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Junto al fútbol y, posiblemente, a la música, la gastronomía se posiciona a la cabeza entre las disciplinas que más se han extendido y mezclado en el mundo a lo largo de los siglos. La incorporación de nuevos ingredientes como el tomate, el cacao, la patata o el maíz y elaboraciones como las empanadillas, el cocido o la morcilla son algunos de los muchos intercambios que España ha llevado a cabo con Latinoamérica históricamente. Pero aún hay más.

Solo tenemos que echar un vistazo al recetario de Ecuador, Colombia o Argentina para ver las coincidencias en las técnicas de cocción, en los ingredientes e incluso en la importancia que para su cultura tienen muchos de sus platos, siendo, en algunos casos, mezclas de las influencias propias de otros países como España, o de una cultura nómada en muchas fases de su historia.

Y es que las conexiones gastronómicas entre España y América Latina son tan fuertes como, en muchos casos, desconocidas. Cierto es que muchos de los ingredientes heredados han sido adaptados al paladar o a las costumbres propias del lugar que lo recibe. Tanto ellos como nosotros hemos hecho nuestras adaptaciones de recetas que han terminado formando parte de la cultura popular casi sin saber de dónde proceden. Un ejemplo claro es que poco nos importa si uno de los ingredientes fundamentales de la tortilla de patatas tiene un origen americano, porque por mucho que nos digan, la tortilla es española.

Sin duda, el ejercicio de viajar es el más recomendable para acercarse a la cultura gastronómica de un país, para ver con más perspectiva que no somos tan diferentes y, sobre todo, para sacudirnos la caspa que se va acumulando en la mirada. Pero en estas circunstancias pandémicas en las que es casi imposible salir del pueblo, es recomendable que nos acerquemos a nuestros vecinos a través de la comida. Que visitemos los restaurantes que ofrecen los platos típicos de sus países de origen y que por un par de horas nos sintamos como viajeros en busca de una cultura que convive con nosotros. Un trocito de Ecuador lo encontramos en Murcia, en La Parrilla del Guayaco –c/ Dr. Jesús Quesada– y en El Mopri –c/ Huertas–; una buena parte de Colombia la podemos probar en El Buen Paladar –c/ Luis de Góngora– y en La Perla del Pacífico –c/ Juan Ramón–. El Pilón de la Negra –c/ Vicente Baeza– lleva un tiempo acercando los platos típicos de Venezuela a la capital, el restaurante Esperanza –c/ Juan Ramón Jiménez– los platos bolivianos y el bueno de Marcelo en el hotel BCool –c/ Infantes– las carnes argentinas, entre otros platos.

En todos estos restaurantes no solo dan muy bien de comer, sino que nos aportan un viaje cultural sin movernos de Murcia a través de la boca y el olfato. Además, con un poco de suerte, encontramos las similitudes entre nuestras culturas gastronómicas y comenzamos a ver conexiones con nuestros vecinos, que tan bien nos hace.

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