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«Pasamos a publicidad, y a ver qué pasa...», dijo el presentador Luis Alcázar cuando María Marín se ancló en el atril y reventó el debate electoral. Un debate que pasará a la historia, ya que acabó convertido en un sainete televisivo protagonizado por Podemos, cuya candidata y su equipo de asesores dinamitaron a mitad de programa el único encuentro de esta campaña entre todos los candidatos a la presidencia de la Comunidad. En el plató de la televisión autonómica La 7 se generó una situación grotesca por parte de la formación morada cuando Marín se negó a abandonar el atril para dejar paso a la candidata de Más Región, Helena Vidal, con la que debía compartir la mitad del tiempo, como ordenó la Junta Electoral Provincial por unanimidad de sus cinco magistrados y juristas, previa consulta a la Junta Electoral Central.
Como se suele decir, es el peligro que tienen los programas televisivos en directo, una circunstancia que aprovechó Podemos para dar el golpe en esta campaña y dejar su impronta de victimismo y de no respetar las decisiones judiciales ni las reglas del juego cuando no le favorecen, aludiendo además a un complot de poderes ocultos que tratan de «matar» dicha formación, como dijo su diputado Javier Sánchez, quien además calificó el miércoles de «cacicada» la decisión de la Junta Electoral. Ese victimismo no se compadece con el hecho de que Podemos gobierna en España en coalición con el PSOE, y que no se ve privada de ningún altavoz público, al contrario.
Lo llamativo del 'show'protagonizado por Podemos es que se negó a compartir el tiempo de debate, no con el ala de la derecha, sino con otra candidata del espectro de la izquierda, de Más Región, que básicamente comparten ideario. Es decir, con sus antiguos compañeros, con los que estaban a partir un piñón en las pasadas elecciones, antes de que se produjera el cisma. Ahora no se pueden ni ver, toda vez que Javier Sánchez Serna y Óscar Urralburu son claramente irreconciliables. Con todos estos ingredientes, los morados montaron su sainete en el plató de La 7, donde acudieron conociendo de antemano la resolución de la Junta Electoral y las reglas del juego que se habían acordado para debatir. No obstante, algunos de los organizadores sospecharon antes del programa que podía haber lío por parte de Podemos.
María Marín arrancó su primera intervención criticando que se veía obligada a compartir su tiempo con Helena Vidal, lo cual se interpretó como una pataleta ante el público que no pasaría de ahí, pero la sorpresa saltó a mitad del debate, cuando los presentadores Luis Alcázar y Sonia Illán la invitaron a dejar su puesto a la otra candidata de la izquierda. Marín contestó que no se movía del sitio. «Para irme, tendréis que echarme», dijo. Acto seguido, la televisión pasó a publicidad, generando la máxima expectación. Los espectadores aguardaron hasta que se informó de la suspensión.
En los pasillos y en el plató se vivieron momentos de nerviosismo y tensión, con discusiones acaloradas entre algunos organizadores y los representantes de Podemos. Desde el atril que se resistía a abandonar, María Marín manifestó que la Junta Electoral Central aún no había resuelto el conflicto, en referencia al recurso contra la primera resolución. Antes de que comenzara el programa, el órgano electoral comunicó que no se volvería a pronunciar hasta el próximo martes, por lo que el marco legal del debate se ceñía a la primera resolución, según los organizadores, que acusaron a la candidata de incumplir la orden de la Junta.
Tras las peticiones del decano del Colegio de Periodistas, Arturo Andreu, del director del ente público Radiotelevisión de la Región de Murcia, Mariano Caballero, y del director de la cadena autonómica, Antonio Peñarrubia, la candidata de Podemos se dispuso a abandonar el plató, pero en ese instante sus asesores le dijeron que no se marchara y mantuviera su resistencia bajo los focos.
La pretensión de Marín de que ambas estuvieran en el plató, en dos atriles, contravenía expresamente las indicaciones de la Junta Electoral, que señaló que «no puede haber al mismo tiempo un representante de Podemos-IU-Alianza Verde, y otro de Más Región-Verdes Equo, pues ello supondría que la coalición menos votada en 2019 tendría en el debate a dos representantes, en tanto que los partidos más votados tendrían uno solo».
No se entiende esta actitud de Podemos cuando la mayoría de encuestas le otorgan un ascenso hasta alcanzar los 3 o 4 diputados. Marín se vio jaleada por sus seguidores, pero mostró al mismo tiempo el rostro de una formación que no acepta algunas normas democráticas elementales.
¿Quién sale ganando con la astracanada del viernes noche? Con sus modos de hacer política, Podemos le ha dado bazas al centro derecha, y también al PSOE. Los demás candidatos reprocharon con desigual contundencia lo sucedido. López Miras dijo que la Región «necesita solvencia y buen gobierno y no circos ni extremismos como hemos visto». José Á. Antelo comentó que se trata de «unos hechos gravísimos. Hay que mandar un mensaje claro a la ciudadanía: a esta gente hay que echarla el 28-M de todas las instituciones». María José Ros lo calificó de «espectáculo bochornoso»; mientras que José Vélez comentó que había que «respetar las normas, las leyes, y también lo que dice la Junta Electoral. Respetamos la decisión que han tomado pero no la compartimos».
Estos se mostraron dispuestos a celebrar la segunda parte del debate; Antelo está por la labor, mientras que López Miras se remitió a lo que decidan los comités de campaña. José Vélez y María José Ros se mostraron más decididos a reanudar otro día un debate incompleto, para lo cual piensan solicitar al Colegio de Periodistas de la Región y a los directivos de La 7 que fijen otra fecha.
Ros señaló que María Marín le había hecho «un favor a López Miras, que no quería debatir». Hasta la interrupción del programa, el presidente de la Comunidad se estaba enfrentando a un debate desigual, como era fácil de adivinar, ya que los otros cuatro candidatos iban en su contra.
Así discurría el debate hasta que María Marín y sus asesores lo arruinaron, privando de la segunda parte del debate a los candidatos y a los ciudadanos que seguían la emisión en directo. Si quedaba algo por ver en la escena política regional, el esperpento de Podemos encendió la recta final de la campaña. Un presagio de lo que puede ocurrir la próxima legislatura.
Desde el inicio, López Miras era el que más podía perder, ya que comparecía con mejor imagen, pero también con la incertidumbre respecto a la necesidad de tener que pactar con Vox después de los comicios. El presidente y candidato del PP, siguiendo los manuales, optó por el tono cauteloso y conservador del que va primero en las encuestas, no arriesgando demasiado y rehuyendo los choques y casi las respuestas directas a las críticas de sus oponentes. Ser el blanco de todos los ataques ha servido para darle centralidad. Antelo era el más necesitado de dejar a López Miras en evidencia, ya que compiten por electores que están en el mismo espacio político. El candidato de Vox se ha dirigido directamente a su posible electorado y, con independencia del tema que se estuviera debatiendo, su discurso ha estado plagado de alusiones al sector agrario, al agua, al Trasvase y a la inseguridad ciudadana. Por su parte, María José Ros, a pesar de hacer una intervención digna, defiende una marca quemada y nadie atribuirá al debate el predecible hundimiento de Cs. Por último, los candidatos de la izquierda no se verán muy beneficiados por el debate, pero tampoco les irá peor. Vélez, con una perorata muy previsible, puede haber dejado pasar una oportunidad de mostrar esa capacidad de liderazgo puesta en duda por muchos. Y Marín, con un discurso solvente dirigido a sus electores, terminó reventando el propio debate, lo que no será comprendido por muchos, ya que, a la postre, ¿quién gana con un debate electoral 'interruptus'? Pues el que más arriesgaba, es decir, López Miras, que ha acortado su tiempo de exposición al peligro.
No tengo muy claro si lo que vimos el viernes fue un sainete o un drama. Uno más de los que los sufridos ciudadanos de esta Región tenemos que soportar. Este viernes, por si no teníamos bastante con lo que nuestros queridos políticos de todo signo nos han obligado a contemplar en los últimos años, nos brindaron otro esperpento a lo Valle Inclán. La sucursal de Errejón recurrió a la ley para lograr un puesto en el debate. Con razón. Aunque, ¿alguien recuerda haber votado a Equo? Partido, dicho con todo el respeto de la galaxia, que sin Podemos no habría tenido presencia en ninguna de las instituciones de la Región en la última legislatura. Esta historieta desvirtuó todo lo importante del debate. Otra vez el espectáculo poco reconfortante tapó lo que nos interesaba a los ciudadanos. Por un momento pensé que me había equivocado de canal y estaba viendo 'Los viajes de Gulliver'. Afortunadamente, las preguntas de los periodistas me trajeron de vuelta. Sus intervenciones fueron, sin duda, lo único destacable del debate. Hicieron de altavoz de los ciudadanos y pusieron sobre la mesa todas las cuestiones que nos interesan y para las que queremos respuesta. Los/as candidatos/as repitieron lo que ya sabemos. El 'y tú más' solo sirve para reforzar a los que ya tienen decidido su voto. Honestamente, no parece que al indeciso —uno de cada tres según el Cemop— le sirviese mucho para decidir lo que vio ayer. Si acaso para reforzar su posible decisión de irse a la playa o, incluso, quedarse en casa haciendo ganchillo. Ansiamos unos políticos que tengan la capacidad de poner los intereses de los ciudadanos por encima de los suyos y que busquen soluciones juntos a los grandes problemas de la Comunidad. Si hablamos de vencedores o vencidos, sin duda los perdedores fuimos los ciudadanos de esta Región.
Difícil tarea hacer un análisis ortodoxo del debate. Ortodoxo, en cuanto al típico análisis: el aspecto de los candidatos, su gestualidad, los mensajes... Resulta difícil, digo, sin que lo protagonizado por la candidata María Marín lo contamine todo. Hasta ese momento, el debate permitía un análisis convencional: López Miras demostraba tablas y dominio del medio, ubicando perfectamente la cámara que le permitía mirar al espectador cara a cara, mostrándose cercano, incluso paternalista, intentando que los datos que pretendían amargarle la noche no fueran con él. José Vélez, más nervioso en su estreno, se empeñaba en posar su mirada sobre todo y todos, y acabó pareciendo nervioso y tenso. José Ángel Antelo debió ser buen estudiante en la asignatura de formas. Su calculada naturalidad, y esa buena planta que tienen los ala-pivots, podrían ayudar a conectar con la audiencia, pero espero que fracase con ese discurso excluyente y negacionista, basado en el miedo y la repulsa al que es diferente. La candidata María José Ros decidió ir al ataque desde el minuto uno, a veces de forma demasiado vehemente y acelerada, como si cada minuto fuera el del tiempo de descuento de un partido a vida o muerte. Por último, la gran protagonista, María Marín, en la que percibí, desde el principio, esa falsa tranquilidad que antecede a la tormenta. Estoy seguro de que su actuación ha generado más memes, titulares e hilos de Twitter que ningún otro debate electoral, y que sus jefes de campaña lo celebrarán como un golpe de efecto. Mi yo subversivo tiende a darle algún mérito, el picante en un menú insípido y aburrido. Pero mi otro yo, este que escribe, solo puede recriminar su falta de respeto, que obligó a cancelar un debate al que teníamos derecho. Un debate en el que, por desgracia, perdimos todos.
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