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«Sí, sí, yo repetiría todo lo vivido hasta ahora», dice José Carlos Martínez (Cartagena, 1969), quien reconoce que «parece que fue ayer» cuando, en ... diciembre de 2010, se hizo público que había sido elegido para dirigir la Compañía Nacional de Danza (CND), en sustitución de Nacho Duato. En esos días, en la Ópera de París, donde él era 'bailarín estrella', estaban agotadas las entradas para verle interpretar, junto a la rusa Uliana Lopatkina y dando vida al príncipe Sigfrido vestido por Franca Squarciapino, 'El lago de los cisnes' que coreografió Rudolf Nureyev en 1984. Cada noche, las ovaciones encendidas se repetían. Hoy, a punto de finalizar 2019, con sus ocho años al frente de la CND ya consumidos, y con Joaquín de Luz como nuevo director de la compañía nacional, el bailarín y coreógrafo cartagenero afronta nuevos proyectos y goza de una serenidad envidiable. Premio Nacional de Danza en 1999, Comendador de la Orden de las Artes y las Letras (Francia), atrás quedan, entre otros éxitos al frente de la CND, su 'Don Quijote Suite' -coreografiado a partir de las versiones de Marius Petipa y Alexander Gorski-, o 'El Cascanueces', su coreografía, a partir de la música de Tchaikovsky, para la que Iñakí Cobos creó el vestuario. En los próximos días, volverá a tener un protagonismo de excepción -se calcula que verán su trabajo más de 50 millones de telespectadores en todo el mundo-, como responsable de las coreografías que podrán disfrutarse durante la retransmisión desde Viena, el primer día de 2020, del más que popular Concierto de Año Nuevo. Y tan solo unos días antes, viernes 27 y sábado 28 de diciembre, dirigirá en Murcia, en el Auditorio Víctor Villegas, la 'Gran gala de Navidad. Estrellas de la danza', un prometedor y cuidado con esmero evento que cuenta con la participación de -¡uf, palabras mayores!- Lucía Lacarra.
-¿Qué no se imaginó nunca?
-¡Tantas cosas! Nunca me imaginé que bailaría un día en la Ópera de París, ni siquiera que iba a ser bailarín profesional, ni nada de eso. A mí me gustaba bailar [con nueve años se convirtió en el John Travolta de un montaje de 'Grease' en Cartagena], y luego todo lo demás que ha ido llegando, evidentemente con muchísimo trabajo, ha sido como un regalo maravilloso. La verdad es que estoy feliz y contento con todo lo que he hecho en mi vida, no puedo decir otra cosa. Eso no significa que no haya tenido que vencer muchas dificultades, que también, pero el resultado ha sido muy bueno. Sí, sí, volvería a repetirlo todo desde el primer día, desde el principio, repetiría todo lo vivido hasta ahora. Incluso los momentos difíciles me han ayudado a crecer y me han sido útiles. Ahora, con la experiencia que tengo, claro que pienso que algunas cosas las debería haber hecho de otra manera, pero el camino recorrido ha merecido sin duda la pena.
-¿Cómo es hoy usted, en su día a día, fuera de los escenarios o de las salas de ensayos?
-Es que yo no tengo varias caras, soy siempre el mismo: muy sencillo, una persona nada compleja, muy natural...; me gusta la normalidad y toda esa historia del famoseo me queda un poco lejos. Soy artista, pero no un divo ni alguien que se cree ni el mejor en nada, ni por encima de nadie. Y lo digo estando muy agradecido por haber sido estrella de la Ópera de París, algo que llevé en paralelo a estar siempre con los dos pies en el suelo, algo a lo que ha contribuido mucho mi familia.
-¿Tiene enemigos?
-Ay [suspira], yo creo que cualquiera que hace cosas, digamos de cierta importancia, tiene enemigos. Siempre hay gente que puede tenerte envidia, pero también le digo que no me paso la vida pendiente de eso.
-¿En qué ha podido equivocarse?
-No sé si ha sido una equivocación, pero para mí siempre ha sido lo primero el trabajo, con un nivel extremo de exigencia, perfeccionista de un modo casi obsesivo. Y ese afán perfeccionista, esa entrega total, ha podido hacer que me fuese separando de personas que, quizá, no debería haber permitido que dejasen de estar en mi vida. Un día tiene solo veinticuatro horas, y yo, durante muchísimo tiempo, se las he dedicado prácticamente todas a mi profesión. Eso creo que es un defecto [ríe] heredado de la familia de mi padre: ese querer hacer muy bien tu trabajo, casi hasta quedar obnubilado. Durante muchos años, me he dedicado a mi trabajo en exclusiva.
-¿Y ahora?
-Ahora intento darme más tiempo a mí mismo, aunque tampoco tanto porque el calendario de trabajo se está llenando. Pero, al menos, ya puedo decidir qué hago y qué no más fácilmente.
-No habrá dejado escapar al amor de su vida...
-... [risas] Espero que no, pero bueno, para el amor todavía hay tiempo [más risas].
-¿Echa de menos bailar?
-No, no, no. Hay mucha gente a la que le cuesta despedirse de los escenarios, pero no es mi caso. Y eso que, físicamente, creo que podría volver a bailar; podría, pero no lo necesito. Bailé mucho en su momento, pero ahora estoy en otra cosa. Hace poco, en Roma, trabajando durante un mes en 'El corsario' [la coreografía que estrenará el 1 de marzo de 2020 en el Teatro de la Ópera], he tomado clases y he sentido el placer de bailar de nuevo, pero no tengo nostalgia de las actuaciones. Ahora me quedan otras cosas por vivir, yo soy más de pensar en el futuro que en el pasado y de vivir el presente. Lo que me planteo es qué cosas puedo hacer ahora que me enriquezcan más como persona.
-¿Ha cerrado satisfecho su etapa al frente de la CND?
-La he cerrado muy satisfecho con los resultados artísticos que hemos tenido, pero es verdad que la gestión de una compañía nacional, con respecto a todo lo que no tiene que ver con lo artístico, es muy complicada. Pasé de ser bailarín a director de una entidad pública, y ahora me doy cuenta de lo poco que sabía cuando llegué. Después de ocho años, es lógico que tenga mayores conocimientos para poder gestionar una compañía de otra manera y mucho mejor. Con eso no quiero decir que la haya gestionado mal, pero ha habido errores y he ido aprendiendo de ellos. Pero el resultado final, ya le digo, es muy positivo; ahora han estado bailando [su coreografía] 'El cascanueces' en el Teatro de la Zarzuela, y no quedaban entradas ya antes del estreno. Estuve en los últimos ensayos, y el nivel de la compañía es altísimo.
-¿Le sentó mal que no se le contratase por cuatro años más?
-Bueno, le seré sincero: una parte de mí piensa, no lo niego porque también tengo mi ego, que ellos se lo pierden; pero yo en lo que de verdad creo es en que, para que los proyectos salgan bien, lo que hay que hacer es intentar sumar, ir sumando, y no poner zancadillas a nadie.
-¿Cómo ve nuestro país?
-En España se tienen demasiado en cuenta las modas, lo que está de moda, y quizá nos falte valorar más el trabajo bien hecho con tiempo, las apuestas a largo plazo, el sembrar para recoger; somos más de impulsos, de modas. Y creo que también nos falta valorar más nuestra riqueza cultural y a nuestros creadores. Somos muy impacientes, y tendemos a empezar como de cero en todo y a no valorar lo hecho anteriormente. Primero le toca a uno, luego a otro, y este otro deshace todo lo hecho anteriormente, y así vamos [risas].
-Ha decidido quedase a vivir aquí.
-Sí, por ahora me quedo aquí. Quiero disfrutar de mi país, porque estos años he estado trabajando tanto que apenas he podido estar con mi gente y con mis amigos; ahora quiero vivir más tranquilo, a otro ritmo y eligiendo muy bien los proyectos en los que trabajar. También es cierto que voy a trabajar sobre todo en el extranjero, y en España de modo puntual, por ejemplo con estas galas que estamos organizando, y ya veremos en un futuro qué es lo que pasa.
-¿Qué se ha propuesto?
-Prestarme más atención, y también estar más pendiente de la gente que me importa. Antes le decía que me he alejado de algunas personas por esta obsesión mía por buscar la perfección, pero es que también me he alejado de mí mismo; me he dedicado a estar disponible para responder a las responsabilidades asumidas, pero el trabajo no puede serlo todo en la vida. Ahora quiero incluirme a mí mismo en mi agenda de prioridades, ya sea en el terreno personal como en el profesional. No estar sacrificándome yo en función de un proyecto.
-¿De qué es muy consciente?
-De la suerte que he tenido en la vida. Mi pasión desde que era niño ha sido bailar, y he podido hacerlo toda mi vida. ¡Toda mi vida pudiendo poner en práctica mi gran pasión! Eso es una suerte enorme, un regalo. He tenido muchos momentos de plenitud, muchísimos, sería un desagradecido si me quejase de mi vida.
-¿Es ahora más desconfiado?
-Me gusta saber con quíen estoy, pero confío en la gente y doy siempre a todo el mundo una oportunidad; después, decido si puedo confiar o tengo que pensármelo mejor. Pero no soy desconfiado, no he llegado a eso.
-¿Menos ingenuo?
-Para un artista es necesario, pienso, tener siempre unas dosis a mano de inocencia, de ingenuidad, no dejar de ser un soñador. Soy menos ingenuo que antes, pero todavía me llevo muchas sorpresas. De momento, por lo menos se ha reducido el porcentaje.
-¿Le preocupa ir envejeciendo?
-No me angustia, aunque tengo clarísimo que tu cuerpo deja de poder hacer cosas que hacías antes. Pero, a la vez, como dice un amigo mío muy sabio, tenemos que estar contentos de poder seguir viviendo nuevas experiencias. Te vas haciendo mayor, no hay vuelta atrás, así es que utiliza ese tiempo que queda para hacer cosas que te gusten.
-¿Cambiaría algo de su forma de ser?
-Pues no sé, la verdad [ríe]. A ver [se lo piensa]... soy demasiado tímido, solo me suelto cuando estoy en confianza. Si hubiera sido menos tímido, me habría relacionado con más gente.
-¿Qué le provoca pena?
-El otro día hablaba con unos amigos del Mar Menor y recordamos que era un Edén cuando nos bañábamos en él de pequeños; me da muchísima pena, nos lo hemos cargado...; el tema del cambio climático me preocupa mucho, e intento tomármelo en serio en todo lo que está en mi mano. Tengo muy complicado dejar de viajar en avión, pero voy andando a mucho sitios y lo de reciclar lo tengo siempre presente. El otro día fui al supermercado con un amigo que estaba en casa, y cuando nos dijo la chica que estaba en la caja si queríamos una bolsa de plástico, el dijo que sí. ¡Le eché una bronca! [Risas]. No cuesta trabajo llevarte las cosas en la mochila.
-¿Le sorprendió que lo llamasen para dirigir las coreografías del Concierto de Año Nuevo?
-Me sorprendió doblemente, porque ya me lo propusieron una vez y dije que no porque coincidió con mi nombramiento como director de la CND. No es normal que te lo vuelvan a ofrecer cuando has dicho que no una vez, pero yo he tenido de nuevo mucha suerte. Ha sido una experiencia [coreografiar para el Ballet Estatal de Viena en una ocasión tan señalada] por la que siempre daré las gracias, entre otras cosas por lo contenta que se puso mi madre cuando se lo dije [risas]. Las dos actuaciones del ballet fueron grabadas entre agosto y septiembre. [Se trata del vals 'Abrazaos, millones', de Johann Strauss, interpretado en el palacio de invierno del Príncipe Eugenio de Saboya; y de las 'Doce contradanzas' de Beethoven, interpretadas en el Nussdorfer Pfarrplatz y Museo Beethoven]. Como me encantan las comedias musicales, he coreografiado la parte musical de Beethoven como si se tratase de una mini comedia musical en la que unos turistas americanos de los años 50 llegan a visitar el Museo.
-¿Y cómo ha concebido la 'Gran gala de Navidad' que tendrá lugar en Murcia?
-Muy variada y de un nivel artístico muy alto. No solo se bailará clásico, también contemporáneo y danza española; será como un viaje a través de la historia de la danza, poniendo el foco en la creación española y en el talento de nuestros bailarines.
-¿Pone usted las dos manos en el fuego por los bailarines que van a participar?
-[Sonríe]. Por supuesto, teniendo en cuenta que veremos niveles diferentes, porque junto a los bailarines experimentados veremos a otros que están despuntando en las compañías donde están contratados y que tienen muchísimo talento. Pongo por todos ellos las dos manos en el fuego, estoy convencido de que el público disfrutará mucho.
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