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El verano que la Región estrenó su Estatuto de Autonomía los murcianos se debatían entre la emoción por el Mundial de Fútbol de Naranjito, la inquietud ante unas elecciones generales que comenzaban a gestarse –y en las que el socialista Felipe González terminaría arrasando– y la preocupación por una sequía que ya atenazaba el campo. Se cumplen cuatro décadas de aquel lejano 82 en el que los ciudadanos de la Región abrazaron el texto que nació para moldear el espíritu de un pueblo mientras sonaba, como telón de fondo, el runrún de algunas noticias que hoy nos suenan lejanas y otras que no lo son tanto.
El descorche de las botellas marcó el arranque del año en la pedanía de El Raal. 1982 no pudo empezar mejor en este enclave de la huerta murciana que se repartió un dineral, hasta 200 millones de pesetas, en el sorteo de 'El Niño' de ese año. Una palada de arena que, como suele pasar, no tardaría en compensarse con su correspondiente dosis de cal. Las portadas recogieron al día siguiente los detalles de un accidente de tráfico ocurrido en Jumilla que le robó la vida a ocho personas. Los trágicos siniestros eran noticia un día sí y otro también en una época en la que la cifra de fallecidos en el asfalto sobrepasaba los 4.000 anuales –cuatro veces las cifras actuales–.
El año que Murcia se constituyó en comunidad autónoma, el terror se colaba, día a día, en el desayuno de los murcianos. Aquel enero todo el país seguía en vilo los detalles del secuestro y posterior rescate del doctor Iglesias Puga, padre del conocido cantante; o del industrial guipuzcoano Saturnino Orbegozo. La violencia desplegada por ETA le robaba el sueño al país en un año en el que la banda terrorista llegó a asesinar a más de cuarenta personas. El atentado de Rentería, en el que cuatro policías nacionales fueron asesinados y otro quedó gravemente herido en una emboscada en un punto de la carretera cercano a la localidad guipuzcoana, quedó para la historia como el más mortífero de aquel año.
Los primeros meses de aquel lejano 1982 se vieron marcados, asimismo, por el juicio contra el intento de golpe de Estado que puso en jaque al país el 23 de febrero de 1981, el 23F. La vista se celebró cuando estaba cerca de alcanzarse el primer aniversario del frustrado alzamiento. La vista, ante el Consejo Supremo de Justicia Militar, duró más de tres meses y las sentencias –por las que Antonio Tejero y Jaime Milans del Bosch fueron condenados a la pena máxima, 30 años de cárcel, por un delito de rebelión militar– fueron revisadas por el Supremo.
En los primeros compases de aquel año, clave para el desarrollo de la Comunidad, los murcianos contenían además el aliento por la guerra que acabó enfrentando a Reino Unido y Argentina por las islas Malvinas. «En nombre de Dios, que paren las armas», clamaba el Papa Juan Pablo II en un mensaje que nuevamente no fue escuchado. El enfrentamiento bélico, que apenas duró 72 días, dejó más de 900 fallecidos.
Transcurrían los meses y, con la llegada del verano, todos los ojos se centraron en un Mundial de Fútbol que ganaron los italianos y en el que España dejó bastante que desear. El gran vencedor del campeonato fue, sin embargo, Naranjito, una mascota que inicialmente despertó bastantes recelos, pero que acabaría haciéndose un hueco en el imaginario colectivo de los españoles durante décadas.
El estío continuó su avance. La conocida Diana de Gales dio a luz a su primogénito, el príncipe Guillermo, en el hospital Saint Mary de Paddington, en Londres, y la imagen se coló en todas las rotativas. Los termómetros comenzaban a dispararse y la canícula hizo aún más patente la preocupante sequía que atenazaba la agricultura murciana. «En septiembre nos quedamos sin agua», advertía la portada de LA VERDAD el 24 de junio de 1982. Una alerta negro sobre blanco junto a la imagen del fondo reseco y resquebrajado de uno de los embalses de la Región. La Cámara Agraria clamaba por unas ayudas que permitieran a los productores de cereal mantenerse a flote y el campo miraba al cielo en busca de unas lluvias que, como ya ha ocurrido en numerosas ocasiones, llegaron pero no como se las esperaba.
A finales de octubre, una imponente tromba de agua asoló el Levante. El Segura se desbordó en varios tramos anegando cultivos, inundando poblaciones y obligando a evacuar a cientos de personas. La crecida más grande que se recordaba en años obligó a cortar el suministro de agua potable, tanto en Murcia ciudad como en numerosas zonas de la huerta, y los estragos que causó a su paso siguieron golpeando la Región durante muchos meses. Los daños ocasionados por la riada se estimaron en más de mil millones de pesetas, toda una «catástrofe económica» a la que el campo tuvo que hacer frente una vez más.
Mientras tanto, en Madrid se gestaba un cambio de envergadura. Las elecciones generales del 28 de octubre de 1982 se aseguraron un hueco en la historia con la aplastante mayoría absoluta que logró el Partido Socialista, con Felipe González a la cabeza. Obtuvo 202 de los 350 escaños del Congreso. Por primera vez, tras la dictadura, un partido de izquierdas era el encargado de formar Gobierno. En la capital, miles de personas se echaron a la calle y las rosas y claveles rojos ganaron por goleada. En Murcia también se replicó esa victoria socialista. El PSOE logró en la Región cinco escaños para el Congreso y tres para el Senado. Según recogía este diario, los socialistas «celebraron con alborozo su triunfo, aunque, de acuerdo con la consigna recibida, no organizaron en las calles ninguna clase de bulla que pudiera molestar a los vecinos». A principios de diciembre, González prometía su cargo ante el Rey e iniciaba una presidencia que se prolongaría trece años y medio, el período más largo de un jefe de Gobierno de la democracia en España.
Pero, si había una noticia que se repetía una y otra vez en los últimos días de aquel lejano 1982, era la «espectacular» subida del coste de los combustibles. El litro de gasolina súper pegaba un buen repunte, de hasta 15 pesetas más, y se colocaba ya en las 86 'pelas'. Unos precios disparatados para aquel entonces que provocaban colas en las gasolineras e indignación en los conductores. Lo dicho, algunas noticias suenan muy lejanas, pero otras, no tanto.
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