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Francisco J. Moya
Lunes, 26 de mayo 2014, 22:35
«El club funcionará a partir de ahora como una empresa, los trabajadores serán puestos al día en sus cobros de manera inmediata y el año 2020 es un punto de llegada, porque el proyecto que ahora iniciamos es a largo plazo». Esas tres fueron las principales premisas puestas encima de la mesa por Javier Martínez, dueño del FC Cartagena, cuando el pasado 11 de marzo presentó públicamente el proyecto de la misteriosa sociedad mercantil Sporto Gol Man 2020, que unos días antes le había comprado el club a Paco Gómez a cambio de hacerse cargo de las deudas del mismo (unos 3,5 millones de euros).
Pues bien, en estos primeros dos meses y medio al frente de la entidad albinegra, nada de eso se ha cumplido. El Cartagena no ha funcionado como una empresa. Ni sus futbolistas ni sus empleados han sido puestos al día -han cobrado dos nóminas tarde y mal-. Y lo del proyecto a largo plazo está por ver, ya que Martínez ha amagado ya en alguna ocasión con tirar la toalla si sigue encontrándose con «tantos obstáculos». Se siente solo e injustamente tratado en Cartagena, tanto por sus compañeros de viaje como por un sector de la prensa.
A Martínez, una especie de George Soros de andar por casa, no se le puede negar voluntad, implicación e interés. El abogado valenciano, que presuntamente da la cara por un grupo de personas que supuestamente han entendido que en el Efesé había un negocio por explotar, es capaz de meterse en un vestuario con 30 personas desesperadas por cobrar su sueldo y salir medio airoso de él. Pero mientras no resuelva sus problemas con Paco López -su armonía solo duró quince días-, baje al foso, sea transparente y aporte soluciones en el día a día, el abogado valenciano lo tendrá crudo para convencer al personal de que su apuesta es seria.
Lo primero que Martínez debe arreglar -o romper, definitivamente- es el asunto de su relación con Paco López, con quien está enfrentado. Es curioso que ambos hayan roto tan pronto, ya que fue Martínez quien designó presidente del consejo a López, como 'pago' por hacer de intermediario en el proceso de compraventa del club. Paco Gómez no hubiera aceptado un trato con desconocidos si López, una de las pocas personas en las que confió en el fútbol, no hubiera estado en la operación. Martínez le ofreció dos vías a Paco López: cobrar una cantidad en metálico por hacer de intermediario o quedarse como presidente. Y el ilicitano eligió lo segundo.
A los quince días llegó el primer roce. López se creía que él mandaba, en lo deportivo y en lo económico. Pero no era así. Las decisiones las tomaría Martínez. Cuando llegó el primer retraso a la hora de pagar a la plantilla, Paco López presentó su dimisión. Pero Martínez no la aceptó. Luego, llegó el lío de la jornada de pago para los abonados del día del Cádiz. En una nota de prensa absolutamente insólita, López y la gerente Bustillo se desmarcaron de Martínez y dejaron muy claro que ellos estaban en contra de la 'jornada económica'. Y Martínez, al sentirse traicionado, rompió definitivamente con López. Llevan un mes sin hablarse y es obvio que el ilicitano tiene los días contados.
Manzano, el pacificador
Solo hay una persona que pueda reconciliarlos: Florentino Manzano. ¿Por qué? Porque él fue quien los buscó a los dos y él fue quien los convenció a ambos para trabajar juntos. «Mientras yo tenga un hilo de vida, habrá fútbol en Cartagena», dijo Manzano hace unos meses a 'La Verdad', cuando ya sabía que su labor en Cádiz acabaría a final de esta temporada y que Paco Gómez estaba intentando marcharse del Cartagena. Y es que la persona que fundó en 1995 el club cartagenero ha sido clave durante toda la negociación, aunque siempre ha estado en la sombra debido a que se mantuvo en la presidencia del Cádiz hasta la semana pasada. Además, Manzano sabía que Paco Gómez jamás aceptaría vender el club a alquien relacionado con él -se odian mutuamente- y por eso siempre se ha mantenido oculto.
El caso es que en las últimas semanas, al sentirse maltratado por López y Bustillo, Martínez se ha entregado por completo a Manzano, quien es su consejero y la persona que le está guiando en todo momento en sus primeros pasos en un mundo -el del fútbol- que es nuevo para el valenciano. Y no es ninguna casualidad. Porque fue Manzano el que se marchó a Valencia para pedirle a Martínez que invirtiera en el Cartagena, tras recibir una llamada a la desesperada de Cristina Bustillo, quien veía cómo el club se apagaba. Temía que ni siquiera llegara vivo a junio. González Sobrino acababa de echarse atrás y Paco Gómez había dejado el 'cuerpo muerto'.
Desde el primer momento, Manzano pensó que era una buena idea unir la experiencia en el mundo del fútbol de Paco López con las soluciones económicas que traía bajo el brazo Javier Martínez. Entendió que entre ambos sacarían del atolladero al club. A trancas y barrancas, al menos se ha llegado hasta junio. Pero esta fórmula no sirve. Todo son recelos y problemas. Esta vía está muerta. Agotada. Ha durado lo que un caramelo en la puerta de una escuela.
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