![JR-15, el escándalo del primer fusil para adolescentes](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/202301/30/media/Clipboard-0260.jpg)
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Un niño de seis años. Un arma. Un colegio. Con solo esos tres elementos se compone uno de los inauditos dramas estadounidenses que reabren cada cierto tiempo el debate sobre las armas de fuego. El último ocurrió en Newport (Virginia) el 6 de enero. El ... niño cogió la pistola de sus padres. La guardó en su mochila. Acudió al colegio. Primaria. Como un día cualquiera. En medio de la clase se levantó. Sacó el arma. Apuntó. Y disparo a su profesora, Abigail Zwerner. La bala le atravesó una mano y quedó alojada en su pecho. Quedó malherida.
Apenas un par de días antes del suceso de Newport, comenzó a comercializarse el JR-15. Un «rifle de entrenamiento para jóvenes» que «funciona como el arma de mamá y papá». Una asombrosa publicidad para un pertrecho muy similar al AR-15 de uso militar, el fusil de asalto preferido por los tiradores múltiples. El primero es una suerte de versión juvenil. Un rifle semiautomático ligero y más corto que su hermano mayor. Pesa un kilo, apenas mide 84 centímetros y los primeros modelos llevan impresa la imagen de una calavera infantil con un parche en el ojo y un chupete. Humor a sangre fría.
Presentado en la feria especializada de Las Vegas, el JR-15 es el primer arma enfocada directamente y sin ambages al mercado juvenil. Lo fabrica una empresa de Chicago, Wee 1 Tactical, que explica cómo el tamaño, el peso y la forma de la culata se adaptan mejor a las posibilidades de un joven. Ni el cañón se desviará hacia el suelo vencido por la gravedad ni el retroceso lastimará al tirador. La compañía se declara satisfecha de fomentar la «orgullosa tradición estadounidense de posesión responsable de armas para la próxima generación». La vende como una «herramienta» para la caza o el tiro deportivo. La posibilidad de apretar un gatillo (incluso de poder matar) en la adolescencia cuesta 356 euros. La ronda de diez balas del calibre 22 se suministra con el paquete. Todo por un precio ligeramente superior a una bicicleta infantil.
«Una gran tradición americana. Una pequeña pieza de la libertad estadounidense». Bajo el reclamo de esta épica que preside la web del JR-15, el fabricante ha causado un enorme shock en un importante sector de la sociedad civil. Incluso las agencias de verificación de noticias han tenido que garantizar que la información es auténtica. Las organizaciones de familiares de víctimas de armas de fuego consideran que se ha transgredido la «última frontera» moral mientras el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, califica al JR-15 de «repugnante». «Lo último que debemos hacer es reducir el tamaño de estas armas de guerra mortales y luego comercializarlas entre los niños», sentencia.
La derecha recalcitrante y fanática de la autodefensa armada, en cambio, ha recibido la iniciativa como un desarrollo lógico de los derechos que ampara la Constitución. Algunos expertos explican que el sistema de seguridad del fusil lo convierte en el menos peligroso para el aprendizaje y garantiza el cumplimiento de la ley. Y otros consideran que es mucho peor que un preadolescente coja el revólver de su padre y lo dispare por error. Estados Unidos registró el año pasado 44.000 muertes vinculadas a las armas de fuego. La mitad tuvieron como origen accidentes –en un estimable porcentaje protagonizados por menores–, homicidios o casos de defensa propia. El resto se trató de suicidios. Pero este dato también eleva la alarma: ¿Hasta qué punto es seguro para sí mismo que un muchacho con menor madurez psicológica o una inferior resistencia a la frustración sepa utilizar con soltura un fusil?
La congresista republicana Marjorie Taylor Greene sugirió en su momento que los niños que perdieron la vida acribillados en la escuela elemental de Uvalde el pasado 24 de mayo deberían haber estado armados. «Al menos podrían haberse defendido porque nadie más lo hizo», escribió en una red social, en alusión a la polémica por la nula eficiencia de la Policía en la intervención, que ha supuesto despidos masivos en el cuerpo. Para muchos, la aseveración den Greene es la hipérbole de la conciencia ultra y conspiranoica que, por ejemplo, dio pie al asalto al Capitolio. En Uvalde, el asesino más despreciable de Texas, Salvador Ramos, de 18 años, utilizó precisamente un AR-15. La copia adulta del JR-15. El joven vació cargadores completos contra los alumnos. Diecinueve niños y dos maestras yacen en el cementerio. Esta semana pasada. algunos de sus allegados han viajado a Washington para exigir en el Congreso una restricción más severa sobre las armas.
Mientras intentan vencer la resistencia de los republicanos a un mayor control, en su casa, en Uvalde, las historias más bellas siguen descomponiéndose. Annabell y Xavier están enterrados juntos. Dos niños que se querían y murieron uno al lado del otro. El fantasma del asesino sigue en la comunidad como una presencia pegajosa. Mayah sobrevivió a la matanza. Pero nunca pudo volver a cruzar delante de la casa de su vecino Salvador. El rapero Bad Bunny le compró a su familia otra vivienda lejos de allí. En septiembre el colegio reabrió las puertas. Más de un centenar de padres han sacado a sus hijos y los han matriculado en otros centros. Los profesores llevaban una camiseta con el lema 'Juntos nos levantamos'. Se han levantado grandes vallas metálicas alrededor. Allí, el JR-15 es un proscrito.
El recuerdo de la masacre infantil se ha enardecido estos días con su estreno publicitario. La inoportunidad es mayúscula. Cruel. El país ha registrado seis tiroteos este mes de enero que han segado 39 vidas. Entre ellas hay un bebé de seis meses. En ese contexto, el fabricante muestra una imagen de un niño que mira sobre el rifle acompañado de un texto: «Desde la fundación de nuestra nación, las familias han transmitido el amor por la caza y los deportes de tiro de una generación a otra. Los padres y tutores que desean preservar esta tradición han asumido la responsabilidad de enseñar a los niños el uso seguro y responsable de las armas de fuego. El JR-15, un rifle deportivo 22LR, está diseñado para facilitar eso, haciendo que las primeras experiencias de tiro de un joven sean seguras e instructivas», reza una campaña más próxima a la América de promisión que a una fría propaganda sobre rifles semiautomáticos.
«Debemos detener la lluvia de balas en todo el país y detener esta horrible campaña de marketing, no solo para que se detenga, sino para que otros fabricantes no lo hagan», ha dicho escandalizado el senador Schumer. Los analistas publicitarios sostienen que, más allá del propio fúsil, es su descarada forma de promoción lo que resulta más temible. «Este es un gran paso adelante en el sentido de que (la compañía) no solo fabricó un rifle de asalto para niños, sino que diseñaron la publicidad para atraer directamente a los niños», afirma a 'The Post' Josh Sugarmann, director ejecutivo del Centro de Políticas de Violencia.
Un grupo de demócratas en el Senado ha iniciado los trámites para exigir a la Comisión Federal de Comercio que investigue la campaña de Wee 1 Tactical. Pero ni siquiera eso está claro que vaya a producirse. La legislación estadounidense prohíbe vender armamento a los menores de 18 años, pero en diversos Estados no existe impedimentoalguno a que sus padres se las compren. El único requisito consiste que se comprometan a mantenerlas en condiciones seguras (sin munición y dentro de un armero), aunque el precepto frecuentemente lo incumplen los propios progenitores. Muchos propietarios argumentan que, en casos de allanamiento, sería muy difícil defenderse a tiempo con un arma descargada y bajo llave.
En el caso del JR-15, el fabricante se ha encargado de cubrir esta responsabilidad. Afirma que su fusil no se vende directamente a los menores, sino a adultos que quieren instruir a sus hijos con seguridad y que incorpora un dispositivo para brindar un «nivel adicional» de protección inexistente en «ningún otro rifle en producción». Aun así, a personas como el senador Alex Padilla les sangran estas palabras. Para él, el debate es mucho más profundo que las características del JR-15. Se trata de una tendencia. De que los fabricantes de arsenales están «imponiendo descaradamente estas armas de guerra a nuestros hijos» difundiendo «una cultura de caos y miedo donde las vidas de los estadounidenses valen menos que las ganancias».
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