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Mar de Cristal. El Mar Menor es la playa familiar por excelencia de la Región de Murcia, un espacio de convivencia donde reencontrarse con amigos y vecinos verano tras verano. J. LEAL
Cuando los tanques pisaban el Mar Menor
40 años del Estatuto de la Región de Murcia

Cuando los tanques pisaban el Mar Menor

En 1982 los nitratos aún no habían llegado a la laguna, que sí acusaba los vertidos urbanos y la apertura del Estacio

Jueves, 9 de junio 2022, 16:02

Un carro de combate aplastó en el verano de 1982 las primeras muestras científicas de un joven biólogo en el Mar Menor. El tanque pasó por encima de los botes que había dispuesto estratégicamente cerca de la orilla en la Marina del Carmolí Miguel Ángel Esteve (Murcia, 1959), catedrático de Ecología en la UMU y unido sin remedio a la laguna salada por lazos profesionales y sentimentales: nació un 15 de agosto y a los cuatro días ya estaba chapoteando en Lo Pagán, le decía siempre su madre.

«Las rodaduras quedaron marcadas en el suelo durante más de diez años», recuerda el veterano investigador, que con 22 años ya daba clases en la Facultad de Biología y en 1982 inició sus primeros seguimientos sistematizados de la fauna y flora del humedal. Con la mala suerte de que comenzó sus indagaciones en una zona militar donde aún aterrizaban aviones y circulaban vehículos con armamento pesado.

Esteve recuerda el Mar Menor de hace cuarenta años como un «microcosmos personal» cuyo entorno comenzaba a transformarse por la irrupción de urbanizaciones. «La huella de la agricultura no se notaba todavía», rememora en conversación con LA VERDAD, «pero sí los vertidos urbanos porque apenas había saneamiento, casi todo eran pozos ciegos. Hasta el año 1992 no vimos llegar agua con nutrientes procedente de los cultivos, por los drenajes que se habían construido años atrás».

En esa época, el humedal ya era un espacio natural «cambiante de año a año», rememora, «donde se producían explosiones inesperadas de especies, como una invasión de ctenóforos [organismos de la familia de las medusas] en un otoño. Ya se notaba el desequilibrio provocado por la apertura del canal del Estacio», revive.

Encañizadas. Estas estructuras de pesca tradicionales, al norte del Mar Menor, forman parte del patrimonio cultural vinculado con el espacio natural. tomás

Echar la vista atrás es doloroso para Juan Tárraga (57 años), pescador desde los 13 años y ex patrón mayor de la Cofradía de San Pedro del Pinatar. «Hace cuarenta años se pescaba de todo, langostino, dorada, gamba, chirrete, anguila, mújol, magre... Todo en su temporada, se cumplían las previsiones. En verano se calentaba más el agua y salíamos al Mediterráneo. Ahora, la mitad de las especies han desaparecido, como la gamba y el chirrete. Y magre, casi no hay», se duele.

Juan Tárraga evoca un Mar Menor que por desgracia ya no existe: de aguas transparentes y tan salinas «que te bañabas y salías blanco de la sal. Si se te secaba encima, te quedabas en salazón. Y las heridas cicatrizaban enseguida».

Pese a la contaminación que ya ensuciaba la laguna «recuerdo los emisarios de Lo Pagán y La Ribera», el veterano hombre de mar asegura que «el agua nunca se puso verde, jamás hubo turbidez, ni siquiera en verano».

También echa de menos el paisaje tierra adentro, como «los pinares de Villananitos y el horizonte despejado, sin tantos edificios».

«Hace cuarenta años se pescaba de todo: langostino, dorada, gamba, chirrete...», recuerda Juan Tárraga

La albufera estaba entonces muy lejos de convertirse en el aguazal poco recomendable para la vida en el que ha devenido cuatro décadas después, pero todas sus amenazas ya se vislumbraban en el horizonte. De hecho, el Grupo Parlamentario Socialista del Congreso de los Diputados había presentado en septiembre de 1979 una proposición no de ley (PNL) para declarar el Mar Menor como parque natural «y elaboración de un plan de saneamiento».

Esa PNL ya delataba algunas de las espadas de Damocles que pendían sobre el Mar Menor, como «la especulación del suelo», «la utilización anárquica del espacio natural», «la invasión por particulares de la zona marítimo-terrestre», «la contaminación de las aguas dulces y marinas» e incluso «la disminución de calado de las aguas». Y advertía con precisión: «El actual deterioro del Mar Menor y sus riberas se verá, sin duda, agravado por efectos diversos derivados de la llegada al Campo de Cartagena de las aguas del Trasvase Tajo-Segura».

Unos años después, en 1987, se aprobó la Ley 3/1987, de 23 de abril, de Protección y Armonización de Usos del Mar Menor, bajo el Gobierno socialista presidido por Carlos Collado, aunque quedó prácticamente inédita: el Partido Popular presentó un recurso de inconstitucionalidad, alegando que la ley invadía competencias de otras administraciones y, finalmente, la norma quedó desactivada cuando el PP llegó al poder en 1995. Otras figuras de protección posteriores tampoco sirvieron para evitar la actual crisis ecológica.

Emisarios al descubierto. Tuberías por donde se vertían aguas residuales al Mar Menor, en Lo Pagán. Hasta la mitad de los años noventa no hubo saneamiento urbano. juan leal

Del Mar Menor de 1982, el biólogo Julio Mas Hernández (Cartagena, 1953) recuerda sobre todo su olor peculiar, «tan diferente de otros espacios costeros, tanto por su elevada salinidad como por su vegetación, marina y terrestre». El exdirector de la sede del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC) en Lo Pagán añora tirarse al «agua clara y ver caballitos enseguida», los grandes bancos de ostras, «que se metían en sacos que llegaban hasta el techo en la lonja», y las noches durmiendo al raso en las Encañizadas.

«Como no había alcantarillado, tirabas de la cadena y todo terminaba en el Mar Menor, pero la alta insolación y la gran concentración de sal podían con todas las bacterias. Decían que con la apertura del canal del Estacio se aliviaría el problema de los pozos ciegos, cuando lo que se necesitaba era una red de saneamiento», argumenta quien fue testigo de cómo con la bajada de la salinidad se pasó «de pocas especies con muchos individuos a muchas especies con pocos individuos».

Los primeros años ochenta marcaron una nueva época para el Mar Menor, indica el catedrático de Ecología de la Universidad de Murcia Ángel Pérez Ruzafa (1958): fue el tiempo del desarrollo urbanístico y turístico sin apenas freno, de la construcción de puertos deportivos, sin tener en cuenta su efecto negativo sobre la circulación del agua, y de la constatación de que la apertura del canal del Estacio propició un deterioro de la singularidad ecológica de la laguna que se ha agudizado año a año: «Comenzaron a entrar especies invasoras, el alga 'Caulerpa prolifera', y la pesca del mújol se vino abajo. Los pescadores se pusieron en pie de guerra», hace memoria.

Los balnearios. Otra estampa del Mar Menor desaparecida que se está tratando de recuperar, por su efecto beneficioso sobre la fauna de aguas someras. martínez bueso

El Mar Menor también es un espacio sentimental para Ruzafa, aunque su «lugar de recreo en pandilla y bailes en fiestas veraniegas» mudó pronto en objeto de estudio: lo cartografió por primera vez en un bote remolcado por su padre y quien entonces era su novia y más tarde su mujer, la también catedrática de Ecología Concepción Marcos, ahora jubilada.

Ese Mar Menor de mújoles brincando en la cara del agua está ausente, pero queda al menos la ilusión de recuperar parte de su riqueza y de su magia. A los tanques, en cambio, no se les extraña.

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