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Está de acuerdo ahora más que nunca Teresa Vicente (Lorca, 1962), profesora de Filosofía del Derecho de la UMU y experta en justicia ecológica y ... derechos sociales, con esta propuesta de Simone de Beauvoir: «Cambia tu vida hoy, no apuestes al futuro; actúa ahora, sin demora». Hiperactiva, batalladora, rebelde -«mucho, pero con causa»-, su lucha incluye «defender los derechos sociales, que están en alarmante retroceso, la justicia ecológica y el feminismo jurídico, ¡no me falta tarea por hacer!». Reconoce que en su vida ha perdido batallas «muchas veces», tras lo cual siempre ha tenido «un abrazo fuerte de alguien», pero ahora está feliz, y con razón.
Tras idear y promover la exitosa Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que logró en 2022, tras obtener las firmas de 639.826 ciudadanos, que se aprobara la ley que reconoce al Mar Menor como sujeto con derechos propios, recientemente recibió entre ovaciones, en una Ópera de San Francisco hasta la bandera, el Premio Goldman, considerado el Nobel del ecologismo, que cada año, desde 1990, reconoce la entrega en los seis continentes de activistas comprometidos en la defensa de la naturaleza. Teresa Vicente es la distinguida con el Goldman por Europa, y su logro ha despertado entusiasmos en todo el mundo. Hoy, cualquiera de ustedes puede presentar una acción judicial en nombre de la laguna salada.
-¿Cómo se siente?
-Agradecida. Me gusta correr y mis piernas me lo permiten, tengo amigas con las que puedo contar, tengo ilusiones, tengo mucho potencial que puedo poner al servicio de alcanzar logros que merezcan la pena para todos. Por mucho que podamos comprar y consumir, eso no nos va a quitar la tristeza, ni el desánimo, pero sí que merece la pena el encontrarnos a nosotros mismos y encontrar a los otros, y el lograr hacer realidad cosas que la razón, en un primer momento, nos dice que es imposible.
-¿Cuándo tomó usted conciencia de la importancia vital de la naturaleza?
-Desde que era pequeña tenía clara esa idea de que iba a ser abogada para defender los derechos de la naturaleza. Y, fíjese, pasados los años mi tesis doctoral, a finales de los 80, fue, precisamente, sobre un nuevo paradigma del que podía emanar una nueva generación de derechos donde el sujeto ya no fueran los humanos, sino la naturaleza.
-¿Qué recuerda de sus años de estudiante?
-Recuerdo al catedrático de Ecología Luis Ramírez, que quería que sus alumnos pudieran hablar de dignidad de la naturaleza, de dignidad de la tierra, porque la ética estaba como prohibida para la naturaleza, era algo exclusivo del ser humano. Ahora, hay que reconocer que en este aspecto se ha evolucionado muy rápidamente y que nadie duda de la ética ecológica, sobre la que escriben, al igual que sobre conciencia ecológica, intelectuales de todo el mundo; pero a finales de los 80 el panorama era muy distinto.
-Su tesis doctoral fue crucial para usted.
-La escribí en un convento de clausura [sonríe]. Elegí el tema de la justicia ecológica [la tesis se tituló 'Justicia y derecho ambiental. Para un modelo de la justicia ecológica'], y lejos de encontrar apoyos entre los propios profesores del departamento en el que yo estaba, lo que sentí fue un gran rechazo. Tuve que pelear mucho. El acoso era tan grande que me bloqueé, sólo escuchaba que el tema que elegí era una tontería y que la tesis iba a ser un desastre. Les parecía mal incluso que fuese a la facultad en bicicleta. Me sentía humillada. Menos mal que [el catedrático] don Mariano Hurtado sí tenía fe en mí y me apoyó. Yo estaba ejerciendo como abogada, y un día, corriendo por el Malecón, descubrí el convento de clausura de las capuchinas y pensé: «Este sitio es ideal para escribir mi tesis». Llamé y salió sor Catalina, a la que le expliqué lo que me pasaba y lo importante que era el tema de la justicia ecológica; ella lo entendió muy bien porque estas monjas son muy de san Francisco de Asís. Me dijo que no tenían hospedería, pero que hablaría con las hermanas y que volviese al día siguiente. Me dejaron una habitación en una especie de apartamento, destinado a monjas de otras órdenes que pudiesen visitar el convento, que daba a la huerta. Se portaron de maravilla, las recuerdo subiéndome limonada recién hecha y dándome siempre ánimos. Dos años estuve escribiéndola, y me pusieron 'cum laude' por unanimidad. En esta vida, es muy importante que confíen en ti.
-¿Qué meta se propuso?
-La verdad es que nunca he pensado en una meta, siempre he pensado en el camino, si bien es innegable que ese camino ha conducido a logros importantes, como este de llegar a conseguir derechos subjetivos para el ecosistema del Mar Menor, algo que ha hecho historia. Cuando el momento para intentar lograrlo surgió, [el equipo promotor de la ILP] estábamos preparados intelectualmente para abordar este gran cambio que se ha conseguido.
-¿Cuántas veces ha tenido que escuchar que estaba loca o cosas parecidas?
-Que estaba loca lo he tenido que escuchar muchísimas veces, pero también tengo que decir que las personas que me lo decían no eran ningún referente intelectual para mí. Personas que sí lo eran, grandes referentes para mí, me han abierto sus brazos y me han dado fuerzas para recorrer el camino; han sido pocos, pero muy valiosos. Cuando yo empecé a decir en la Universidad que había que proteger la naturaleza, porque ya se sabía el enorme daño que estaba soportando debido a un determinado modelo destructivo de desarrollo humano, y planteé que estábamos ante la necesidad de afrontar y asumir responsabilidades, y que el Derecho se basa en la responsabilidad, muchísimos profesores, y en mi departamento prácticamente todos, menos, insisto, don Mariano Hurtado, ya le decía antes que no me tomaron en serio. Incluso en Ecología veían raro que alguien de Derecho quisiera hacer una tesis como la mía, porque no existía el derecho ambiental. En ese momento no se hablada de 'bullying', pero llegué a sufrirlo. Me sentía muy incómoda, se burlaban diciendo cocas como 'esta viene a inventar una nueva filosofía del derecho'. Ya le digo que menos mal que apareció el convento de clausura y que allí encontré paz y apoyo espiritual. Como cuando estoy triste lo que me viene bien es correr, una vez salí tan mal de la Facultad que me puse a correr descalza.
-¿Qué escuchó cuando empezó su lucha por la defensa del Mar Menor?
-Cuando empezamos el movimiento, otra vez volvieron las voces con el 'ya están aquí las locas diciendo que la naturaleza tiene derechos'. Bueno, a las mujeres que queremos hacer avanzar la sociedad, que no nos resignamos a aceptar que las cosas no se pueden cambiar, nos han llamado de todo a lo largo de la historia, locas y brujas con frecuencia, sí. Pero lo importante son los logros.
-¿Se puso muy nerviosa a la hora de su discurso de agradecimiento en San Francisco?
-Pues, fíjese, cuando di las gracias por mi 'Nobel' en la Ópera de San Francisco estaba más fresca que una lechuga, como decimos en Murcia [ríe]. Estaba supertranquila, y de hecho no leí nada durante mi discurso. Me recomendaron que llevase algún papel, por si acaso, pero es que yo estaba tranquilísima, me encontraba en mi salsa, como si aquello fuese el comedor de mi casa. Y era consciente de que recibía el 'Nobel' de Medio Ambiente y de que era noticia en todo el mundo porque habíamos logrado darle derechos al Mar Menor. Fue muy emocionante, y eso que ya había vivido otro momento muy especial en Naciones Unidas. Yo veía allí en esos momentos a don Mariano [Hurtado], veía a Luis [Ramírez], veía a sor Catalina, ¡estaban ahí todos conmigo, disfrutando de mi momento! Muchos invitados me comentaron después que les había sorprendido lo tranquila que estaba [sonríe]. Durante el discurso, me aplaudían casi a cada cosa que decía, y después me pasé horas atendiendo a quienes me felicitaban muy cariñosamente.
-¿Qué percibió durante la gala?
-La gente estaba muy feliz. Necesitamos esperanza en este momento, necesitamos que haya una salida. Hace poco que estuve en Bruselas, en un destacado acto político medioambiental de la Unión Europea, y noté también gratitud por haber aportado esperanza, por ofrecer una salida. El movimiento de la ILP del Mar Menor estaba lleno de esperanza y de fuerza. Y también de alegría. Cuando lo impulsamos estábamos en tiempos de Covid, no teníamos un duro, estábamos a la espera de apoyos, pero todas y todos estábamos muy felices. Hablamos de un movimiento que empodera a la ciudadanía, que le enseña a hacer una ley y que le hace tener confianza en los políticos, porque ellos en ese momento estuvieron a la altura. Esta ley del Mar Menor hace ampliar el horizonte y mirar a la naturaleza como nuestra compañera de viaje.
-¿Cómo fue usted recibida a su regreso a Murcia tras recoger el premio?
-El rector [José Luján] me llamó enseguida para felicitarme y también lo hizo la decana de la Facultad de Derecho [Francisca María Ferrando]. Pero no recibí ninguna felicitación del Gobierno regional, algo que no entiendo, pero ellos sabrán por qué.
-¿No la llamó personalmente el presidente López Miras para felicitarla?
-No.
-¿Ninguno de sus consejeros tampoco?
-No.
-¿Ni ningún alto cargo de la consejería de Medio Ambiente?
-No.
-¿Ni siquiera el responsable de la así llamada Dirección General de Mar Menor?
-No.
-¿Y qué piensa usted?
-Que a alguien de Murcia..., que a una mujer murciana le den un 'Nobel' no es algo que pase todos los años...; tampoco me apeno por ello, he recibido muchas felicitaciones y afecto de muchos lugares y de muchísima gente. He notado el apoyo del pueblo y sé que he hecho muy feliz a mi familia y a mis amigos.
-Con fiesta sorpresa incluida.
-[Risas] ¡Menudo fiestón! Participaron primos míos y gente que no había visto por lo menos en 20 años. ¡Fue increíble! Se hizo en casa de mi hermana la mayor. Mi hija me engañó diciendo que mi hermana iba a hacer un arroz y que teníamos que ir. Yo le dije que otro día, que estaba muerta recién llegada del viaje, pero ella insistía en lo bueno que estaba el arroz que hace mi hermana [ríe]. Yo no estaba ni para arroz ni para nada, lo que estaba era aturdida con tantas emociones vividas, pero al final fuimos. La verdad es que estoy disfrutando de muchas muestras de amor.
-Y dice que no está dolida por el comportamiento del Gobierno regional.
-A ver, es cierto que rara vez sale algo bueno de Murcia en las noticias, lamentablemente. Y también lo es que a mí me han puesto una 'alfombra roja' en un montón de sitios, que nos hemos convertido en un ejemplo admirable de lucha por defender la naturaleza. Yo lo dije en el Congreso [de los Diputados]: 'Me parecen muy bien y muy necesarios los partidos políticos, pero yo nunca perteneceré a ninguno'. Siempre he tenido claro que necesitaba sentirme lo más libre posible para seguir el camino que me propuse. Creo que el Gobierno regional debería también haberse sentido orgulloso por este premio a una murciana.
-El presente del Mar Menor.
-Ahora mismo ya está defendiéndose en los juzgados. También es cierto que en el [Tribunal] Constitucional (TC) está el recurso que interpuso Vox. Curioso, porque se trata de una ley aprobada por todos los partidos políticos, menos por ellos, y que ha sido enmendada en el Congreso y en el Senado. Yo creo que no va a prosperar. El Mar Menor ya es sujeto de derechos, y el TC se va a encontrar con él reclamando su personalidad jurídica y la defensa de sus derechos amparado por toda la ciudadanía. Es una ley muy sólida y que está muy amparada. Además, ya tiene un gran reconocimiento a nivel universal. Tenemos que tener ya muy claro que si los ecosistemas colapsan, nosotros colapsamos también. Estamos hablando de nuestra supervivencia. No tiene sentido que los que explotamos de una manera ilimitada el medio natural tengamos derecho a la acción, y el explotado no la tenga. Claro que habrá resistencias a la ley, y en la Región se están viendo, pero esta tiene un fundamento lógico y epistemológico muy profundo.
-¿Qué le gustaría hacer?
-Quisera parar un poco, pero estoy como subida a una ola y es complicado bajarse. Tengo viajes a Viena, a Berlín, a Parma... La ley de los derechos del Mar Menor despierta enorme interés en muchos lugares, ha tenido un gran eco porque es algo que nos incumbe a todo el planeta. Lo que ahora me gustaría es poder estar tranquila, junto al mar, con un montón de libros y disfrutando de mi familia y de mis amigos, y sin tener que coger tantos trenes, porque yo siempre que es posible viajo en tren.
-¿Qué es cierto?
-¡Que he dado más abrazos desde que se aprobó la ley que en toda mi vida!
-¿Qué le han dicho sus hijos?
-Están muy contentos. Emilio tiene 25 años y vive ahora en el Mar Menor, ya independizado. Pilar tiene 23 años. A Emilio ya no le veo el pelo, así es que aprovecho esta entrevista para mandarle un beso enorme [ríe]. Pero bueno, mi madre me dice que eso es síntoma de que está bien de salud.
-Ah
-Mi madre es que es mucha madre, sí. El caso es que ella siempre encuentra una frase para tranquilizarme.
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