Secciones
Servicios
Destacamos
A Ivan Hunchenko los rusos le volaron una parte importante de la carne de las piernas con dos granadas el 15 de marzo del año pasado durante el infructuoso intento por tomar la capital ucraniana, Kiev. A pesar de que se le veía incluso el ... fémur, tuvo la sangre fría para grabar cómo lo ponían sobre una camilla. En el vídeo incluso se escucha su risa. Un mes después se entrevistó con este periodista en el Hospital Militar de Leópolis, donde se recuperaba en una silla de ruedas con multitud de clavos sujetándole los huesos e injertos parcheando sus piernas. «Si vuelvo a caminar, regresaré al frente», prometió el 24 de abril, exactamente dos meses después del inicio de la invasión rusa.
Este mes ha cumplido su palabra. Y, en esta ocasión, recibe a este diario de pie y en el frente del Donbás, muy cerca de Bakhmut. Se escuchan claramente los intensos combates de la zona, con el retumbar sordo de la artillería y el repiqueteo de las ametralladoras, pero él está tan tranquilo como hace diez meses. «No me han quedado muchas secuelas: solo puedo mover el dedo gordo del pie derecho y eso me dificulta correr rápido y durante tiempo prolongado», resta importancia este hombre de 37 años en una pequeña cafetería que aún se atreve a servir bebidas y pinchos morunos a los militares, porque hace ya tiempo que los civiles huyeron.
La recuperación de Hunchenko no ha sido fácil. Después del tratamiento inicial en Ucrania, fue trasladado a la ciudad alemana de Aachen para someterse a tres complicadas operaciones quirúrgicas adicionales. «Estuve allí entre mayo y agosto, y los gastos corrieron a medias entre el hospital y la ciudad», comenta agradecido. «Como civil podría hacer una vida completamente normal, y el Ejército me ofreció una retirada honrosa. Pero creo que tengo la responsabilidad de hacer todo lo posible por mi país, así que decidí reincorporarme», añade.
Hunchenko ha logrado superar el recelo de sus compañeros, que tenían dudas sobre sus capacidades, y lucha ahora en el turno de noche: de seis de la tarde a seis de la mañana. «La situación es complicada, los ataques rusos son constantes», explica con una deliberada escasez de detalles, consciente de que hay mucha información delicada que no debe revelar. «Contamos con armamento suficiente para defender nuestras posiciones, pero no para atacar y avanzar. Lo estamos esperando», afirma.
El soldado elude pronunciarse sobre el papel que las armas prometidas por las potencias occidentales pueden jugar en el campo de batalla. «Eso es algo que deben decidir mis superiores», zanja cuando se le pregunta sobre la diferencia que pueden marcar los tanques Leopard o equipos de artillería más avanzados y potentes. Lo que sí menciona es la debilidad de la Fuerza Aérea, que se podría fortalecer considerablemente con los cazas que Kiev demanda. «Ucrania no solo lucha por su territorio y nos sentimos arropados, pero nuestros socios titubean demasiado a la hora de enviar suministros», dispara.
En cualquier caso, Hunchenko dice que no tiene tiempo para pensar sobre el simbolismo de la visita de Joe Biden a Volodímir Zelenski y prefiere centrar la conversación en cuestiones personales. «La moral de la tropa continúa alta y espero que la guerra acabe este año», asegura esperanzado. Si lo hace, él retomará su trabajo como decorador de interiores en la región de Dnipropetrovsk y ahorrará un enorme sufrimiento a su mujer y a su hijo adolescente. «Tiene 13 años y la guerra ha cambiado su percepción de los rusos. Ha comprendido la importancia de fortalecer la identidad ucraniana y ha dejado de consumir contenido ruso», cuenta.
No obstante, Hunchenko es consciente de que la pesada mochila emocional con la que –si sobrevive– saldrá de la guerra puede ser un lastre para disfrutar de una vida normal. «Unos ocho meses después del ataque en el que me hirieron comencé a sufrir pesadillas. Soñaba que Kiev caía», relata el soldado profesional, que comenzó su carrera en 2015 tras la anexión rusa de Crimea. «Ya hace cinco años tuve que acudir a un psicólogo, porque sufría síndrome postraumático. Sentía rabia hacia una sociedad que consideraba indiferente lo que sucedía. Y estoy convencido de que tendré que volver a pedir ayuda psicológica para tratar de reintegrarme», avanza en tono grave.
Pero Hunchenko asegura que ahora no le indigna que parte de la población, sobre todo la más adinerada y residente en Kiev, vaya de fiesta y disfrute de una vida normal. «Están en su derecho. Lo único que pido es respeto hacia quienes nos jugamos la vida para proteger su libertad y la soberanía del país», explica. Y reconoce que le duele la actitud de algunos 'influencers' y blogueros que han alentado un debate sobre lo que consideran la excesiva remuneración de los soldados, que está fijada en unas 100.000 grivnas al mes (2.500 euros) para quienes combaten en el frente y en 30.000 grivnas (750 euros) para el resto.
«Ya han logrado que se retire el extra de 30.000 grivnas que les pagaban a los reclutas que estaban haciendo el servicio militar, que son los primeros que mandan al frente a pesar de tener poca experiencia. Creo que es injusto. En el hospital conocí a uno que hacía la mili y que había sido el único superviviente del combate de su unidad en Mariúpol. Me parece lógico que se recompense su valentía», opina en tono crítico, subrayando que, además, los soldados tienen que pagar de su bolsillo muchos de los gastos derivados de la lucha. «Hay gente que cree que vamos a la guerra por dinero. Yo ni siquiera pregunté si me iban a pagar», sentencia molesto.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.