![«Se hará muy larga la noche»](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/pre2017/multimedia/noticias/201411/10/media/75704139.jpg)
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Fernando Perals
Lunes, 10 de noviembre 2014, 00:54
«Son momentos muy difíciles en los que solo nos queda consolar a los familiares de las víctimas. Se hará muy larga la noche». El obispo de la Diócesis de Cartagena, José Manuel Lorca Planes, visitó en la madrugada del domingo el pabellón Juan Valera de Bullas, donde el Ayuntamiento ubicó el punto de información para comunicar a los vecinos el estado de las víctimas de la tragedia, ocurrida horas antes cerca de la Venta del Olivo. Muy afectado por lo ocurrido, el prelado se interesó por la situación de cada uno de los afectados en el accidente, en el que también falleció Miguel Conesa, párroco de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, que organizó el viaje al Cerro de los Ángeles de Madrid. En ese lugar se halla el convento de las Carmelitas Descalzas que fundó la Madre Maravillas de Jesús. «Solo podemos dar palabras de aliento a los que ahora sufren el dolor; no recuerdo una desgracia como ésta», reconoció el obispo.
Llantos, lágrimas. Rotos por el dolor. Hijos, padres, primos... y amigos de las víctimas fueron llegando desde las dos de la madrugada al pabellón. Allí les esperaban miembros de la Unidad de Auxilio Psicológico de Protección Civil, que atendieron a quienes lo necesitaban tras conocer que habían perdido a algún familiar. En los primeros momentos, casi nadie tenía noticias de sus allegados. El operativo tenía que cruzar los datos de Guardia Civil y de los hospitales donde se encontraban los heridos: centros en Hellín (Albacete), Cieza, Caravaca y Morales Meseguer y La Arrixaca, en Murcia. La información llegaba gota a gota y a veces era confusa. Algunos se enteraban por llamadas a través de móviles hechas por familiares. Entonces, los llantos y lamentos se entremezclaban con la inquietud de aquéllos que se dirigían a los hospitales. Protección Civil dispuso taxis y ambulancias para el traslado a las distintas clínicas. La noche transformó el centro deportivo en un gélido lugar, que los voluntarios trataban de disipar con mantas y bebidas calientes. El trasiego se convirtió en rutina. Eran cerca de las 3.30 horas y cada vez llegaba más gente. La noticia se extendía por la localidad, un pueblo agrícola de cerca de 12.000 habitantes.
Las causas del trágico accidente copaban los comentarios. Algunos aseguraban que se oyó decir al conductor: «¡Me fallan los frenos; no me responden¡», pero nadie tendrá la certeza de lo ocurrido hasta que la Guardia Civil finalice la investigación.
«Necesitan una labor de ayuda importante, de contención emocional», explicaba Juan José López, uno de los encargados de la Unidad de Auxilio, refiriéndose al trabajo específico de psicólogos y voluntarios. Ellos también necesitaban apoyo. «Mañana (por hoy) tendremos una reunión para que todos expresen esta experiencia única e inolvidable. Tienen que soltar todas las emociones que el suceso les ha provocado», añadía dejando brotar las lágrimas. Recordaba sus primeros trabajos en Protección Civil. Un camión, cargado con 30.000 litros de gasolina, arrolló a una decena de personas en la pedanía murciana de El Palmar. «Aquéllo me impactó tanto que aún lloro cuando viene a mi memoria. Ahora, estos chicos están viviendo algo parecido. Jamás lo olvidarán», aseguraba Juan José.
Gritos y desconsuelo
Poco después de las cuatro de la madrugada entraron al recinto deportivo el alcalde de Bullas, Pedro Chico, y director general de Emergencias, Luis Gestoso, que informó del centro hospitalario en el que estaba cada uno de los heridos. Cuando le preguntaban por personas a las que no había citado, un leve encogimiento de hombros les hacía suponer el trágico desenlace. Fue el primer edil bullense el que atendió a una persona que cayó en sus brazos, destrozada por la noticia. Algunos de los presentes irrumpieron en llantos inconsolables, con gritos de dolor por la pérdida de sus seres queridos. Rápidamente fueron asistidos por miembros de Protección Civil y personal sanitario, que les llevaron a unas salas más íntimas para ser atendidos por los psicólogos.
Chico comentaba que «en el pueblo todos se conocen y prácticamente todos los vecinos tienen algún familiar o amigo herido o fallecido, por lo que lo ocurrido se está viviendo con mucho dolor y consternación en cada rincón de Bullas». También confirmaba que algunos de los peor parados en el autocar accidentado eran trabajadores de la fábrica conservera Pérez Escámez.
El tenso silencio se veía interrumpido de vez en cuando por lamentos, mientras los más afectados buscaban la soledad en algún rincón del edificio para llorar la desgracia. La tristeza era un denominador común entre el más del centenar de ciudadanos que a las 5.30 de la madrugada aún se encontraban en el pabellón. Los primeros rayos de luz de la mañana desvelaron el verdadero alcance del peor accidente de un autobús de los últimos 14 años.
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