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Nadie ha recogido como Francisco Ibáñez la esencia de los últimos cincuenta años en España: la gracia y el cachondeo de este país, su tendencia a la chapuza, su heroísmo imprudente, su mala leche. Ningún escritor, ningún director de cine –ni siquiera Berlanga–, ningún artista ... y desde luego ningún 'influencer'.
Cuando el sábado nos sorprendió en la Redacción el fallecimiento a los 87 años del creador de Mortadelo y Filemón, editando informaciones sobre mítines electorales y escuchando cortes de voz de los candidatos a gobernarnos, recordé de inmediato esas historietas en las que recogió, e incluso anticipó como un augur, casos de corrupción política y desastrosa gestión pública.
En ese terreno se movía Ibáñez como un maestro insuperable: creando situaciones y personajes descacharrantes en los que podíamos encajar a casi cualquier político de casi cualquier partido. Como en su álbum de Mortadelo y Filemón '¡Elecciones!' (Bruguera, 2015), donde se cuenta que todo el personal de la T. I. A. (su CIA cañí) se presenta a los comicios: el Súper, por el P.P.R.O. (Partido al Poder Rompiendo Osamentas); el profesor Bacterio, por el C.U.L.O. (Científicos Unidos Liberando el Orbe); y Ofelia, como candidata por la F.I.F.A. (Féminas Irrumpimos Fulminando y Arrasando).
Salimos a la calle, abrimos un periódico, ponemos la radio o encendemos la tele y ahí están, de cuerpo presente, Pepe Gotera y Otilio, Rompetechos... ¡Qué grande!
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