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LOLA GRACIA @LOLAGRACIA2
Lunes, 9 de febrero 2015, 13:05
¿Es posible enamorarte de alguien después de un interrogatorio de 45 minutos con otra persona? La respuesta es sí. De hecho, este experimento se realizó: un hombre, una mujer, heterosexuales, entran cada uno por una puerta distinta a un laboratorio y comienza el juego.
Let's play!
No importa que el laboratorio sea un lugar casi inhóspito y palmariamente neutral. Eso sí, necesitamos a dos sujetos dispuestos a intercambiar parte de su vida personal entre ellos, lo cual no es sencillo ¿Le contarías a un perfecto desconocido cuándo fue la última vez que cantaste a solas? ¿Tienes una corazonada secreta de cómo vas a morir?
El psicólogo Arthur Aron creó hace 20 años un cuestionario con 39 preguntas, divididas en sets de 45 minutos cada uno, como una herramienta para generar intimidad.
Si accedes al experimento, no te queda otra que intercambiar esta información confidencial sobre ti -¿Cómo sería un día perfecto?¿Qué tres cosas crees que tienes en común con tu interlocutor?- y, tachán, el remate final es permanecer frente al otro cuatro minutos en silencio mirándole fijamente a los ojos.
Aron cuenta que la primera vez que realizó el experimento consiguió que dos de esos interlocutores se casaran seis meses después y «aún siguen juntos», añade satisfecho el psicólogo. Desconocemos la suerte que corrieron el resto de sujetos experimentales (llamémosles así para salvaguardar el contexto científico).
Pero ahí no acaba la historia. El pasado mes de enero, Mandy Len Catron publicó un artículo en 'The New York Times' contando su peripecia con dicho experimento aunque con ligeras variantes. Escogió a alguien más o menos conocido para realizarse mutuamente estas preguntas y sospecho que entre ellos ya existiría una atracción mutua. Sí, finalmente se enamoraron aunque, como explica Mandy, el primer paso para enamorarte es querer hacerlo. De hecho, hay una canción del songbook americano titulada así, 'Let's fall in love'. La letra lo dice muy claro: «es una coartada sentimental y mental». Total, nada. Cuánto ha perdido el mundo de la música de 50 años para acá
Lejos de creer que el amor es algo que surge de forma mágica -que algo de magia tiene, sin duda-, las personas que se enamoran están predispuestas a ello. Da igual su situación: casadas, solteras, divorciadas. Si alguien te encaja -quizá por su físico primero, o por algo de simpatía después- todo es posible. De hecho, la actual pareja de Mandy le dijo: «Sospecho que, dadas unas cuantas cosas en común, podríamos enamorarnos de cualquiera. Si es así, ¿cómo elegimos a alguien?»
Mandy querrá mucho a su nuevo novio, pero me parece una estupidez eso de que «podríamos enamorarnos de cualquiera», porque aunque la canción 'Let's fall in love' habla de nuestras propias coartadas, aunque somos menos libres de lo que en realidad creemos -nuestro pasado, nuestras creencias, nuestra educación nos condicionan hasta de la persona en la que nos fijamos- siempre existe un factor inasible, el duende, el misterio.
El cuestionario no tiene desperdicio: «Dile a tu compañero qué te gusta de él; sé muy honesto esta vez y di cosas que no dirías a alguien que acabas de conocer; ¿cómo te sientes con respecto a tu relación con tu madre?; di tres frases usando el pronombre nosotros».
Quizá Arón haya dado con la clave para romper los muros que nos separan y que están creando un mundo de solitarios. Quizá la ciencia sea, después de todo, la respuesta más eficaz al milagro del amor; o a la tontería del amor. Quizá debiéramos mandar al cuerno el imaginario de canciones románticas y tóxicas, salvo 'Let's fall in love'.
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