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Para la tradicional respuesta que da la oposición al discurso del presidente, el Partido Demócrata podía haber contrapuesto la visión del progresismo al que Donald ... Trump ha declarado una guerra sin rehenes, pero prefirió apostar por recuperar el interés de votantes más conservadores a través de la recién jurada senadora de Michigan, Elissa Slotkin, «donde literalmente se inventó la clase media», recordó.
La exanalista de la CIA, desplegada en Irak y respaldada por la congresista republicana Liz Cheney, no cuestionó tanto los objetivos del presidente sino sus formas. «EEUU quiere el cambio, pero hay una forma responsable de hacer ese cambio y otra temeraria», dijo. «Podemos hacer ese cambio sin olvidarnos de quienes somos como país y como democracia».
Su propuesta caía en oídos sordos para el electorado desencantado con el cambio de Barack Obama, de quien fue asistenta del Secretario de Defensa para asuntos de Seguridad Internacional, y del status quo de Joe Biden. El mismo que no creyó en Kamala Harris para traer la ruptura con el orden establecido que ha dado Trump. Como hija de un republicano y una demócrata, de aquellos tiempos en los que «los valores compartidos eran más que ningún partido», Slotkin buscaba apelar a los votantes tradicionales que ahora son parte de esa clase media venida a menos encandilada por Trump. Esos republicanos de Reagan, un presidente que «estaría retorciéndose en su tumba» si hubiera visto «el espectáculo» de Zelenski en el Despacho Oval. «Todos queremos acabar con la guerra de Ucrania, pero Reagan comprendía que la verdadera fuerza de EEUU era combinar nuestro poder militar con la claridad moral, y la escena del Despacho Oval solo era un mal episodio de reality show», sentenció.
Por encima de las guerras de ultramar está el sueño americano al que todos quieren aferrarse. Los demócratas ahora coinciden con Trump en que lograrlo pasa por «fabricar más cosas en EEUU, con trabajos sindicados -en eso discrepan- bien pagados y traer la cadena de suministro de lugares como China», recetó. Slotkin anticipa que el caos de Trump no conseguirá esos objetivos, ni reducirá los precios o mejorará el nivel de vida. «Para aquellos que estén al tanto, la deuda nacional sigue subiendo, no bajando. Y si no tiene cuidado nos meterá directos a una recesión», vaticinó.
Slotkin denunció que los aranceles de Trump a aliados como Canadá elevarán los costos de energía, madera y automóviles, afectando a los trabajadores y agricultores. También alertó sobre un posible aumento de los costos de salud y medicamentos, así como sobre el riesgo de que el presidente financie sus políticas con recortes a los subsidios de seguros de salud para beneficencia y tercera edad, que ha prometido no tocar.
El principal temor de los estadounidenses es que el nuevo gobierno no pueda controlar los precios, que «siguen subiendo», recordó. Trump ha culpado a su antecesor de disparar el de los huevos, símbolo inflacionario de campaña, que escasean y aparecen en las estanterías de los supermercados a más de doce dólares la docena, cuando los hay en existencia. Su advertencia es que el presidente gobernará para «sus amigos millonarios», a los que pasará los beneficios de sus reformas. «Y vosotros pagaréis con cada aspecto de vuestras vidas», auguró.
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