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El Mar Menor no deja de sorprender. En plena ola de calor, el ecosistema lagunar muestra una «tendencia general de estabilización de sus condiciones ambientales», con «una mejora general de la transparencia del agua, una adecuada oxigenación y bajas concentraciones de clorofila», según el último informe de seguimiento del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CISC). Estos resultados contrastan con las «continuas y masivas entradas de agua y nutrientes de origen antropogénico», señala este organismo de investigación del Estado, lo que sugiere que el humedal «cuenta aún con mecanismos efectivos de transformación y control» que atenúan los efectos directos de estas intrusiones en superficie y desde el acuífero.
El IEO-CSIC advierte, sin embargo, de que esta «tendencia aparente de estabilización del ecosistema basada en los bajos niveles de clorofila o de nutrientes disueltos en el agua obtenidos en los últimos meses no debería interpretarse aún como un síntoma de buen estado ambiental» del Mar Menor. «Como se ha encontrado en los episodios de agravamiento severo de la eutrofización que han ocurrido previamente en la propia laguna, estos mecanismos de transformación y control de los aportes no impiden que bajo determinadas condiciones, no bien entendidas todavía, se movilicen los nutrientes en el ecosistema dando lugar a 'blooms' fitoplanctónicos y episodios de agravamiento de la eutrofización», puede leerse en el informe que firma el investigador del Centro Oceanográfico de Murcia Juan Manuel Ruiz.
«En consecuencia», añade, «si bien existen indicadores de mejora en la calidad del agua del Mar Menor en los últimos meses, estos periodos podrían reflejar la complejidad de los procesos y mecanismos que responden a la eutrofización, en lugar de ser una señal clara de una mejora del estado general del ecosistema».
El Instituto Español de Oceanografía excluye de esta «aparente estabilidad» la extensa área de la laguna en la zona centro-oeste, que abarca desde la isla Perdiguera hasta el tramo de costa entre Los Alcázares y Los Urrutias, donde se observa desde hace meses una enorme mancha blanquecina. «Los datos más recientes de este informe indican que la intensidad de dicho fenómeno se suavizó debido a un efecto de dilución causado por la entrada de agua dulce durante las lluvias. Sin embargo, después de las lluvias, las características de la masa de agua blanquecina y su extensión volvieron a restablecerse», informa el IEO.
Los investigadores del IEO avisan de que el Mar Menor sigue sujeto a cambios, y que en esta evolución de dirección incierta influirá el calentamiento del agua que se está observando durante las últimas semanas, con una temperatura media de 31 ºC registrada este mismo jueves, a solo 2,5 décimas de la máxima histórica, medida a finales de julio de 2022. «A juzgar por las temperaturas actuales, parece que esta tendencia continúa», señalan.
A los científicos les preocupa también la tendencia ascendente del pH, que ha experimentado un incremento neto de 0.5 puntos desde 2016, y la baja salinidad, que se mantiene por debajo de 44 gramos/litro «desde los episodios extremos de lluvias torrenciales ocurridos en el periodo 2019-2020».
El informe del IEO no descarta que si se producen cambios en las condiciones ambientales (tanto en el ámbito marino como terrestre), «los nutrientes que entran en la laguna de forma continua y masiva podrán estar de nuevo disponibles para el fitoplancton y desencadenar eventos extremos de agotamiento de oxígeno, tal y como pudimos comprobar en el verano de 2021». Por ejemplo, si persiste el calentamiento progresivo de las aguas de la laguna, que «puede actuar erosionando y mermando la eficacia de dichos mecanismos de control a nivel ecosistémico».
Pero si el «actual estado aparente de estabilidad se mantiene a largo plazo, la mayor temperatura y disponibilidad de luz en el fondo podrían traducirse en la aparición de síntomas de recuperación de algunos componentes clave del ecosistema, como las praderas marinas», aventura el IEO.
El informe del IEO repara también en la reciente explosión de medusas 'huevo frito' en el Mar Menor. Los expertos aseguran que su presencia masiva se debe a una combinación de factores que han activado sus pólipos, como el calentamiento del agua, la mayor disponibilidad de luz por la transparencia del agua y la disponibilidad de alimento (nutrientes) en el medio acuático. Se aconseja no colocar redes de protección, por la fragmentación de los celentéreos, que seguirían llegando a la orilla de todos modos, y se afirma que no se les puede considerar organismos filtradores que mejoren la calidad del agua. ¿Qué se puede esperar cuando las medusas vayan muriendo? «Por un lado, una vez completado el ciclo de vida, la biomasa acumulada de las medusas muertas podría causar algún episodio de deterioro de la calidad del agua y del sedimento en alguna zona de la laguna. Pero por otro lado, al morir son una fuente de alimento fundamental para muchas especies de peces, crustáceos y otros organismos. Son una fuente de proteínas (especialmente colágeno) muy importante para el ecosistema y su impacto puede ser muy positivo para el ecosistema».
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