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De las elecciones autonómicas del pasado domingo en la Región de Murcia, en un análisis urgente y provisional de sus resultados, parece que se pueden extraer dos claras conclusiones: 1) Después de un cuarto de siglo, el PSOE, aunque por un margen muy estrecho, vuelve nuevamente a ser la primera fuerza política, con Diego Conesa como gran triunfador. 2) Se inaugura un escenario de pacto en el que Ciudadanos, aun sin conseguir un buen resultado, tiene la llave para un posible gobierno encabezado por los socialistas o por el PP (con la colaboración de Vox).
Los murcianos, respecto de los comicios de 2015, han castigado duramente al PP y a Podemos, perdiendo unos 30.000 votos y seis escaños los populares y unos 50.000 votos y cuatro escaños el partido morado. Por su parte, han mantenido en posiciones parecidas a Ciudadanos, que conserva sus votos y, con la nueva Ley Electoral, aumenta en dos su número de escaños, pasando de cuatro a seis. Por otro lado, Vox consigue entrar en la Asamblea Regional con cuatro escaños, un buen resultado, pero que queda por debajo del 10% de los votos y de las expectativas creadas por los resultados cosechados el pasado 28 de abril. Por ende, el partido que claramente mejora sus posiciones es el PSOE que, con aproximadamente 60.000 votos y cuatro escaños más que en 2015, consigue la victoria en estos comicios.
A este éxito del PSOE en las elecciones autonómicas, se une el hecho de ser el partido más votado en las elecciones locales en 29 municipios de la Región (64%), en 12 de los cuales con mayoría absoluta.
A los procesos electorales se atribuye la capacidad de ofrecer periódicamente la imagen de los anhelos y demandas de los ciudadanos y en estos resultados, como no podía ser de otra forma, han influido muchas cosas: desde la situación objetiva de los problemas que afectan a la ciudadanía y las propuestas de resolución que ha hecho cada fuerza política, a la manera de transmitir esas ideas en la campaña electoral y hasta la confianza que ha generado cada uno de los líderes en competición.
Cuando se tengan datos de encuestas postelectorales se podrá ponderar en qué medida ha influido cada uno de estos factores, pero es indudable que en muchos electores ha imperado el anhelo de cambiar una realidad de gobiernos conservadores que ha perdurado durante veinticuatro años o, dicho de otro modo, el deseo de que acabe una etapa y comience a vislumbrarse un nuevo tiempo. Para muchos, la alternancia es certificación y rúbrica de la auténtica democracia y esto también ha estado presente a la hora de decidir su papeleta en las elecciones del pasado domingo.
El acto de votar compendia y trasluce las ilusiones y expectativas de los individuos, pero igualmente sus prevenciones y, de alguna forma, también sus aversiones. El mensaje de las urnas parece claro: ha ganado la serenidad y la moderación, y ha llegado la hora de la Política -con mayúscula- también a la Región de Murcia. La IX legislatura de la Asamblea Regional, que ahora termina, ha estado salpicada de escándalos e inestabilidad política que han deteriorado la imagen de Murcia, y una forma de hacer política que no ha supuesto un avance en la solución de los grandes problemas de los murcianos. La mayoría de los indicadores que nos ayudan a medir objetivamente la evolución de la Región no son buenos y son muchos los déficits que afectan a la calidad de vida de los ciudadanos (paro, salarios, pensiones, fracaso escolar, listas de espera, etc.). Ahora se puede abrir un tiempo nuevo que suponga un verdadero cambio que termine con la mala política del 'postureo' y del 'escaparate' y se aborden, con eficiencia, esos problemas endémicos que lastran desde hace décadas el progreso de la Región, y se haga una política de materializaciones concretas y de la justicia social como pilar del progreso.
Pero para ello, ha de imponerse el diálogo y la mesura, no la confrontación y la política de líneas rojas. La estrategia de establecer cordones sanitarios entre partidos democráticos no parece que se pueda sostener sin incluir a la ultraderecha en las mayorías de gobierno, una ultraderecha que está aumentando peligrosamente su presencia en toda Europa (véase los resultados del pasado domingo en Francia o Alemania) y que, en España, no solo ha accedido a las instituciones, sino que está contaminando el discurso político de otras formaciones. No parece oportuno que aquellos que menoscaban la propia existencia de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia sean invitados a participar de su institución de gobierno, ya que, pese a que estos partidos aseguran compartir el orden constitucional, ciertamente sostienen valores antidemocráticos mediante un discurso que va erosionando la legitimidad de las instituciones.
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