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Pasó del césped a la arena casi sin enterarse y prácticamente de la misma forma se vio levantando una Copa del Mundo con la selección ... española femenina. Todo ello con la placa de Policía Local guardada en un cajón de casa. La carrera de Christian Méndez (Alcantarilla, 1983) en el fútbol playa se puede contar a través del éxito, pero también de un trabajo incansable que espera que siga dando frutos y le acerce al sueño que le queda por cumplir.
–Policía y entrenador. ¿Cómo conviven ambos oficios en Christian Méndez?
–Hasta hace dos años era bastante complejo porque alternaba el tema policial trabajando en la vía pública con los entrenamientos, concentraciones y la visita a jugadores. En ese momento decidí pedir una excedencia y dedicarme únicamente a mi pasión, que es el fútbol playa. Ahora puedo organizarme mucho mejor.
–La pasión por el balón la encontró desde muy pequeño. ¿Quién le acercó a la pelota?
–Tenía ocho o nueve años y mi madre nos regaló a mi hermano y a mí una equipación de fútbol. A él le encantaba, a mí no me apasionaba, pero vi la ilusión de ella y decidí apuntarme a fútbol. Ahí empezó todo. Mi hermano lo dejó a los pocos meses y yo continué. Encontré un entrenador fantásico en Alcantarilla que se llamaba Juanma y me hizo seguir. Después pasé por las canteras de Atlético, Real Madrid, Valladolid y acabé jugando en Suiza y en Tercera División.
–Siempre bajo los palos. ¿Ha sido más de parar que de marcar?
–En realidad me gustaba más ser jugador, pero en los equipos donde estaba faltaban siempre porteros y yo me ofrecía. Siempre he sido un guardameta que tenía buen dominio de la pelota, que le gustaba salir y que, incluso, tiraba faltas y penaltis, como cuando competí en el Jumilla. Siempre me fijé en el mítico José Francisco Molina [exportero de grandes equipos nacionales], que fue de los primeros en jugar tanto con el pie y me encantaba.
–Del césped pasó a la arena. ¿Fue el gusto por las acrobacias o alguien vio en usted una futura estrella del fútbol playa?
–Más bien la segunda. Yo jugaba en Tercera División y conocía a Jesús Rosagro, entonces director deportivo de la Federación de Fútbol de la Región de Murcia, porque me estaba formando en la FFRM. Él me propuso ir a un entrenamiento de fútbol playa y disputar un campeonato en 2009 con la selección murciana. Fuimos subcampeones, el entrenador se fijó en mí y a raíz de ahí seguí creciendo y jugué ocho temporadas hasta que doy el salto a los banquillos.
–Existe un binomio entre el fútbol que se juega en hierba y el de playa. Cada vez son más los que combinan ambos deportes y los que se dejan el verde por el fútbol más acrobático. ¿Por qué ocurre?
–Hay jugadores que cuando cumplen 24 años ven que no van a poder llegar a Primera o Segunda División y son cosncientes de que no vivirán de este deporte, por lo que optan por alternar equipos de Tercera con entrenamientos en arena o con equipos de fútbol playa. Le van cogiendo el gusto y se dan cuenta de que es un deporte que cubre todo el año, no solo en verano. Al jugador le entra el gusanillo, empieza a entrenar, se prueba con un equipo y descubre que mantiene su esencia y el gen competitivo y que los ha trasladado a la arena.
–Aterrizó en el banquillo de la selección femenina y fue campeón del mundo. Al poco contaron con usted para comandar a los chicos. ¿Cómo vive este crecimiento? ¿Qué hay detrás de este éxito vertiginoso?
–Fue un salto inesperado y que me costó mucho. Tenía que adaptarme rápido personalmente y a las jugadoras que tenía a mi alrededor. Desde la Federación me dieron su total confianza y yo les respondí con resultados, que son los que me han llevado a la selección masculina y a estar nominada en los últimos tres años como mejor entrenador del mundo. Estos éxitos son el reflejo de los grandes jugadores que he tenido y del extraordinario cuerpo técnico con el que cuento.
–Lidera a una de las mejores selecciones del mundo, que está acostumbrada a ganar y a quedarse cerca del trono mundial. ¿Es ese el objetivo que tiene entre ceja y ceja?
–Conozco a los jugadores desde categorías inferiores y mi sueño no es otro que conseguir ganar una Copa del Mundo con este grupo. Somos el equipo más joven y para mí eso es una responsabilidad y al mismo tiempo una gran exigencia. Pero mi objetivo es que esta selección sea un ejemplo allá donde vaya en educación, valores y respeto. Impongo a mis futbolistas que saluden a todos sus rivales y recojan vestuarios y banquillos a fondo. Eso también es un éxito y para mí es clave.
–La competición soñada se acerca, pero hay más retos este año. ¿Qué tiene en el horizonte España y Christian Méndez y cómo se preparan esas citas?
–Analizamos jugadores desde casa, viajamos a ver competiciones por todo el mundo y hacemos pequeñas sesiones cada mes para ver cómo están los nuestros y qué tal van en sus clubes. Muchos asociarán este deporte al verano pero se juega durante todo el año. Entre enero y abril hacemos entrenamientos. Después arrancan las competiciones con sus clubes, a los que llegan en forma tras nuestras sesiones, justo al revés que ocurre en el fútbol once. Nuestra mayor ilusión empieza el 1 de mayo en Seychelles, que es el Mundial. Para el 70% de nuestros jugadores será su primera cita internacional, así que iremos partido a partido con toda la ilusión del mundo y los pies en el suelo. Justo después tenemos una competición europea en Cádiz y la Copa Intercontinental en noviembre. Es un año muy bonito.
–Murcia se ha convertido en una cuna de estrellas de este deporte. ¿Dónde está el secreto?
–El clima. Tienes sol casi todos los días del año, instalaciones en la zona costera y un grupo liderado por Salvador Ardil, 'Chiky', que está haciendo mucho por acercar este deporte. Cada vez se familiarizan más con el balón y la arena y pasan muchas horas entrenando; por eso llegan a los equipos y dan un rendimiento brutal. Siempre va a jugar mejor uno de Murcia, Cádiz o Melilla que uno del País Vasco, que no cuenta con el mismo tiempo.
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