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FRANCISCO OJADOS
MURCIA.
Viernes, 16 de septiembre 2022
Los míticos toros de Victorino Martín vuelven a Murcia este sábado. Con un cartel en el que actuarán mano a mano Rafaelillo y Antonio Ferrera. ... Hablamos con Victorino Martín, hijo del mítico ganadero. Fue torero, es veterinario y ha sido el pregonero de la Feria Taurina de Murcia.
-Con la excepción hecha de un toro para la corrida de despedida de Pepín Liria en 2008, hace veinte años que Victorino no lidia en Murcia. Muchos años son.
-Es una plaza que ha tirado más por el palo de los toreros, pero nosotros estamos encantados de venir a Murcia. Es una Comunidad en la que se aprecia mucho el toro, en la que hay mucha afición, de hecho, muchos pueblos tienen plaza de toros. Estoy encantado de estar aquí y ojalá ahora me tire 20 años seguidos viniendo.
-Esta empresa es conservadora y cuando algo le funciona, lo mantiene.
-El premio al triunfo debe ser una regla de la tauromaquia que no se debe perder. La meritocracia. Es decir que el que se lo gana en la plaza debe tener recompensa. Es uno de los valores de la tauromaquia. Primero me lo tengo que ganar en la corrida de este sábado. La corrida tiene que embestir y luego ya lo que la empresa quiera.
-Esa fue la historia que encumbró a su padre, Victorino Martín Andrés. Compró una ganadería en horas bajas, trabajó mucho y, triunfo tras triunfo, la llevó a lo más alto. Usted no se considera heredero, sino continuista.
-Sí. Primero porque he estado a su lado siempre, desde que tengo uso de razón y, segundo, porque me he preparado toda mi vida para coger el testigo. Un testigo que pesa mucho. Desde el año 1987, ya son 35, he estado llevando la ganadería junto con mi padre. Lo único que he hecho es continuar lo que se venía haciendo.
-¿Por qué apostó por Albaserrada?
-A él siempre le gustó esta ganadería. Le gustaba el ganado bravo, pero el bravo de verdad y en la vida siempre le ha gustado lo auténtico, no le han gustado las bromas. Él conocía muy bien este encaste, porque era aficionado antes que nada, y tuvo la oportunidad de poder comprar un primer lote de una ganadería que estaba dividida en tres lotes y estaba destinada al matadero. Sin dinero, aportó por ese primer lote, luego tuvo la paciencia, la valentía y el acierto de juntar los otros dos lotes, durante cinco años, hasta conseguir la propiedad del hierro, la antigüedad, la divisa y todo. Él vio que era un toro bravo, de una ganadería con mucha historia. Un toro muy de su gusto como aficionado y el que él quería criar.
Recuerda el ganadero como la primera corrida que se lidió a nombre de Victorino Martín fue en el año 1966, en Calasparra, donde en 2016 se celebró una corrida efeméride, en la que se indultó un toro.
-Ahora, también hay una apuesta de Victorino por otro encaste minoritario, el de Vega-Villar. Los «patas blancas».
-Apostamos los dos juntos, y de rebote nos encontramos con un tercero, que era el de Urcola. La verdad es que el mundo del toro tiene una riqueza tremenda, que son los encastes, que es algo que por ley está protegido. Lo que ocurre que, tanto la gente del toro, como nuestros administradores públicos, no hemos sabido ponerlo en valor. Lo que llamamos encastes son razas en sí mismas, por la distancia genética que hay entre ellos, y son núcleos, algunos de ellos mayoritarios, con un número de cabezas que no necesitan protección, pero cuando un grupo genético tiene menos de 2000 reproductoras es un núcleo genético en peligro de extinción y dentro de la cabaña de bravo hay más de 30 núcleos genéticos en peligro de extinción y es una pena que no les ayudemos a mantenerse. Por eso, nosotros, que todo lo que somos se los debemos al toro, apostamos por el encaste Vega-Villar y creamos un hierro que se llama Monteviejo, que es el nombre de nuestra finca matriz, y ahí estamos trabajando con él más de 25 años y ya empezamos a ver resultados importantes.
-Habla de períodos que demuestran la importancia la paciencia en su oficio.
-Hay una anécdota muy buena. La mayor parte de la ganadería mexicana la hizo el ganadero Antonio Llaguno. Su hijo Toño llegó un momento en el que tuvo que vender su ganadería, lo hizo por lotes. Uno de esos lotes se lo vendió al padre de un amigo mío, que era Reyes Huertas. Cruzaron medio México, desde Tlaxcala, donde tenía su ganadería Llaguno, hasta Zacatecas, donde tenía la suya Reyes, y las más de tres horas que duró el viaje, Toño se las tiró hablando de cosas sin importancia, de nimiedades, y, cuando llegaron le dijo: «Mire D. Reyes, la primera virtud que hay que tener para ser ganadero es paciencia y usted me ha demostrado que la tiene en grandes cantidades, así que vamos a negociar que vacas y que sementales se va a llevar usted».
-Desde su formación veterinaria, ¿cómo ve el movimiento animalista que, sin embargo, parece que va en otra dirección a la protección de toro de lidia?
-Por mi labor en la Fundación Toro de Lidia puedo decir que el animalismo no es un movimiento cándido e inocente. Es un movimiento muy ambicioso y que pretende cambiar la sociedad tal y como la conocemos. La sociedad occidental actual es como es gracias a que tomamos como modelo de vida el humanismo, heredado del mundo clásico, los griegos y los romanos. El animalismo es un vuelco a esos valores y a esa forma de entender la vida y el mundo. Iguala a los animales con el hombre. Eso quiere decir que no podemos usar para nada a los animales. Cuando digo para nada, digo para alimentación: nada de huevo, nada de carne, nada de leche. Ni para vestimenta. Nada de lana, nada de seda, nada de cuero; ni para ocio: Nada de equitación, nada de caza; ni para experimentación. Si no hubiéramos podido experimentar con los animales, en esta pandemia todavía no tendríamos vacunas. Es algo peligroso, que sabemos lo que pretende, pero no cómo va a dejar el mundo. Y cuando digo que no es cándido es porque hemos investigado las asociaciones animalistas y tienen un capital económico detrás muy fuerte. Hay más de cien asociaciones animalistas en el mundo muy potentes, con varios millones de euros de presupuesto anual. La suma de las cinco más potentes puede superar los 1000 millones anuales. Las principales asociaciones, que son norteamericanas y anglosajonas, primero lanzan la idea y luego el negocio: Ya están creando cadenas de hamburguesas veganas, carne vegana, etc., etc. El animalismo no es el enemigo de la tauromaquia, es el enemigo de la vida tal y como la conocemos. El mundo rural, tal y como lo conocemos desaparecería. Lo que más fija población en el mundo rural es la ganadería. La ganadería desaparecería.
-Es el presidente de la Fundación del Toro de Lidia. ¿Era necesaria su creación?
-Sí. Debería ser la casa de todos, desde los profesionales a los aficionados. Ser amigo de la Fundación no sale por más de 10 euros al año y somos tres mil y algo.
-Y si se dice que hay mucha gente que le gustan los toros, ¿por qué no son más? ¿Por qué no termina de calar socialmente?
-Los ibéricos somos así. Nos gusta arreglar las cosas en los bares. Somos muy críticos, hacemos muy poco y cuando hace alguien algo, pues lo que hacemos es criticarle.
-También tendrá puntos de mejora.
-Cada día nos intentamos superar. Tenemos una estrategia, un plan a seguir, que tenemos escrito en una pared, y no hacemos más que crear cosas nuevas. Luego salen cosas en las que no pensábamos, por ejemplo, colaborar con las administraciones para organizar circuitos de festejos taurinos, sobre todo en zonas rurales y para que salgan novilleros con caballos, que apenas hay. Hemos creado el Instituto Juan Belmonte, que es un Foro de opinión para intercambiar ideas, y dar batalla en el mundo de las ideas, que es muy importante. ¿Podemos mejorar?, claro, todo es mejorable. Eso intentamos día a día. Pero sí nos gustaría tener más apoyo. Nos gustaría saber en qué fallamos, porque hay mucha gente aficionada a los toros y puede ayudar por una cantidad muy pequeña. Sentimos que no hemos llegado a la gente y tendremos que trabajar en ello. Aún así, vamos para el séptimo año y que esté viva es un milagro. Poco a poco.
-Le gustaría lidiar una corrida de Victorino en Barcelona.
-Por supuesto. Lo que está pasando en Cataluña es una privación de libertad enorme. Hay una parte de la sociedad que quiere imponer su forma de pensar a otra parte. Creo que la sociedad está muy dividida y los que están en el poder hacen la vida imposible a quien no piensa como ellos. Los toros son una víctima de ese movimiento y de esa postura.
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