El paño primitivo

La campaña electoral está como el tiempo. Muy caliente. Los termómetros llegaron ayer a 44 grados en la Vega del Segura, mientras que la boya situada frente a Cabo de Palos registraba 28,5 grados en las aguas del Mediterráneo. Son los estragos de una ... nueva ola de calor que hace hervir al sur de Europa. Si a este episodio tórrido se suma que estamos en los últimos días de campaña para las generales, el ambiente a veces resulta irrespirable. Es cierto que el país se juega mucho, que estamos ante una cita electoral trascendente. Pero a muchos se les ve que en lo personal también se lo juegan prácticamente todo. Y están dispuestos a casi todo. Decía Galdós que «la moral política es como una capa con tantos remiendos que no se sabe ya cuál es el paño primitivo». Por eso con frecuencia dudo de si detrás de algunos posicionamientos políticos, como por ejemplo el negacionismo climático, hay malicia o es sencillamente pura ignorancia. No sé cuál de las dos alternativas es peor, la verdad. También puede ser que, como escribía Rosa Montero hace unos días, ser extremista y embriagarse de un furor primitivo es un movimiento social que se ha puesto de moda. «La tentación de la irracionalidad, de quitarse trabas y dejarse ir siempre está ahí», decía. Pasarán las elecciones y, pase lo que pase, los grandes retos, aquellos que son una amenaza existencial para todos nosotros, también seguirán ahí. Solo aspiro a que la criba de las urnas no contribuya a empeorar lo que se avecina.