Secciones
Servicios
Destacamos
Café por la mañana, a media mañana, después de comer, a media tarde o café por la noche. Mi padre lo prefería cargado, negro y ... amargo y, también, después de cenar. El café tiene un ejército de apasionados, no solo por necesidad o adicción, sino por el placer de olerlo y degustarlo. Solo pensarlo, evoca recuerdos y emociones. Aunque la producción de café está en peligro por el calentamiento global, actualmente, cada día, se consumen unos 3.000 millones de tazas y, si se asegura su sostenibilidad, tanto del cultivo como de las condiciones de vida de las familias que lo cultivan, en 2050 serán 4.500 millones de tazas diarias.
Consumido con moderación, no más de 2-3 tazas al día, el café es saludable. Además de la cafeína, estimulante cerebral que inspira la creatividad, contiene activos antioxidantes. El café es rico en harmol, que modula la supervivencia celular, favorece las funciones metabólica y muscular, reduce los índices de fragilidad del envejecimiento y aumenta la degradación de la alfa-sinucleína, protegiendo del parkinsonismo.
El café posee un legado milenario intangible. Starbucks no ha hecho más que actualizar y globalizar su concepto, así como el de las cafeterías. Desde hace casi 5 siglos, los árabes se reunían en torno al café en lugares públicos. Al área donde lo degustaban, socializaban y hacían negocios, lo llamaron cafetería que, por metonimia, se transformó en café. Con los siglos, ese espacio de encuentro, «tan grato para conversar», fue protagonista de la vida bohemia, filosófica, literaria y política en muchos países, incluidas las tertulias hispanas.
A finales del XIX, en París, destacaron Le Deux Magots, en Saint Germain, o los cafés del Boulevard Montparnasse, barrio intelectual en el que, desde 200 años atrás, evocando al Monte Parnaso habitado por Apolo y las musas, los poetas declamaban poesías. En septiembre de 1888, el postimpresionista Vincent Van Gogh, queriendo plasmar escenas de amistad, eligió pintar un café, donde se come y se bebe en compañía. Inspirado en la noche estrellada parisina descrita en el libro Bel-Ami, de Guy de Maupassant, con «la luz brillante de los cafés iluminando el boulevard», pintó la bellísima 'Terraza de café por la noche' de Arles. Por su comentada necesidad religiosa, se cree que la escena asemeja a la 'Última cena', con una figura central, rodeada de otras doce, en grupos. La pintó de noche, cuando los contrastes son mayores y las tonalidades más vivas. Exploró pinceladas dinámicas y trazos finos y gruesos. Sus estudiados amarillos y naranjas vivificantes de las estrellas o de la llamativa luz de gas de la terraza del café contrastan con las sombras verdes de las oscuras calles, siendo el firmamento azul, estrellado, el contrapunto del espacio dorado del café. Ese cielo nocturno, cuajado de estrellas rutilantes, es similar al de la 'Noche estrellada sobre el Ródano', sin confundir con la famosa 'Noche estrellada' pintada un año después.
Aunque frecuentaba y amaba los cafés, Van Gogh no consumía café. Él prefería vino, brandy y absenta. Pero eso es otro cantar.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.