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El fútbol puede convertirse en muchos momentos en una auténtica pesadilla. Uno de los deportes -y de los trabajos- más bonitos del mundo cuenta con una cara que no muchos conocen pero que acaba haciendo un daño terrible en jugadores y entrenadores. Esta aparece cuando los dueños de un club no pagan a sus empleados, dejándolos abandonados y en una situación prácticamente dramática a nivel profesional y familiar.
Está parte oscura y dolorosa es la que está viviendo ahora Sergio Aracil, técnico alicantino muy arraigado a la Región de Murcia, donde entrenó al filial y el primer equipo del UCAM, al Lorca Deportiva y al Muleño. Tras seis años en la Tercera murciana y Segunda División B, el preparado de San Vicente del Raspeig puso rumbo al CP Villarrobledo del grupo 18 de Tercera Federación. Llegó con toda la ilusión del mundo antes de que arrancara la temporada pasada a su primera experiencia en Castilla La Mancha. El equipo iba volando, los resultados acompañaban y todo pedía a salir de boca. Pero nada hacía presagiar lo que estaba a punto de ocurrir. «En febrero empezaron a llegar los retrasos en los pagos y acabamos la temporada con dos meses sin cobrar. En verano nos dicen que el dinero llegaría pronto y nos convencen a todos para seguir porque era un proyecto de dos años y estaba siendo bonito. Pero fue todo una mentira y todavía me culpo de creer en ciertas personas», explica el técnico a LAVERDAD.
El presidente, un empresario solvente de la ciudad, le prometió que la situación se regularía. «Me dijo que se había fiado de personas que no debía pero que había aprendido de los errores y tenía que llegar un dinero. Me fié de él», confiesa. Cobraron agosto y septiembre, pero no los dos meses que restaban de la temporada anterior. Ni esos ni los siguientes. En octubre, Sergio Aracil volvió a no recibir su nómina. Un padre de familia de 36 años separado de los suyos por un proyecto deportivo y que recibía una ayuda para el alquiler. La situación comenzó a ser dramática. «Me decía que aguantara, que la semana que viene cobraría. Llegamos a noviembre y nada. Y ahí estalla todo porque empieza a entrar gente al club para generar recursos, algo que no entendíamos porque el presupuesto estaba cubierto», dice.
Y así hasta Navidad, momento en el que el equipo más sufría fuera del verde pero más disfrutaba en el césped, ya que logró su mejor racha durante su etapa. Pero a la vuelta de vacaciones, jugadores y entrenador se hartaron. Las ofertas, algunas suculentas, comenzaban a llegar por los futbolistas. Estos se cansaron de esperar promesas incumplidas, pagos que nunca llegaban. Y Sergio Aracil también, que dijo adiós inmerso en una mezcla de tristeza y engaño.
Al técnico le deben ahora seis nóminas, dos y media de la temporada pasada y tres y media de la que está en curso, a pesar de que el Villarrobledo ha seguido contratando jugadores y entrenadores. Por eso, además de las respectivas denuncias, lanzó un grito de auxilio en redes sociales. Un mensaje desesperado que parece haber encontrado respuesta. Ayer recibió un correo diciendo que hoy habría sentencia. «Te sientes abandonado y en una espiral de mentiras de la que no sabes salir. Tengo una hija, pago una hipoteca y llevo meses sacando todo de mi bolsillo», señala.
El técnico ha recuperado la sonrisa en el banquillo del Santa Coloma de la Primera División de Andorra (no puede entrenar en España), pero sigue sin encontrar la felicidad plena, esa que le robaron hace unos meses y que espera que le devuelvan pronto.
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