana, en el Auditorio Regional Víctor Villegas de Murcia.
«Cuando veo las duras imágenes de las vallas fronterizas en Ceuta y Melilla se me hace un nudo en la garganta -afirma mientras se empañan sus ojos de lágrimas-. Hay gente que muere y nadie hace nada por impedirlo. No me imagino ahora haciendo lo mismo. Fue el propio miedo lo que me empujó y dio valor para llegar a España». Una odisea, un viaje infernal, que comenzó en 1991 en Camerún y acabó en 1996 en Puerto Real (Cádiz), donde fue trasladado desde Melilla por Cruz Roja y otras ONG. Cinco años de una diáspora por Nigeria, Costa de Marfil, Benin, Burkina Faso, Ghana y Malí, donde estuvo trabajando «en lo que fuera» y ahorrando para lograr llegar a la «ansiada» Europa.
«Creo que mereció la pena tan largo viaje, porque tuve la suerte de prepararme. Aprendí el idioma como pude, entendí que tal vez así podía comunicarme y que la gente me entendiera», indica esbozando una leve sonrisa. «A partir de ahí, no pasé tanto miedo, aunque, al principio, cuando veía un coche de policía, me provocaba cierta ansiedad». Recibió el permiso de residencia que «me permitió vivir más tranquilo».
Albert recorre los pueblos de Andalucía haciendo conciertos en pequeños locales con su makossa, «música tradicional del litoral de Camerún que se parece bastante al ritmo de la rumba. La música es la única frontera franqueable que existe». Lejos quedan sus estudios inacabados de Ciencias Económicas en su ciudad de origen. «Veinte años después de vivir en España, creo que somos xenófobos; hay un miedo latente al diferente, sigue el temor a explorar al otro que no es como tú, porque así también nos descubrimos nosotros, y reconocemos nuestras propias debilidades».
Mientras dormía en las calles de Melilla, las canciones del primer disco de Alejandro Sanz, 'Viviendo deprisa', fueron un aliciente para aprender el castellano. «Cuando llegué a la Península tuve que susurrar la canción al dependiente de la Fnac de Cádiz, porque desconocía quién era. Tuve suerte. No tengo que cantar tan mal, porque me entendió a la primera». A partir de entonces, su amor por España no le ha dejado de acompañar.
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