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Con Donald Trump como presidente, Estados Unidos (EE UU) se ha convertido en un socio poco fiable para Europa. La imposición de aranceles del 25% ... al aluminio y el acero europeo y las tarifas «recíprocas» al Impuesto sobre el Valor Añadido (IVA) europeo anunciados por Washington han puesto contra las cuerdas la relación entre ambas potencias, al borde ya de una guerra comercial que podría lastrar la economía europea. «Si el mundo se embarca hacia una guerra comercial, esto tendrá un impacto extremadamente negativo en las perspectivas de crecimiento de la economía global», advirtió el vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE), Luis de Guindos, quien asegura que los aumentos de aranceles y cuotas supondrán «un shock para la oferta» que «debe evitarse».
Las tarifas arancelarias de Washington llegan en un momento delicado para Europa, cuya economía no acaba de despegar. Hace apenas dos meses el Banco Central Europeo (BCE) revisó dos décimas a la baja sus previsiones para la Eurozona, estimando que crecerá un 1,1% este año y un 1,4% en 2026. Además, los aranceles tendrán un gran impacto sobre Alemania –la mayor economía europea–, que exporta gran parte de sus bienes (automóviles, acero…) a EE UU.
El profesor colaborador de Estudios de Economía y Empresa de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC), Antoni Cunyat, señala que, a corto plazo, los gravámenes de Trump provocarán una caída de las exportaciones europeas y afectarán a aquellos sectores que más mercado tienen en EE UU –los vehículos de motor, maquinaria, productos farmacéuticos y de alimentación–.
Los Veintisiete han prometido responder a las medidas de Trump «con firmeza y proporcionalidad» y si imponen aranceles se encarecerá el petróleo y el gas natural licuado (GNL) que importa Europa desde EE UU, lo que supondrá un aumento de precio de toda la cadena de producción. «A largo plazo, una guerra comercial beneficiará a las industrias no eficientes por lo que habrá una caída de la productividad y no habrá incentivos para la innovación y la mejora», concluye el experto.
La unidad europea es clave ante las políticas de Trump, pero varios líderes ya se han mostrado abiertos a complacer al dirigente republicano para evitar una guerra comercial abierta. El mandatario lituano, Gitanas Nauseda, propuso recientemente aumentar las compras de GNL – el bloque importó 56.200 millones de metros cúbicos de esta energía en 2023– y de armas para librarse de posibles aranceles. El primer ministro polaco, Donald Tusk, también llamó a «hacer todo lo posible para evitar una guerra de aranceles injustificada y absurda» entre aliados.
El vicepresidente del 'think tank' Centre for European Reform (CER) y experto en política exterior, Ian Bond, tiene claro que «Trump es un extorsionador» y destaca que «existe el peligro de que la respuesta de Europa esté dividida: algunos gobiernos decidirán quedarse con EE UU», como Reino Unido, que trata de negociar con la Administración Trump para evitar las tarifas arancelarias a sus productos, mientras otros «se distanciarán» de la Casa Blanca.
El economista Antoni Cunyat cree que la UE responderá a Washington con la misma moneda, ya que si no lo hace «se desequilibrará la balanza exterior»; es decir, la UE exportaría menos a EE UU, mientras que las exportaciones americanas no sufrirían ninguna disminución. «El único camino es responder con las mismas medidas, tal y como ha hecho China. Si todos subimos aranceles, al final, la posición comercial será la misma pero habrá un empobrecimiento de las dos partes», apunta el experto, quien destaca que Trump solo cambiará de táctica «cuando sea perjudicial para su país».
Y es que EE UU tampoco saldrá indemne de una guerra comercial. La economista estadounidense de PIMCO –la mayor gestora de renta fija del mundo–, Tiffany Wilding, asegura que el país experimentará «precios de importación más altos», lo que afectará a consumidores y empresas. El golpe será especialmente fuerte para sectores como la automoción, el sector alimentario y de materias primas. Wilding señala, además, que los aranceles sobre la energía «serán bastante perjudiciales, especialmente para las refinerías del Medio Oeste, que dependen del petróleo canadiense».
Europa también podría tomar represalias contra las empresas tecnológicas americanas, con la puesta en marcha de la tasa digital europea, entre otras medidas. O podría poner en marcha su reglamento anti-coerción, que incluye medidas para cerrar el mercado europeo a ciertos bienes o servicios e impedir que empresas de un país que intenta influir en las políticas europeas concurran en licitaciones públicas o puedan acceder a financiación comunitaria.
Para mitigar el impacto de los aranceles estadounidenses, el bloque deberá reforzar alianzas comerciales alternativas, como la conclusión del acuerdo comercial con Mercosur. Cunyat apunta que Europa tendrá que «sustituir» algunos productos que obtiene de EE UU, pero buscando «una menor dependencia exterior». Y el experto Ian Bond lo corrobora: «La UE debe identificar sus propios objetivos e invertir en ellos, sin importar lo que haga Trump».
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