Los municipios de la Región consolidan su firme compromiso con su historia, patrimonio y tradiciones

Cualquier rincón de la Región de Murcia tiene una historia que merece ser contada. No solo se trata de una estrategia turística para potenciar el territorio en torno a sus raíces, sino que los municipios que la conforman hacen balance de cuáles son sus puntos fuertes y qué aspectos merecen mejora y se ponen a trabajar para hacer que no solo sean sitios muy visitables, sino principalmente muy habitables.

Los cambios sociales y las nuevas directrices europeas han hecho que cada pueblo y ciudad tenga que cambiar la forma en la que sus ciudadanos se desplazan o viven el día a día. En este sentido, son varios los aspectos que han ido modificando sus calles y el modo de transitar por ellas. En primer lugar está el refuerzo del transporte público, mejorando horarios y rutas que contribuyen a reducir las emisiones a la atmósfera de C02, sumado al paso de estos medios a la electrificación. Un hecho que se complementa con la puesta en marcha, aunque de forma paulatina, de puntos de recarga para quienes han dado el salto a este nuevo modo de moverse a título particular. Además, gracias a esta apuesta por el transporte público, los barrios y pedanías cada vez están más conectados con las zonas más céntricas, evitando así el colapso o embotellamiento por el uso del vehículo particular.

Por otro lado, este modelo de transporte compartido convive con unos carriles cada vez más presentes tanto en los centros de ciudad como las afueras, en una perfecta conexión 'verde': los carriles bici. No solo se trata de potenciar una mejora en el medio ambiente, sino también en los hábitos saludables de la población. Carriles que también conectan con barrios y pedanías para facilitar esa comunicación rodada por toda la Región de Murcia y en los que cada vez tienen más presencia los patinetes eléctricos, un nuevo modo de transporte que marca el paso hacia el futuro de la movilidad urbana.

Esta adaptación de un nuevo modo de desplazarse y la creación de las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) han cambiado el modo de percibir la ciudad, invirtiendo en infraestructuras, zonas cerradas al tráfico rodado pero con más espacio para el peatón, así como en nuevas avenidas y la adecuación de estas a los espacios verdes, como pequeños pulmones en estos entornos urbanos. Y es que la sostenibilidad no solo aborda la movilidad, sino el mantenimiento de parques y jardines y zonas de recreo que permitan conectar con la naturaleza, pasear y practicar deporte. Ese vínculo con los espacios naturales permite tomar consciencia de la belleza de su entorno y crean alrededor de él rutas de senderismo y caminos por los que tener hábitos saludables y desconectar de la rutina. Pero también visitas guiadas a sus mayores tesoros naturales, que acaparan la atención de creadores de contenido que los recorren y comparten para que no quede un rincón sin conocer en todo este territorio. La meta es recorrer la Región de punta a punta y enamorarse de ella los 365 días del año.

En esta conciencia medioambiental, la ciudad se ha convertido en un epicentro de reciclaje. La incorporación del nuevo contenedor marrón se suma a un entramado de puntos que facilitan a los ciudadanos la separación selectiva, contribuyendo al medio ambiente y también a la limpieza de las urbes. Unos hábitos que se potencia, además, con campañas de sensibilización durante todo el año, incluyendo a los más pequeños para que integren en su día a día no solo este reciclaje, sino también la importancia de consumir menos recursos naturales y apostar por la reutilización de materiales en la necesaria economía circular. La mejora de la señalética, el cambio de la luminaria en la apuesta por el LED para reducir consumo y la optimización del pavimento suponen acciones constantes que buscan mejorar la seguridad vial y garantizar el bienestar de los ciudadanos.

El avance de la tecnología también permite transformar estas ciudades y adaptar sus servicios a las necesidades de sus vecinos. A través de sensores y otras herramientas, las ciudades han podido captar información, gracias a los datos, para estudiar los flujos de la población y adaptar sus servicios a estas preferencias. Esto implica mejoras de tráfico, de experiencias turísticas, medición de niveles de calidad del aire para paliar la contaminación o informar de los niveles de polen como novedades gracias a la tecnología.

El reto se presenta ahora con la aplicación de la inteligencia artificial a las ciudades y sus posibilidades para seguir garantizando el bienestar de los ciudadanos de cara al futuro y la experiencia dentro de la propia ciudad.

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