
El legado de Musto
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La plantilla del Cartagena se ha ido empobreciendo de tal manera en los dos últimos años que el medio argentino se ha quedado huérfano, sin nadie a quien darle la pelotaSecciones
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La plantilla del Cartagena se ha ido empobreciendo de tal manera en los dos últimos años que el medio argentino se ha quedado huérfano, sin nadie a quien darle la pelotaCuando el Cartagena fichó a Damián Musto, a finales de julio de 2022, yo pensé que se estaba equivocando y que se trataba de una ... apuesta muy arriesgada. Conocía al argentino de su etapa en el Huesca, donde estuvo muy lejos del nivel que había dado en el fútbol de su país, entre otras cosas por su sanción por dopaje, y creía que era un jugador que llegaba muy tarde (Belmonte y Breis habían intentado contratarlo dos años antes) y que no iba a encajar en el sistema atrevido, valiente y ofensivo de Luis Carrión. Venía a ocupar el hueco que dejaba el francés Yann Bodiger, que se salió en su única temporada en el Cartagena, y me parecía un cambio de cromos en el que el Efesé salía perdiendo. Y por mucho. El tiempo pronto demostró que yo estaba equivocado. Y mucho.
102 partidos ha terminado disputando Musto con la camiseta albinegra, que finalmente ha sido la que más veces ha vestido en su carrera, por delante incluso de Rosario Central, club en el que es recordado y muy respetado. Hablamos de un equipo cuyas leyendas son Menotti, Griguol, Kempes, Palma, Coudet, Chamot, Kily González, Abbondanzieri, Bonano, Di María y Lo Celso. Por tanto, no estamos hablando de un club cualquiera.
Se va Musto, camino de los 38 años, a retirarse en el equipo de su ciudad, Casilda, una pequeña localidad de 40.000 habitantes situada al sur de la provincia de Santa Fe, a solo 56 kilómetros de Rosario. Allí le espera su hermano Federico para jugar juntos en el Alumni, el club donde se formó y donde su madre da clases de inglés. Su sueño era colgar las botas allí y, al comprobar que nada más podía hacer aquí, Damián Musto ha pedido la baja, ha perdonado lo que tenía que cobrar de aquí a junio y este sábado se despedirá de la –poca– afición que vaya al Cartagonova.
Si todas las despedidas son tristes, esta lo será mucho más. Por tres cuestiones: primero, porque ya quedan pocos futbolistas como Musto, uno de esos que antepone siempre el interés colectivo al individual; segundo, porque él ha resistido hasta que ya no ha podido más y ha comprobado que el proyecto que él conoció en el Cartagena ya no existe; y tercero, porque en un equipo tan falto de referentes es absolutamente dramático haber perdido a dos de los tres que quedaban en el vestuario en solo dos meses. Se fue Gonzalo Verdú y ahora se va Musto.
Solo queda Pedro Alcalá, quien tiene un año más de contrato y a quien yo mantendría en la plantilla con los ojos cerrados de cara a la temporada próxima. Lo que viene a partir del 1 de julio va a ser muy duro y, al margen de lo que el central mazarronero puede seguir aportando en el terreno de juego, el equipo va a necesitar a un capitán de verdad en un vestuario nuevo. Y no se me ocurre nadie mejor que Alcalá para ejercer esa labor en la 25-26.
Volviendo a Musto, espero que este no sea el final de su historia con el Cartagena. Él dejó la puerta abierta en su despedida y, como Pablo de Blasis, quiere ser entrenador. Ambos son leyendas del Cartagena, en mayúsculas. Cuando esta pesadilla termine y podamos ver todo con perspectiva, vamos a recordar a estos dos argentinos como futbolistas que lideraron el mejor proyecto de fútbol que nunca hubo en Cartagena.
Decían que Musto era limitado técnicamente y que solo sabía robar el balón y dárselo al compañero que tenía más cerca. Eso, que muchos entienden como una debilidad, me parece una fortaleza tremenda. Por eso, de hecho, ha sido tan importante Musto en el Cartagena. Porque hacía lo que sabía y lograba que los demás brillaran mucho más. Que le pregunten a De Blasis, sin ir más lejos. El problema ha sido que la plantilla se ha ido empobreciendo de tal manera en los dos últimos años que Musto se ha quedado huérfano, sin nadie a quien darle la pelota. Ya le costó el año pasado, cuando robaba, levantaba la cabeza y tenía que dársela a Hevel, Juan Carlos Real o Narváez. Menos mal que llegó Calero y su modelo de juego le vino de perlas.
Quiso quedarse y retirarse a lo grande en el Efesé. Pero cuando robaba la pelota tenía que entregársela a Guerrero, Andy Hugo González, Pocho Román, Escriche o Cedric. Y últimamente, a Pepín Machín, El Jebari, Álex Millán, Rafa Núñez o Clemente. Y así, claro, es imposible. «No son solo huevos. Acá faltaron muchas cosas», recordó Musto en la explanada del estadio tras el 1-5 ante el Deportivo de noviembre. Ese fue su último servicio al club. Lo explicó todo en una sola frase y dijo la única verdad de un año insoportable. Esas palabras engrandecen aún más su legado en el Efesé.
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