
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El 'claim' de esta edición no deja lugar a dudas: el Rendibú -como ya sugiere su propio nombre- solo rinde pleitesía a quienes forman parte del club. La agencia creativa Fellas, responsable de la campaña de comunicación, parece haber tomado prestada la traducción española de su pariente fílmico 'Goodfellas' (Scorserse, 1990) para hacer una hipérbole con el sentido de pertenencia y la clandestinidad: «Uno de los nuestros». Únicamente aquellos que acreditaban estar en posesión de la bandana del oso tenían autorizada la entrada al evento. No piensen mal, no es una cuestión de elitismo o exclusión sino más bien de especificidad y camaradería. Pero en toda banda hay una jerarquía y la cúpula puso el mayor de los sigilos en preservar el factor sorpresa.
Tras demostrar la condición de miembro, se nos permitió acceder a la instalación 'Blob', de María Jerez, que venía a saldar una cuenta pendiente del Rendibú tras sucesivas cancelaciones. Lejos de perder vigencia, en estos años la pieza se ha convertido en un clásico que incluso ha llegado a formar parte de la colección del CA2M. 'Blob', perfecto equilibrio entre las artes visuales y escénicas, plantea un mar de acumulaciones de tejidos que apela a la sensualidad de lo orgánico y a la extrañeza de la ciencia ficción. La composición de telas en movimiento es una pulcra coreografía activada por diferentes elementos, personas y aire. La horizontalidad de la propuesta y la narratividad del sonido invitan a diferentes viajes en los que el espectador asume lo inquietante a la espera de una resolución, de una revelación que nunca llegará. El 'ente' -como es nombrado por la autora- tiene por objetivo frustrar el entendimiento, no dejarse atrapar. Habita el deseo; solo nos ofrece la sensualidad y la repulsa. Una y otra vez. «En el momento en el que aparece algo nuevo, éste mata lo anterior», zanja María Jerez.
Ya ubicados -saludos de rigor y tercera Estrella de Levante mediante-, pudimos disfrutar de un par de experiencias de realidad virtual, así como de los conciertos cápsula en los que el nuevo folclore de Maestro Espada fue el principal reclamo. La cena tematizada, dedicada a Ucrania, dio paso a la auténtica sensación de la noche: 'FORMS' de los catalanes Playmodes en colaboración con el Cuarteto Salzillo. La pieza es un sobrecogedor espectáculo multimedia para cuarteto de cuerda, música electrónica y visuales panorámicos que se basa en el concepto de 'sonificación gráfica' en vivo. Al ver salir a escena a los músicos con sus instrumentos de cuerda se activaron todo tipo de prejuicios entre el público que fueron fulminantemente aplacados cuando comenzaron a desplegarse por la pantalla de nueve metros una serie de elementos gráficos que iban siendo traducidos al momento por los virtuosos intérpretes de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia. El tamaño, la ubicación, el brillo y la forma de cada uno de esos símbolos se transformaba en sonidos al traspasar la línea de lectura de esta peculiar partitura, permitiendo a los espectadores hacer un perfecto seguimiento, e incluso anticipar la pista electrónica, que discurría a diferentes velocidades en la misma línea de tiempo. Y es que estamos acostumbrados a que cada vez lo visual tenga más presencia en la música reproducida y en directo -qué sería de Eurovisión sin los efectos o las coreografías-. Hasta Spotify ha claudicado y ya no se limita a lo sonoro.
Sin embargo, no hablamos aquí de un reproductor de Windows Media masivo que cree efectos visuales según las frecuencias, sino que se trata del proceso inverso. A partir de unas reglas previas, un algoritmo crea una serie de imágenes aleatorias que se transforman automáticamente en música. Es la perfecta integración entre arte visual y música, el sueño de Kandinsky y el mío propio, que 'leo pentagrama' pero no lo 'escribo'. La interpretación levantó varias ovaciones durante su ejecución y un «¡qué fuerte!» gritó en voz alta lo que todos pensábamos.
Laura Sam y Juan Escribano presentaron después otra forma de hibridación musical, en este caso cercana al 'spoken word', en el mismo escenario circular diseñado para la segunda propuesta de Playmodes, 'Espills'. Sin duda, otra de las piezas centrales de la velada fue esta hipnótica escultura de luz dinámica creada a partir de un potente láser generativo que, de nuevo, tradujo los diseños lumínicos en composiciones sonoras, siempre en tiempo real. Cuentan sus creadores que originalmente la obra tenía un sentido narrativo que se ha ido perdiendo en favor de la abstracción, de la exploración formal; del potencial estético.
Si esto fuera una columna de Umbral, este último párrafo estaría cuajado de negritas para nombrar a todos los artistas, escritores, músicos, gestores y diseñadores que terminaron haciendo la conga al ritmo marcado por el DJ o debatiendo sobre las cuestiones más banales del universo, pero como debo guardar la discreción que se me exige para que me sigan coreando el «gooble gobble, one of us» de 'Freaks' (Browning, 1932), concluiré con una pequeña reflexión ciñéndome al ámbito de lo estrictamente artístico. Como en la música atonal a la que remite 'FORMS', lo inesperado es ya seña de identidad del Rendibú, que se deshace de su carácter de concurso para explorar las nuevas formas de producción. En esta edición nos ha enfrentado con una idea de arte cada vez más cercana a la música y a la tecnología, que sugiere nuevas formas de ser artista tras la muerte de éste anunciada por Deresiewicz, que, sin embargo, parece que sigue siendo lo suficientemente atractiva como para provocar el lapsus delator de un amigo, que me confesó querer ser «uno de los vuestros».
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