Las ruedas de la percepción
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El LSD-25 es una droga semisintética con efectos alucinógenos que se metaboliza en su mayor parte en el hígado. Su uso con una finalidad creativa se expandió por el mundo del arte y la contraculturaEl Día Mundial de la Bicicleta, como celebración simbólica para promover el uso de este sano y sostenible medio de locomoción, se ha venido celebrando cada 19 de abril hasta que hace tres años la ONU decidió trasladarlo al 3 de junio. Tras este reciente ... cambio se esconde una desconocida y curiosa historia, relacionada con el descubrimiento de una de las drogas psicodélicas más famosas de los últimos tiempos.
En 1938, Albert Hofmann, un brillante químico que trabajaba en los laboratorios Sandoz de la ciudad suiza de Basilea, sintetizó una nueva sustancia química, la dietilamida de ácido lisérgico (LSD). Le sigue el número 25 en muchos textos científicos, pues ese era su número entre una serie de 26 derivados sintéticos que fueron aislados a partir del cornezuelo, nombre común del hongo 'Claviceps purpurea'.
Hofmann decidió probar voluntariamente el LSD, al más arriesgado estilo de los químicos de los siglos XVIII, que no tenían reparos en oler e ingerir el resultado de sus experimentos, una mala práctica que costó la vida a muchos de ellos. Lo hizo tras ver estancados los experimentos en animales de experimentación, en los que se pretendía demostrar un efecto terapéutico de esta sustancia como estimulante del sistema circulatorio, para un uso como potencial fármaco en humanos.
El 16 de abril de 1943, Albert Hofmann ingirió 250 microgramos de LSD, cinco veces la cantidad que luego se ajustó como 'segura'. Inmediatamente comenzó su primer viaje: mareos, confusión, alucinaciones visuales y un deseo incontrolado por reír. Abandonó su laboratorio un tanto asustado. La historia de su segundo viaje, esta vez en bicicleta, desde las instalaciones de Sandoz hacia su casa por las calles de Basilea, fue una experiencia de imágenes fantásticas de extraordinario realismo y con un intenso juego caleidoscópico de colores. Thomas Roberts, un profesor de la Universidad de Illinois especializado en la psicodelia, pensó en hacer un homenaje a ese día. Congregó en 1985 a estudiantes y amigos en el jardín de su casa para que acudieran con sus bicicletas. Como ese año el 16 de abril caía en martes, lo pasaron al viernes 19, para que fuera en fin de semana. Años de boca en boca y la llegada de internet, una década después, hicieron el resto.
El LSD-25 es una droga semisintética con efectos alucinógenos. Se metaboliza en su mayor parte en el hígado y su mecanismo de acción está relacionado con su estructura química, análoga a la del neurotransmisor serotonina, con la que interfiere en su metabolismo cerebral. Los efectos y presuntos beneficios del LSD-25 han sido muy polémicos desde su descubrimiento e introducción como droga de consumo, sobre todo durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado. Abundan las afirmaciones y testimonios sobre su inocuidad e incluso los beneficios para favorecer la creatividad artística de todo tipo. Pero la realidad es distinta. Basta recordar los efectos destructivos en personajes famosos como Syd Barrett, guitarrista y fundador de Pink Floyd, cuyo consumo abusivo de LSD agravó sus problemas mentales, y en multitud de personas anónimas que acabaron con graves problemas psicológicos, accidentes o suicidios, durante un 'mal viaje'.
Durante los años gloriosos del LSD fueron muchos los artistas, músicos, cineastas, escritores e intelectuales que flirtearon con las propiedades de esta droga, en parte, animados por los escritores Timothy Leary y Aldous Huxley, los primeros apóstoles del consumo del LSD como medio de liberación de la mente.
El uso del LSD con una finalidad creativa se extendió por el mundo del arte y la contracultura de aquellos años, con la promesa del éxtasis intelectual y del éxito. También, en menor medida, en el mundo de la ciencia. Richard Feynman, Premio Nobel de Física en 1965, confesó que jugueteó con el LSD, sin que tengamos certeza alguna de que influyera en su obra científica. Más documentados están los escarceos que inventores como Douglas Engelbart, el creador del ratón de ordenador, o Steve Jobs, fundador de Apple, tuvieron con el consumo de LSD. De hecho, Jobs afirmó que su experiencia con LSD fue una de las dos o tres cosas más importantes que había hecho en su vida, sin especificar el orden.
«Los descubrimientos de la ciencia y las obras de arte son mucho más que una exploración; son explosiones de velada semejanza», dijo el matemático y divulgador Jacob Bronowski. Explosiones que pueden ocurrir, no ya en las ruedas de una bicicleta, sino en los engranajes de la química cerebral, por efecto de esta ruleta rusa de la cordura que eran —y siguen siendo— las drogas psicodélicas.
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