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Como le sucedía a Julianne Moore en 'Far from Heaven', la noche electoral de ayer representa la ruptura entre la realidad y los deseos; entre el deseo de encontrar un escenario para la formación de un gobierno estable, y la realidad de un absoluto fracaso que nos deja en una situación similar a la del mes de abril. Las modificaciones han sido mínimas para tanto camino andado estos seis meses. Lo peor, hacer visible que uno de cada tres españoles se ha puesto de espaldas hacia el sistema, negando su voto a pesar de la variada oferta política e ideológica que se mostraba. Menos participación, más fragmentación política, más peso de las fuerzas extremistas, más volatilidad, sobre todo en el espacio de la derecha, y más posturas encontradas, es lo que nos dejan estas cuartas elecciones en los últimos cuatro años.

En Murcia se han manifestado de forma extrema, casi carnavalesca, las luces y sombras del escenario electoral nacional: el partido que más sufrió a nivel nacional, perdió aquí toda su representación, nada menos que el 20%; Vox, una fuerza recién nacida en las últimas elecciones, creció -amamantada por el PP- hasta convertirse en la primera fuerza política en la Región; y los populares y socialistas salvaron la cara, al menos en votos, e incluso el PP en escaños con uno más que en abril, si bien Conesa vio alejarse casi de manera definitiva su sueño de despachar en San Esteban, y el presidente López Miras no pudo retener el liderazgo de la derecha regional.

No debe haber reparos en los analistas en señalar que en la Región hay dos claros triunfadores: Vox, que sobrepasa con creces la barrera de su voto de pertenencia, y Unidas Podemos, que se gradúa con nota, rentabilizando la estrategia del PSOE sobre el Mar Menor, diluyendo su liderazgo tradicional que emigró a Más País, y apenas sufriendo en su representación respecto a las elecciones de abril.

Mientras que unos, los de Vox, han demostrado que los electores, además de por ideología, clase social o identidad partidista, votan con el estómago, visceralmente, emocionalmente, y que la teoría del votante mediano se hace añicos en este lugar del levante español; otros, por lo contrario, han certificado que el voto ideológico y el sentimiento de pertenencia, de tribu 'morada', aún marca la diferencia para la supervivencia dentro del espectro de la izquierda.

Aun a estas horas, algunos se preguntan en los grupos de WhatsApp ¿qué ha pasado en Murcia? En la realidad nada. El esquema de distribución 40% para la izquierda y 60% para la derecha que ha primado desde la aparición de terceros partidos se mantiene inmutable. Es más, esta elección certifica el esquema y repite los datos que se dieron en abril: 64% para el bloque de derecha y 36% para el bloque de izquierda, 4 diputados para estos últimos y 6 para los primeros.

Queda para el futuro más inmediato una incógnita que ahora toma ya carácter público con estos datos a la vista. ¿Cuál será la actitud del PP de ahora en adelante? En estos momentos, el PP ocupa un espacio de centro derecha en la política española y regional, habiendo abandonado al ala más ultra conservadora que ha emigrado a Vox, y recomponiendo su electorado con votantes que hasta hace poco se definían como centristas, moderados y liberales, procedentes de Ciudadanos.

El PP tiene una ventana de oportunidad, similar a la de 1996, para ocupar todo el espacio del centro derecha, dada la más que probable desaparición de Ciudadanos en el medio plazo. Pero también puede tener la tentación, como le ocurrió en abril, de emular a Vox, buscando asuntos que despiertan el 'lado oscuro' que los españoles llevamos en nuestro ADN, intentando ocupar la mente de los electores con temas que tanto rinden en parte del imaginario colectivo menos ilustrado: detener a Torra, ilegalizar partidos políticos, expulsar inmigrantes ilegales o no ofrecerles nuestro servicio de salud por su condición legal, etcétera. El PP quizá pueda articular discursos similares, ahora desaparecido el 'límite' que le ponía Ciudadanos, pero de su decisión a corto plazo dependerá su liderazgo del espacio de la derecha en el medio y largo plazo, al menos hasta las siguientes quintas elecciones.

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