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Familiares de uno de los fallecidos se despiden del féretro, ayer en Bullas.
Catorce familias desgarradas

Catorce familias desgarradas

Las víctimas del accidente dejan a hijos, nietos y esposos que tratan de sobreponerse arropados por la solidaridad de todo el pueblo. «La tragedia se ha llevado por delante a gente humilde, trabajadora», recuerdan los vecinos

Javier Pérez Parra

Martes, 11 de noviembre 2014, 02:06

Carmen Mellado subía todos los sábados al cementerio a llevarle flores a su hijo pequeño. Hace décadas que murió atropellado, cuando solo tenía cinco años, pero ella no fallaba nunca. «Era de Pliego, pero desde que se casó vivía aquí, en el barrio del Cura. No viajaba, siempre estaba en casa. Esta vez se animó, y todo porque quedaba un billete libre. Se apuntó a última hora», contaban ayer, desoladas, sus vecinas, que trataban de hacerse hueco en un pabellón municipal atestado para estar cerca de los dos hijos y el marido que Carmen ha dejado atrás.

Todo el mundo en Bullas conoce a los catorce fallecidos en el terrible accidente de Venta del Olivo, y todos quisieron arropar a las familias. Dolores, trabajadora de la conservera El Mensajero, ha perdido de golpe a tres compañeras: Charo García, Carmen Pérez y María Gregoria Tamboleo. «Las tres eran extraordinarias. Con Carmen te reías muchísimo y Charo era muy extrovertida», recordaba. Unos 200 vecinos del pueblo trabajan en la conservera, que ayer cerró sus puertas en señal de luto, como la mayoría de tiendas y bares de la localidad. «En el autobús iban muchas compañeras. Además de las fallecidas hay varias heridas», aclaraba Dolores. «Hoy tendríamos que estar todas juntas trabajando en la campaña de la pera, pero aquí estamos», se lamentaba.

Charo García

Dos hijos adolescentes en la banda de música

Charo García tenía 51 años, toda una vida por delante y dos hijos aficionados a la música: un chico que toca la trompeta en la banda municipal y una chica que ha optado por el saxofón. Ayer, sus compañeros de la banda homenajearon a Charo y a los otros trece fallecidos, acompañando los féretros.

Juana María Ruiz también trabaja en la conservera. Conocía muy bien a Charo, pero sobre todo a Gregoria Tamboleo. «Es que no solo era compañera. Nos criamos juntas, éramos muy amigas. Mi familia y la suya son íntimas desde nuestros abuelos, cuando eran vecinos en la calle San Segundo. Tres generaciones, y ahora mi hija va con su hijo al IES Los Cantos», contaba. Gregoria deja dos hijos adolescentes. «La última vez que hablé con ella fue en verano, porque ahora estábamos cada una en un turno. Pero cuando coincidíamos siempre nos juntábamos. Como empezamos a las seis de la mañana, a menos veinte nos fumábamos nuestro cigarro. Luego, a las nueve, desayunábamos», relataba Juana María Ruiz protegida por sus gafas de sol.

Carmen Pérez y María López

«Siempre iban juntas; eran uña y carne»

La tercera de las trabajadoras de la conservera fallecida es Carmen Pérez Talón, que se sumó a la excursión para no dejar sola a su cuñada, María López, que tenía 71 años y también perdió la vida en el accidente. «Siempre iban juntas, eran uña y carne», confesaba Diego López, que conocía bien a ambas porque es yerno de María. «Mi novia me ha dicho esta mañana que no ha perdido una madre, sino a dos, y tiene razón». Diego y su pareja estaban cenando cuando una amiga les avisó de que se había producido un accidente. «Nos fuimos al hospital de Caravaca, y de allí nos mandaron al pabellón municipal de Bullas -recordaba-; aquí pasamos toda la noche, y a las seis de la mañana sacaron una lista con los heridos. Ni María ni Carmen estaban. Fue cuando supimos que habían muerto».

Ana María y Enrique

«Ella acababa de superar un cáncer de mama»

No es ésta la única familia que ha perdido a varios miembros en la tragedia. Los dos hijos de Ana María Martínez y Enrique Huéscar se han quedado huérfanos. «Eran un matrimonio encantador, muy unido. Tenían unos 60 años y ella acababa de superar un cáncer de mama», recordaban unas amigas. Ya jubilados, ahora estaban emocionados con sus dos nietos, las últimas incorporaciones a la familia. Junto a ellos viajaban en el autobús siniestrado dos hermanos de Enrique que sufrieron heridas leves.

Encarna Martínez y Ascensión Durán

Una luchadora con las manos llenas de callos

Ascensión Durán nació en Cehegín, pero vivía en Bullas desde que se casó. Tenía 44 años y dos hijos de 25 y 11 años. Trabajaba limpiando casas para sacar adelante a su familia. «A veces me enseñaba las manos, llenas de callos, y me decía: 'Hasta que no las tengas así no te quejes'». La anécdota la recuerda Antonio Fernández, propietario de un 'todo a cien' por el que Ascensión pasaba a menudo. «El viernes vino a la tienda a comprar una almohadilla para el cuello, para el viaje a Madrid. Estaba muy contenta. Era muy vivaracha».

Al viaje la acompañó su amiga Encarnación Martínez Melgar, que vivía en Bullas pero trabaja en Cofrusa, en Mula, su pueblo natal. Encarna era vital, optimista, aunque la vida le había propinado algunos reveses. Su hermana sufrió un grave accidente de tráfico, pero consiguió salir adelante. Tenía dos hijos y un marido, al que todos conocen como 'Miliki'. Juana Fernández y José María Guirado son amigos del matrimonio desde hace muchos años: «Nos fuimos de camping hace ya tiempo. Son gente humilde, trabajadora, como todos los que han muerto en ese autobús». Encarna formaba parte de la peña La Cebolla, un grupo festero muy popular en Bullas al que también pertenecen otros fallecidos y heridos en el accidente.

Gregorio de la Paz también conocía bien a Encarnación. «Soy primo de su marido», aclara. «Mi mujer trabaja en la conservera, así que muchas veces coincidíamos allí los cuatro, a la salida, porque nosotros íbamos a recoger a nuestras mujeres. Este viernes estuve de hecho hablando un rato con mi primo». Ninguno de los dos podía imaginar lo que vendría horas después.

Inmaculada García

La benjamina que se acababa de comprar un piso

Inmaculada García, de 34 años, es la víctima mortal más joven del accidente de Venta del Olivo. Acompañaba a su madre, que todavía se recupera en el Virgen de La Arrixaca. Administrativa en la empresa Envases Bullas, estaba «haciendo planes para independizarse, porque se había comprado hace nada un piso», contaba ayer una amiga íntima «desde los tiempos del colegio». Inma estaba soltera y deja tres hermanos.

Catalina Sánchez

Esperaba a su tercer nieto para marzo

Catalina Sánchez, 'Cati', era una de las organizadores de la tradicional excursión a Madrid para honrar a la madre Maravillas. Profundamente religiosa, vivía volcada en la parroquia de Bullas, y también en su familia. Tenía tres hijos y dos nietos. «Y otro en camino, para marzo», explicaba Esperanza Ayala, una familiar. «Quería mucho a sus hijos y a sus nietos, y jamás criticaba a nadie».

María del Carmen Marín

Su marido se recupera de las heridas sufridas

Catequista y miembro de la Hermandad de la Virgen, María del Carmen Marín tenía unos 40 años y era de Caravaca. «Hace dos días le llevé el recibo de la hermandad», contaba Juani López, todavía conmocionada. «La encontré como siempre, muy alegre». El marido, Francisco Fernández, sufrió heridas de consideración y se recupera en el hospital de La Arrixaca.

El sacerdote de Espinardo Miguel Ramón Conesa, que apenas llevaba un par de meses en Bullas, y Resurrección Fernández, de unos 50 años, cierran la lista de los fallecidos. Resurrección era ama de casa y viajaba con una hermana que ha conseguido sobrevivir a la tragedia.

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