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NOCHE DE CUENTO. Un momento de la actuación de Renè Aubry y su banda, el domingo por la noche, en la Catedral Antigua. / P. SÁNCHEZ / AGM
La fantasía rítmica de Renè Aubry
LA MAR DE MÚSICAS 2008 ESPECIAL FRANCIA

La fantasía rítmica de Renè Aubry

El majestuoso y lírico compositor francés ilumina con su actuación la Catedral Antigua

BELÉN PALANCO

Martes, 15 de julio 2008, 03:50

A la luz de las candelas, el compositor francés René Aubry y sus seis músicos iluminaron con sus ritmos llenos de fantasía a unas decenas de privilegiados en el concierto que ofrecieron el domingo por la noche en la Catedral Antigua de Cartagena.

Con suavidad, las yemas de los dedos de Aubry se deslizaron sobre las cuerdas de una guitarra flamenca interpretando Sirtaki a Helsinki para despertar los primeros acordes de un espectáculo inolvidable en La Mar de Músicas.

Lirismo de cuerdas, vientos y percusiones en una noche en la que la brisa jugaba con las llamas de las candelas y las antorchas encendidas, que proyectaban sombras suaves a un auditorio muy especial: el interior de una catedral en ruinas que data del primer periodo del Medievo.

Y las manos de los músicos escribieron cuentos entre las piedras polvorientas del templo, destruido durante la Guerra Civil española y ahora integrado en el recién inaugurado Museo-Teatro Romano. El espectáculo se convirtió así en un recital de poemas melódicos del último disco del músico galo, Play Time, en el que el vacío de la edificación se llenó y la nada se hizo todo.

Rigor y disciplina abanderaron los intérpretes para dejar que la intuición escuchase el caminar de su sensibilidad, mientras el público, estupefacto, se embriagaba con temas como Memoires y Après la pluie, en los que las cuerdas de las guitarras emanaban un tintineo de alegría. Fue un concierto inmerso en un estado de fantasmagoría nocturna bajo un cielo de densas nubes.

La guitarra y el doble bajo perdieron por instantes su condición de nobles cuerdas y sus cajas se convirtieron en instrumento de percusión. Profundo fue el concierto que Aubry ofreció en la parte más elevada del casco histórico de la ciudad.

El compositor hizo junto a sus músicos -Marco Quesada, Stefano Genovese, Daniel Beaussier, Marc Buronfosse, Antoine Banville y Jean-Marc Ladet- que los instrumentos se rindiesen ante estos hombres con oídos de sabio.

Melodías arrancadas de la antigüedad con sonoridades que dejaron poso en la memoria del oyente se sucedieron como en un tiovivo hasta el final del viaje (Quintete, Rose y Steppe). Y el tiovivo dio paso a la cajita de música con los compases de Blue Lady.

El concierto fue metafísica con notas danzantes y René Aubry demostró que es un rapsoda con manos creadoras de notas metafóricas que, pintadas en papel de arroz japonés, hacen visionar un cuento inmortal y oral en el que el rocío madruga en cada amanecer.

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