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Quedarse en la superficie
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El castellano es inclusivo de por sí y me niego a quedarme fuera de los clásicos que usan correctamente el masculino genéricoLa única vez que he participado en un concurso de debate fue en segundo de bachillerato. La profesora me propuso que me encargara de defender ... una posición polémica: la inferioridad de la mujer con respecto al hombre. Para sorpresa de todos –la mía incluida–, gané. Aquella docente, feminista clásica, me premió con matrícula el cuestionable mérito de ser capaz de argumentar tales falacias. No creo que hoy se pudiera dar esta situación.
Si el mes pasado tuvimos noticia del feliz hallazgo de una pintura de Artemisia Gentileschi olvidada en un palacio de Londres, estos días se han presentado los resultados del proyecto 'Artemisia UpClose' en Casa Buonarroti, el Museo Miguel Ángel de Florencia. En la exposición se puede ver restaurada la obra 'La inclinación', pintada en 1616 tras un encargo de Miguel Ángel Buonarroti el Joven, sobrino del maestro, para el palacio familiar. 'La inclinación' o 'Alegoría de la vocación' es un óleo en el que se ve a una mujer desnuda sosteniendo una brújula que representa el talento natural, la predisposición de Miguel Ángel al arte, y probablemente el de ella misma, porque se cree que se trata también de un autorretrato. El desnudo de la figura duró en realidad apenas dos generaciones porque otro sobrino, Leonardo di Buonarroto, contrató en 1684 a El Volterrano para que pintara unos velos de pudor que preservaran el decoro y el honor de su familia, como ya se había hecho con el famoso 'imbraghettamento' de los frescos de la Capilla Sixtina ordenado por Pío IV.
Lo novedoso de esta restauración es que, sin obviar la dificultad físico-química de retirar unos retoques casi tan antiguos como la primera pintura sin dañarla, se ha decidido que la intervención forma parte del original, de la propia historia de un cuadro realizado, a la postre, en coautoría, y se va a quedar en la superficie para siempre. Así que la muestra ofrece al visitante una segunda versión recreada de la obra en la que gracias a diferentes tecnologías se puede contemplar la figura 'desvelada'. Dejo para otro texto el analizar cuándo procede desnudar a las mujeres o pixelar sus caracteres sexuales.
Ya no podemos decir que Artemisia sea una pintora olvidada. Su historia de compromiso y superación es ejemplar; fue violada a los 15 años por su preceptor y tuvo que luchar contra todo tipo de prejuicios. Tras la reiteración del agravio que suponía enfrentarse a un juicio de este tipo en su época, Gentileschi consiguió recobrar su honra y atestiguar un magistral desempeño de las artes que la posicionó en lo más alto de la sociedad europea. Fue revolucionaria, combatió los discursos misóginos y propuso otros tipos de feminidad representando a mujeres fuertes, valerosas e independientes –como suelen ser–. Mientras pintaba 'La inclinación' estaba embarazada de cinco meses y cobró tres veces más que sus análogos varones, tuvo amantes reconocidos, fue considerada cabeza de familia cuando se trasladó a Roma y, siendo su propia agente, se encargó de administrar su obra.
Después de conocer a mujeres como ésta, siento verdadera desolación al ver cómo, de vuelta al siglo XXI, ciertos sectores feministas siguen haciendo de la imposición del 'lenguaje inclusivo' la principal reivindicación de su agenda. Esta semana me he tenido que leer un real decreto para unas gestiones de la universidad: qué difícil me resulta llegar al fondo, porque una vez que leo los primeros desdoblamientos ya no puedo dejar de buscar si la estrategia se mantiene en todo el texto. Y ahí me quedo, obsesionada, comprobando cómo, efectivamente, se les escapa un 'los estudiantes' en un documento legal del que necesariamente quedan excluidas 'las' estudiantes. Me temo que termino haciendo lo que en realidad propugnan: lecturas superficiales y literales. Como el Rubius, yo habría silenciado la locución que habla de 'le apidólogue' o de 'mi científique de abejas favorite', porque por mucho que defienden que 'salva vidas', solo hay excentricidad caprichosa. Este 'lenguaje excluyente' queda lejos de favorecer la igualdad.
El castellano es inclusivo de por sí y me niego a quedarme fuera de los clásicos que usan correctamente el masculino –gramatical– genérico. Es absurdo pensar que se puede cambiar así el lenguaje. Lo que sí podemos hacer es cambiar la narrativa: yo propongo elegir el poder sobre la victimización –así nacemos, poderosas–. Entre 'mis amigos' puede haber mujeres, pero entre 'mis amigas' no puede haber hombres. Es un privilegio, y así lo entienden mis sobrinos, angloparlantes. Les ruego ahora que no se queden en la superficie; renegar del 'lenguaje inclusivo' porque es impracticable, inútil y ofensivo, no implica defender ni la inferioridad de la mujer ni que haya personas que desafían las convenciones de género.
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