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j. gómez peña
Domingo, 25 de abril 2021
Alejandro Valverde no pudo con Eddy Merckx, el mejor ciclista de siempre, ni con Tadej Pogacar, el mejor ahora. Fueron ellos, dos colosos, los que batieron al murciano en el día que cumplía 41 años. Valverde, con el aire de cara, lanzó el sprint que decidía la Lieja-Bastogne-Lieja. Quería hacerlo largo, resistente como él. Pero ni así pudo con la potencia más joven de Pogacar (22 años), el vencedor, ni de Alaphilippe (28), ni de Gaudu (24). Todos veinteañeros. El murciano es una anomalía, un caso único. Atemporal. Inmune al paso del tiempo. No contuvo a la nueva camada, pero estuvo a su altura. Y tampoco alcanzó las cinco victorias en Lieja de Eddy Merckx, el récord. Valverde sigue con cuatro. Sigue con 41 años. Sigue su leyenda. Cuarto en Lieja a su edad. Volverá en 2022.
La Roca de los Halcones, la última de la once colinas de la decana de las clásicas, no termina tras cruzar la cima. Como Valverde, sigue. Antes de bajar a la meta de Lieja, esta cota tortura con un falso llano. Woods sacó las tijeras ahí, cuando ya no queda casi aliento. A Roglic, a Matthews, a Schachmann, a Aranburu y al Ineos se les apagó la luz. Solo cuatro bailaron con Woods: Pogacar, Alaphilippe, Gaudu y el eterno Valverde. La clásica más vieja, la que nació en 1892, era de ellos cinco. Valverde, el más antiguo con mucho, había medido cada pedalada. Ni una de más. Ha tenido tiempo y batallas de sobra para convertirse en un maestro. Lo que pasa es que siempre hay alumnos superdotados. Genios. Y tenía a varios en su aula, instalada en la recta final de Lieja. Con el aire en la cara. El freno.
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Liège-Bastogne-Liège (@LiegeBastogneL) April 25, 2021
🏁 🇸🇮@TamauPogi outsprints 🇫🇷@alafpolak1 to claim the win! 💪 #LBL pic.twitter.com/bk2vdUdsAI
Alaphilippe era el más veloz. Los cinco barajaron miradas. Casi parados. Una bocanada más de oxígeno y los nervios de punta. Con la edad, Valverde ha perdido pólvora. Ya no tiene la descarga muscular que tenía cuando ganó sus cuatro 'Liejas' anteriores. Así que eligió abrir el sprint en cabeza, desde lejos. A 250 metros y con el viento como obstáculo invisible. Era un suicidio, pero quizá no le quedaba otra opción. Disparó al aire. Por si acaso. El 'Bala' no acertó el tiro.
Woods, que iba a su rueda, no tuvo reprís para superarle. Gaudu, sí, aunque por poco. La victoria venía por la derecha. A otro ritmo. Más joven. Alaphilippe, dinamita pura, agitaba como loco su maillot arcoíris. Remontó a todos, pero a su rueda, como una sombra, venía el ganador del Tour, el rival que no tiene límites. Pogacar. Con su tracción devastadora. Con la rabia contenida porque dos falsos positivos por Covid-19 en su equipo le habían impedido correr el miércoles la Flecha Valona. Ese día, frustrado, no quiso ver en el hotel la clásica del Muro de Huy. Cogió la bici y salió a rodar durante más de 200 kilómetros para apagar con sudor su mal genio. Toda esa bilis la sacó en Lieja. Eso y su genio, el bueno, el de un portento. Superó a Alaphilippe y puso el alma en un grito. «Sabía que (Alaphilippe) iba a lanzar el sprint de lejos. Era la rueda a seguir. Siempre he soñado con ganar esta carrera», dijo. Aún está en la edad de los sueños y no deja de cumplirlos como Valverde cumple años sin casi notarlo.
Al esloveno y al murciano los separan casi veinte años. Pero estuvieron a la par en los 259 kilómetros de la clásica que más se parece al Tour. Llena de cuestas. El Ineos, el equipo más poderoso, pasó revista en la subida a La Redoute. El viento, presente en toda la clásica, pegaba de costado y de frente. Incómodo. Hacía más dura la colina. Y más aún la endureció Tao Geoghegam Hart. Fue la primera bala del Ineos. Sus compañeros Kwiatkowski, Adam Yates y Carapaz se colocaron a su estela.
Mientras la fuga de Rota, Vliegen, Marczynski y Huys se fundía sola, Francia veía cómo se cumplía la maldición: desde 1980, desde aquella edición glaciar en la que bajo la nieve se impuso Hinault, ningún corredor galo ha vuelto a poner su nombre a la Decana. Aquel día, Hinault tuvo que orinarse en las manos para desentumecerlas. Lieja polar.
Carapaz, que luego fue descalificado por sentarse sobre el cuadro de su bicicleta, se enfrentó solo a los veinte kilómetros finales, a la última colina, la Roca de los Halcones. El equipo de Pogacar, el UAE, le cazó con la soga de Formolo. Y Pogacar remató.
A Valverde le faltó un palmo para subir al podio. El cuarto puesto, tras Pogacar, Alaphilippe y Gaudu, es una gesta a su edad, pero duele quedarse tan cerca del cajón. «He estado bien, aguantando hasta el final con los mejores y con opciones de victoria hasta los últimos metros. Quiero felicitar a todo el equipo. He podido entrar en la selección en la Roche, pero en el sprint me han dejado todo el peso y he aguantado hasta donde he podido. Me habría gustado hacer podio, claro, y ganar hubiera sido la leche, pero hay que estar contento», dijo el murciano en el día de su 41 cumpleaños.
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