![Sábato y Cano](https://s2.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2025/02/09/fsdsff-U1907121689074mH--1200x840@La%20Verdad.jpg)
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Me tocaba descansar porque los mocos se niegan a desaparecer, y yo, en fin, tenía que hacer lo posible por estar fresquito y lozano el sábado para las fotos y conciertos pendientes. Mis cosas. Y andaba yo, como decía aquel vecino mío, yendo de mi ... corazón a mis asuntos. De la cama al 'living', que cantara el argentino de bigote bicolor. En casa, en fin. Y así toda la semana, intentado sanar las heridas y lamer las rozaduras para que no me diera fiebre y el oído derecho volviera a dejar pasar el sonido a un volumen razonable, que no había manera, chico.
Y entre ensayos, 'mails', presentación de candidaturas a premios, novelas a medias, correcciones de las terminadas, partituras de piano y escalas de guitarra, decidí mandarlo todo a un lejano planeta y tirarme en el sofá, cóctel de medicinas mediante, a leer.
Sin más. Oye, solo a leer. No a estudiar para los exámenes. No a resumir para un proyecto que tengo que presentar. No a... No. A nada. A leer. Que ya es mucho, chico.
Entre algunos libros pendientes agarré con cariño el de mi querido y admirado Leonardo Cano. Y como me ocurrió con su obra anterior, el ritmo que impone, como un buen 'tête de la course', me hizo aguantar en el pelotón hasta la última palabra, así, sin despegar la espalda del sofá. Pero esto no es una loa a la capacidad grande y poderosa que tiene Leo para escribir y pegarme a sus páginas. Que sí, lo es, pero no solo. En su obra se manejan con soltura temas y visiones sobre el presente próximo y un futuro que de cercano parece amenazador, y disecciona con bisturí ácido nuestras formas de ser, de conocer, de permanecer, de amar y de compartir, y de verdad que es recomendable, bonito y de lectura feroz.
Pero lo que más me impresionó del día es cómo las historias, las nuestras, esas narraciones que según las IA de 'Este es el núcleo' son las que en verdad nos conforman y nos asoman a la vida eterna, se sustentan tantas veces sobre la casualidad.
Prosigamos. El libro acaba. Yo preparo la maleta para el día siguiente. Envío un mensaje entre mocos a Josete, de Villanueva, y le digo que no puedo ir a colaborar con él en su concierto, quedando como el culo, pero haciendo lo correcto para curarme. Y me tomo un yogur con fresitas y medio plátano mientras escucho un podcast al azar, en el que por motivos aleatorios recomiendan las entrevistas viejas de Soler Serrano en 'A fondo', aquel programa de entrevistas profundas con mentes salvajes y enormes que durante cinco o seis años transitó el final de los 70 con las últimas voces autorizadas en blanco y negro. Hay mil. O cien. Desde Alejo Carpentier, pasando por Juan Rulfo, Borges y Cela. Bueno, los 'influencers' de antes.
Sin entrar en ese barro, que seca mal, solo diré que, al azar, otra vez, me lanzo al primero que aparece en mi búsqueda de Spotify. De Spotify también hablaremos el próximo día. Como Tip y Coll del gobierno. Y este programa no era otro que el dedicado a Ernesto Sábato.
Entre retazos sinceros de su vida y algún acceso a la lágrima casi incontenible, el bueno de Sábato empieza a hablar de la tecnología, y de repente, todas esas palabras que Leonardo Cano ha escrito y publicado en el fenecido 2024, tienen la misma vigencia y naturalidad que las que Ernesto Sábato está pronunciando lentamente desde 1977 a través de una plataforma que emite hoy blanco y negro en la pequeña pantalla de mi celular. Todo un viaje en el espacio-tiempo que anuncia en el discurso de Ernesto lo mismo que cuenta Leo.
Según Sábato, el hombre usa la tecnología en su viaje prometeico para conquistar el mundo, para dominar la naturaleza y las cosas. Pero es en ese mismo viaje en el que de manera paradójica vende su alma, y se convierte a sí mismo en cosa.
Esta idea, pronunciada a final de la década de los 70, tiene una lectura eterna, y me parece fantástico que la propia tecnología a la que vendimos el alma sea la que propicia este encuentro de entidades entre un escritor argentino que nos cuenta cómo nos convertimos en cosas, y un escritor murciano del 2025 que nos narra cómo nos eternizamos en mentes ficticias, en descargos de memoria que convertidas en dato, nos prometen, a modo de dios eterno, la vida definitiva en nuevas fórmulas biocibernéticas de personalidad.
Sábato tenía razón, nos estamos convirtiendo en cosas, y Leo nos da una pista de cómo parece que vamos a hacerlo.
Y yo este viernes noche en mi cama. Con mi oído izquierdo bloqueado de mocos, sin poder ir a cantar con un amigo, yendo de la cama al 'living', y de mi corazón a mis asuntos, pensando si esto también será parte de mí, o de mis recuerdos, cuando me haya convertido en cosa.
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