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Sergio Navarro
Murcia
Lunes, 25 de diciembre 2017, 10:53
El sonido de las zapatillas resbalando sobre el parqué, el murmullo inquieto de las gradas de un campo de fútbol o los gritos agónicos de los tenistas cuando golpean la bola. Cada deporte tiene su propio sonido característico, y el pádel no iba a ser diferente. En las pistas exteriores del Centro Deportivo Verdolay, el discreto rebote de la bola contra el pavimento se ve constantemente interrumpido por el sonido hueco de la raqueta castigando la pelota y el estruendo del metacrilato absorbiendo el impacto de la misma.
Estas instalaciones acogen todos los días los entrenamientos de una de las jóvenes promesas del pádel nacional. Sin alcanzar todavía la mayoría de edad, Araceli Martínez Ibáñez ya sabe lo que es competir con las mejores del mundo en cuadros finales del World Padel Tour y ha representado a España en el Mundial de Pádel de Menores, celebrado en Málaga durante el pasado mes de octubre, donde saboreó el oro con el resto de sus compañeras de la selección femenina y la plata en la modalidad por parejas.
Acompañada de su padre, Araceli llega a este centro deportivo para entrenar un día más. Aunque el sol todavía se mantiene en su plenitud, las temperaturas son especialmente bajas y, como el resto de los que allí se encuentran, esta joven murciana de 17 años protesta por este frío que le sorprende a contrapié. Lleva casi una semana sin entrenar, así que le cuesta ser precisa cuando su entrenador, Alfredo Sarriá, le envía las primeras pelotas que debe devolver con su revés de derecha.
Como muchos de los jóvenes que practican este deporte, Araceli llegó al pádel después de practicar durante siete años el deporte de raqueta por antonomasia: el tenis. «Por exigencias de horarios y para poder compaginarlo con los estudios, decidí pasarme al pádel, que era más o menos parecido, se me daba bien y me gustaba», afirma con seguridad.
Con entrenamientos diarios y en medio de la vorágine estudiantil que supone el segundo curso de Bachiller, Araceli necesita sacar tiempo de cualquier rincón para poder compatibilizar los estudios con el deporte. «Tienes que ser muy organizado, si no es imposible. Te vas en coche a competir, ahí tienes que estudiar; tienes un rato de camino a casa, a estudiar», recalca con una apabullante seguridad que no perderá en ninguna de sus respuestas.
Y es que el deporte en estas edades requiere una rutina de vida muy exigente que no todos adolescentes están dispuestos a llevar. «Yo también quiero salir con mis amigos -reconoce Araceli mientras se percata de lo obvio que suena en la boca de una joven de 17 años-, pero tienes que hacer unos sacrificios que la gente que no hace deporte no tiene que hacer».
A medida que el entrenamiento va avanzando, esta futura estrella del pádel comienza a entrar en calor. Mientras su entrenador le recuerda que no deje de mover los pies, Araceli se muestra muy suelta con su remate y demuestra una potencia en su golpeo que su propio preparador sufre en sus carnes cuando le impacta una de las pelotas que le acaba de devolver.
La decisión que transmite al golpear la pelota se refleja en cada una de sus respuestas. De ideas claras, la joven ya tiene pensados sus próximos pasos para combinar el pádel y la universidad: «Me quiero ir fuera de Murcia para seguir entrenando mejor y más duro. Tengo la idea de irme a Madrid a estudiar CAF y Educación Primaria en un doble grado».
Cada una de sus palabras demuestra una implicación absoluta con el pádel y un enorme compromiso personal para llegar a lo más alto en este deporte. De cualquier otra forma, sería imposible explicar sus espectaculares resultados durante este año. Acompañada de la ferrolana Silvia López Vidal, de 22 años, Araceli ya sabe lo que es competir en cuadros finales del World Padel Tour con algunas de las mejores jugadoras del circuito. Pese al éxito cosechado, se muestra humilde en sus metas a corto plazo y reconoce que «lo objetivo» es seguir intentando entrar en estas rondas finales.
Aunque sus respuestas son mesuradas, detrás de ese formalismo se esconde un hambre insaciable por ganar y cierto apremio por seguir creciendo en el pádel y estar entre las mejores. Probablemente esa ambición le ayudó a ser campeona del mundo durante el pasado mes de octubre.
«Es una satisfacción impresionante. Le dedicas la mayor parte de tu tiempo y de tu vida a esto y ver cómo todo da sus frutos y consigues tus metas es lo más bonito», reconoce orgullosa cuando recuerda el torneo disputado en Málaga. En las instalaciones del Real Club El Candado, la murciana jugó un papel importante en la final al vencer junto a Alba Pérez a la pareja argentina compuesta por Allen y Aquino.
«Ganar, todo el mundo quiere ganar», es lo primero que su cabeza procesa cuando rememora el motivo por el que ha dedicado su vida al pádel. Sin embargo, dejando de lado su fiera competitividad, Araceli descubre una nueva faceta de este deporte: «Lo que más me gusta son las amistades –reconoce con una ilusión que rompe por primera vez su faceta más formal-. Conoces a muchísima gente, amigos de todos lados, de España y hasta de otros países como Argentina o Portugal».
Y es que las relaciones personales son bastante más importantes de lo que parece en un deporte como el pádel. A pesar de los cerca de mil kilómetros que separan a Araceli de su pareja de competición, la joven no duda en afirmar que el «buen feeling» entre ambas es «esencial». «Tienes que tener una compañera que vaya a lo mismo que tú y que tenga tu mismo carácter. Vais a lo mismo: vais a ganar», sentencia como a una de esas pelotas que remata en cada partido.
No obstante, y a pesar del éxito que han cosechado las dos jugadoras durante esta temporada, reconoce que «lo ideal» sería tener a su compañera en su misma ciudad y entrenar juntas. Pero, lejos de dejar hueco a la autocomplacencia y poner excusas, la joven resuelve este problema de distancias con un sencillo «hay que acostumbrarse».
Además de demostrar un enorme sentido crítico para evaluar los aspectos que debe mejorar, Araceli es tremendamente consciente de lo que le ha llevado hasta aquí. Por eso, no duda en atribuir a sus padres una parte importante de su éxito: «Todo esto es gracias a ellos –responde de forma inmediata-. Los padres son una figura fundamental en la vida, en el deporte y en todo; de otra forma no tendría la disciplina que tengo hoy, ni los valores que son necesarios en el deporte: saber ganar y, sobre todo, saber perder».
Con cada respuesta queda más claro que gran parte de su éxito radica en su cabeza. En ella y en los que han moldeado su forma de ver este deporte, como su entrenador Alfredo. «Tu preparador tiene que ser tu amigo, tienes que tener un 'feeling' con él como si fuese tu padre», llega a afirmar Araceli aprovechando que ninguno de los dos está presente mientras contesta.
A pesar de ese hambre feroz por conseguir la victoria, al final no todo consiste en ganar un trofeo para Araceli. «El pádel y cualquier deporte te dan unos valores que no te da la vida en sí. Tienes que aprender a conseguir cosas en la vida y a perder cosas en la vida», reflexiona con una agudeza que sorprendería a cualquiera.
El sol ha empezado a caer y el frío termina de ganar presencia en las pistas exteriores del Centro Deportivo Verdolay. Después de despejar el pavimento de pelotas, Araceli se prepara para terminar su entrenamiento con un ejercicio en la red. Cada pelota que su entrenador le envía es devuelta con una sorprendente violencia que te permite terminar de dilucidar por qué esta joven ha conseguido una trayectoria tan exitosa a su corta edad. Se ve más cómoda que nunca y no para de devolver pelotas hasta que su preparador da por terminada la sesión.
Mientras recogen los últimos bártulos para dejar la pista limpia y se despiden, es difícil no pensar en que detrás de cada uno de sus éxitos, de sus victorias e incluso de sus siempre coherentes y seguras respuestas, hay una joven de 17 años que después de esta conversación tendrá que volver a su casa para estudiar. Sin embargo, ella misma es capaz de reconocer qué hay detrás de esta rutina de esfuerzos y sacrificios: «El pádel es mi pasión. Esto es lo por lo que voy a luchar ponga lo que se me ponga por delante».
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