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La Comisión Europea está «preparada» para plantar cara a Donald Trump y la «indeseada» guerra comercial que ha desatado, que tuvo su último hito la ... noche del miércoles al anunciar aranceles del 25% a las importaciones de automóviles y sus componentes. El Ejecutivo dirigido por Ursula Von der Leyen elevó ayer el tono contra el presidente estadounidense y prometió una respuesta «de máximo impacto» sobre el comercio de EE UU.
Bruselas, empeñada estos últimos meses en fortalecer su industria ante un mundo cada vez más convulso, comienza a conocer ahora las intenciones reales de Trump y con qué tasas quiere gravar cada producto. El Ejecutivo comunitario, acostumbrado a la serenidad y a evitar dar pasos en falso, sorprendió ayer al prometer una respuesta «firme» y «robusta» ante unas barreras comerciales «que van en la dirección contraria» a los intereses europeos.
El portavoz de la Comisión Von der Leyen, Olof Gill, aclaró que Bruselas ya trabaja con las capitales para «calibrar» una respuesta, aunque esquivó dar una fecha concreta sobre su anuncio definitivo. Ahora bien, el Ejecutivo comunitario quiere evitar a toda costa este choque de trenes con su principal socio comercial e insta a la Administración Trump a buscar «una solución dialogada».
El problema radica en que desde la llegada de Trump a la Casa Blanca, la Unión Europea no ha encontrado un interlocutor con predisposición a atender sus demandas al otro lado del Atlántico. Ni el Comisario de Comercio, Maroš Šefčovič, ni Macron han conseguido en sus visitas torcer el brazo de un Trump que amenaza con golpear uno de los motores de la economía europea y que el próximo miércoles anunciará «aranceles recíprocos» a todos los productos comunitarios.
Esta beligerancia de Trump, que se extiende a otros ámbitos como la seguridad o la lucha contra el cambio climático, fuerza a la Comisión Europea a revisar su hoja de ruta para proteger el comercio europeo. La cuestión es que Bruselas tenía previsto activar el 1 de abril un paquete de aranceles en represalia por un valor de 8.000 millones, basado en un listado de productos diseñados durante la primera presidencia de Trump y que incluye marcas emblemáticas como Levi's, Harley-Davidson o el whisky bourbon. Sin embargo, la Comisión retrasó ayer su entrada en vigor hasta mediados del próximo mes «por razones técnicas». Ahora bien, en este plazo se podrán sumar nuevos productos a la lista bajo la máxima de provocar «el máximo impacto» en el comercio estadounidense.
La nueva amenaza de Trump, que se suma a los aranceles del 25% que ya sufren el acero y el aluminio, inquietó ayer a unas capitales europeas que se están acostumbrando –a la fuerza– a navegar a contracorriente. El mininistro de Economía, Carlos Cuerpo, anunció que en los próximos días se reunirá con empresas automovilísticas para trazar una respuesta con la que proteger el sector. Aunque precisó que las exportaciones a Estados Unidos de los coches fabricados en España rondan el 1,5%, lo cierto es que el golpe sobre los motores de la industria europea desataría un efecto mariposa que perjudicaría a las empresas españolas.
Francia y Alemania, de hecho, fueron más rotundos que el Gobierno de España. El ministro francés de Economía, Éric Lombard, calificó la decisión de Trump como una «muy mala noticia» y aseguró que no deja otra vía a la UE que «subir aranceles» a Estados Unidos. El país germano fue más allá y reclamó a Bruselas una «respuesta rápida» porque «debe quedar claro que no nos vamos a doblegar».
La virulencia alemana se explica por el impacto que tiene el sector de la automoción en su economía. Los tres mayores fabricantes de automóviles germanos –Mercedes, Volkswagen y BMW– enviaron el año pasado un millón de coches a Estados Unidos. Representan el 73% de las exportaciones automotrices europeas, por lo que un aumento de las barreras arancelarias supondría un golpe fundamental en una economía que ya acumula dos años en recesión.
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