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«Bis-cuits» hace referencia a la masa cocida dos veces.
En Francia, hacia 1690, los panaderos cocían rápido y a baja temperatura una masa ... de azúcar, harina y huevos, con la clara batida. Un día la olvidaron en el horno siendo sometida a una segunda cocción. Ese nuevo dulce, horneado y secado, atesoraba un sabor particular de palatabilidad excepcional: era crujiente por fuera, esponjoso por dentro y con la singular capacidad de absorber líquidos sin quebrarse. Así, por serendipia, habían nacido los bizcochos de Reims.
Como la masa era blanda e insípida la aromatizaron con polvo de vainilla, pero las motitas negras de la vainilla resultaban antiestéticas y poco comerciales. Para disimularlas le añadieron carmín, un colorante alimenticio extraído de las cochinillas hembras, que teñía de color rosado la pasta blanquecina. Así, resultó el acreditado y maravilloso bizcocho rosa rectangular de Reims, cuyo intenso aroma avainillado despierta las papilas gustativas y olfatorias y es patrimonio gastronómico de la región de Champaña-Ardenas.
Reims es la ciudad de la coronación porque en su majestuosa catedral gótica se coronaba a los reyes de Francia. Ese día, los reyes recibían cientos de regalos, incluidas cestas de bizcochos rosas bañados en azúcar glasé. Esas dulces delicias avainilladas, que se derretían en la boca sin apelmazarse y que, tras los brindis, al sumergirlas en champagne, se empapaban sin romperse, fascinaron al rey Carlos X, ahijado de Carlos III de España y, el 29 de mayo de 1825, otorgó el título de proveedor real a la fábrica Derungs.
Los delicados bizcochos rosas también maridan con café, chocolate, moscatel, oporto o té, utilizándose en la confección de charlottes y otros postres deliciosos. SIn embargo, no deben confundirse ni con los bizcochos de soletilla ni con los bizcochos de champagne ni con los bizcochos a la cuchara, que se alargaron, semejando una suela de zapato, para poder ser mojados en tazas de café más profundas. No son lo mismo. Los bizcochos rosas genuinos se pueden comprar a la «Casa Fossier», fundada en 1756, quien, con una producción anual que supera los 30 millones de docenas, mantiene secreta la receta tradicional. Se venden en bolsas de 100 gr, de una docena, o en bolsas de 225 gr, de dos docenas. Ahora están de moda los mini bizcochos rosas, tres veces más pequeños, que son el furor en fiestas y cócteles.
Los exquisitos bizcochos rosas fueron inmortalizados, en 1877 y en 1895, en las naturalezas muertas del postimpresionista Paul Cezanne. Cezanne adoraba estos bizcochos y los incluyó en sus estudios de perspectiva, de profundidad y de visión binocular disgregada. Como pintor puente entre impresionismo y cubismo plasmó la dimensión del espacio evocativo en el que los objetos pueden superponerse. Y, obsesionado por la percepción visual, por la realidad captada por cada uno de los dos ojos y por las relaciones de cada objeto en el espacio, resaltó el contorno y la silueta de la fruta, sobre todo de las manzanas, sin olvidar añadir su postre preferido, los extraordinarios bizcochos rosas de Reims.
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