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Para disfrutar de una escapada rural, por ejemplo de la ruta del río Chícamo, hay que perderse por el nordeste de la Región, más exactamente ... por las pedanías de Barinas y Macisvenda. Estos enclaves del municipio de Abanilla están a un tiro de piedra de la ciudad de Murcia, pero a una distancia muy considerable de las grandes políticas europeas. Sucede con los núcleos aislados (y olvidados) que muchos consideran remansos de paz y en los que cohabitan, como un cuadro a brochazos, su naturaleza virginal con canteras a cielo abierto o cualquier otro signo de perturbación.
La zona de Barinas y Macisvenda, incluida Mahoya, es conocida como la Palestina murciana por su singular paisaje, similar al del Valle de Ricote. Es la Europa despoblada, como las pedanías altas de Lorca y de la comarca del Noroeste. Allí llegan las inversiones a cuentagotas por aquello de optimizar recursos o porque apenas hay votos. Sufren éxodo poblacional, compensado en parte por urbanitas que se montan sus casitas aisladas (o sus casoplones). No parece que los candidatos asomen por allí.
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