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Con el calor llega el tiempo de aparcar ciertos guisos muy sabrosos, ciertamente, pero también muy calóricos, como pueden ser los potajes, los cocidos o ... las ollas de cerdo, y sustituirlos en nuestra dieta por otros más refrescantes e igualmente nutritivos y saludables, como son las sopas frías y las ensaladas en todas sus variantes: de pasta, de legumbres, de pescados y de carnes, y siempre mezclando el ingrediente principal con innumerables posibilidades de vegetales frescos.
Tenemos la buena suerte de vivir en una Región que produce gran variedad de frutas y de verduras, que llegan diariamente del productor a los mercados y supermercados, lo que nos da la oportunidad de elaborar diferentes y variados platos ricos en sabores y en nutrientes. Para ello solamente hay que dejar volar la imaginación y salirnos de las más tradicionales sopas frías o de las ensaladas más comunes, inventando mezclas equilibradas en cuento a colores y sabores, que no solo entrarán por los ojos sino que, además, satisfarán nuestro paladar y, por supuesto, nos aportarán el grado de nutrientes adecuados muy en concordancia con la dieta mediterránea.
La semana pasada, precisamente, comiendo en uno de nuestros tradicionales restaurantes, El Churra, bien acompañada por dos magníficos amigos periodistas, de los que por discreción omito sus nombres, nos vimos sorprendidos por una de estas innovadoras ensaladas que, siendo sencilla, mezcla los ingredientes de tal manera que resulta un plato completo, bien equilibrado y de alto valor 'nutrigustativo'. A los tres comensales nos encantó y la alabamos al unísono, sin discusión alguna.
La base fundamental del delicioso plato era la berenjena asada al horno, al dente, cortada en trozos no muy pequeños y mezclada con una cantidad, no muy grande, de diversas variedades de lechuga, unas cuantas pequeñas cebollas enteras, caramelizadas, y un generoso adorno de ventresca de atún. El toque final se lo daba el vinagre de vino y el aceite de oliva y, por supuesto, la decoración: un par de rojos tomates cherrys y un par de huevos duros de codorniz.
La composición, a la vista, era perfecta, multicolor, sin estridencias, expresionista, equilibrada tanto en volúmenes como en tonos y matices, con algunos pequeños vacíos que pudiera llenar la imaginación y transparencias que dejaban entrever un trasfondo de color distorsionado. Despertar el apetito a través de la retina es una baza importante para dar comienzo a la degustación e incitar a las papilas gustativas.
Solo faltaba que alguien le echara el valor necesario para desestructurar tan bella obra plástica, desordenando expertamente todos los elementos, hasta estar seguro de que «la mezcla se hubiera hecho según arte». Esa mano experta solo podía ser, en la mesa en la que nos encontrábamos, la de una boticaria, y el resultado, cuando todos los sabores se mezclaron, fue tan delicioso que no quedó ni un atisbo de componente alguno en la fuente.
Pruébenla o, mejor, háganla y después la prueban. Es una recomendación sin miedo a equivocarme.
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