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SEGURIDAD

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Claves para una frenada segura

Francisco J. Fernández Cañavate

Martes, 5 de marzo 2019

Los frenos de un automóvil son esencialmente un mecanismo que transforma energía cinética en energía térmica mediante fricción. Cuando se enfrían, se disipa energía térmica y disminuye la velocidad. Además, la fuerza angular en el punto de contacto entre pastillas de freno y rotor del disco del freno proporciona un momento mecánico que se opone al giro del rotor.

La capacidad de frenada está limitada por el máximo agarre disponible de los neumáticos al firme, incluso en el caso del ABS. Este agarre lo proporciona la fuerza descendente que presiona el automóvil contra el firme, que depende del peso del vehículo. Por ejemplo, en un automóvil que pesa 1000 kg, si el peso se distribuye uniformemente, tendrá 250 kg de carga aerodinámica por neumático para generar fricción con el asfalto. Al frenar, el automóvil tiende a levantar su parte trasera, y sus 1000 kg se 'transfieren' a la parte delantera.

El frenado siempre se debe completar progresivamente en tramo recto antes de una curva, ejerciendo una presión lo suficientemente fuerte y de una sola vez, de manera que los neumáticos se agarren al asfalto y tengan giro suficiente para «obedecer» las órdenes de la dirección. Al final de la frenada iremos disminuyendo la presión sobre el pedal con suavidad, acompañándola con una reducción de marchas. El vehículo tendrá más peso en el eje delantero, perderá velocidad y, en ese instante, comenzaremos a hacer las reducciones.

En vehículos no equipados con ABS, si pisamos a fondo el freno, el efecto inmediato será el bloqueo de las ruedas y un alargamiento de la frenada, perdiendo el control del coche, que sigue su propia inercia. Incluso es posible que siga la inclinación de la carretera, aunque las ruedas estén giradas en sentido contrario. El ABS logra que no se bloqueen las ruedas y se mantenga la estabilidad, evitando el deslizamiento, aunque no disminuye la distancia de frenada, error muy común, que lleva a reducir la distancia de seguridad. La presión ejercida sobre el pedal habrá de ser siempre la misma, sin llegar a fondo, para evitar el bloqueo de las ruedas. Si pese a ello se

bloquean, habría que aliviar la presión ejercida sobre el pedal, para mantener la dirección del coche. Frenazos bruscos intermitentes pueden hacer derrapar al vehículo.

En curva, lo ideal sería colocar las ruedas rectas, frenar, y con el coche equilibrado y reducida la velocidad, volver a girar para tomar la curva. De otro modo el coche tenderá a deslizar de atrás.

Disminuyendo la presión de frenado, el peso vuelve a las ruedas traseras y se recupera la adherencia en ese eje.

En situaciones de emergencia, reaccionamos pisando el freno con fuerza hasta bloquear las ruedas. Al percibir que nos dirigimos directamente contra un obstáculo, giramos el volante para evitarlo, pero las ruedas estarán bloqueadas y el coche continuará recto contra el obstáculo.

Para que las ruedas delanteras vuelvan a girar, se debe disminuir levemente la presión sobre el pedal. Así, las ruedas tenderán a moverse y recuperarán el giro y la dirección, evitando el obstáculo. Nunca debemos mirar al obstáculo, ya que instintivamente no aflojamos la presión sobre el pedal. La vista debe ir dirigida, siempre, al lugar al que se quiere llevar nuestro vehículo.

No debemos soltar todo el pie del freno porque el coche se lanzará otra vez, ni frenar a golpes porque así alargaremos considerablemente la frenada.

En las frenadas de emergencia debemos pisar simultáneamente embrague y freno, tanto con ABS como sin él, para desconectar el motor de la transmisión y que no interfiera en la frenada, equilibrando pesos y consiguiendo una frenada más estable.

Francisco J. Fernández Cañavate Dr. Ingeniero Industrial, profesor titular de Universidad, director del departamento de Expresión Gráfica de la Universidad Politécnica de Cartagena.

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