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La actriz Lola Herrera. Antonio Sánchez
«Estamos todos como un poco groguis»

«Estamos todos como un poco groguis»

La popular y veterana actriz Lola Herrera recibirá este lunes en el Real Casino de Murcia, en el marco de la Jornada de Teatro Clásico, la distinción como académica de honor de la Academia de las Artes Escénicas de España

Lunes, 26 de febrero 2018, 09:45

«Soy una duda andando», dice Lola Herrera (Valladolid, 1935), una de las actrices españolas más populares, queridas y respetadas de la escena española. Amiga de los retos y de protagonizar algunos saltos al vacío que hicieron historia, es imposible olvidar su trabajo en 'Las amargas lágrimas de Petra von Kant', de Fassbinder, uno de los montajes que la consagraron en 1985 y con el que elevó la temperatura de la escena española deleitándose al acariciar el cuerpo escultural de Victoria Vera. Atrás había quedado el infierno que vivió durante los años que precedieron a 'Función de noche' (1981), la película que dirigió Josefina Molina y que ella protagonizó junto a su marido, Daniel Dicenta. Ambos mostraron en público todas sus miserias como pareja y el dolor que arrastraban. «Fue muy liberador, mi terapia personal y a lo bestia», recuerda Herrera, cuya interpretación en varias ocasiones a lo largo de su carrera de la pobre viuda Carmen Sotillo en 'Cinco horas con Mario', el montaje basado en la novela homónima de Miguel Delibes, dejó conmocionados los patios de butacas de todo el país. Precisamente, 'Cinco horas con Mario', con dirección de Josefina Molina, es el nuevo proyecto en el que se embarcará y con el que regresará al Teatro Romea en junio próximo. De momento, la actriz estará este lunes en Murcia, en el marco de la Jornada de Teatro Clásico organizada por la Academia de las Artes Escénicas de España y la Universidad de Murcia (UMU), para ser distinguida como académica de honor.

-¿Qué es usted?

-Soy una duda andando. Siempre resolviendo, eso sí, pero con muchas dudas. Cuanto más sé de una cosa, más dudas surgen. Y a eso hay que sumarle que sigo siendo una inconformista, y que me parece que ya no voy a dejar de serlo hasta el final.

«No veo a la gente en la calle, cuando lo cierto es que hay motivos para salir a la calle a protestar desde por la mañana hasta por la noche»

El momento presente

«Asumo los años que tengo. Estoy cogiendo la recta final con la tranquilidad de saber que yo no he pasado como una maleta por esta vida»

El paso del tiempo

-¿Y las consecuencias de ser así?

-Por un lado, las dudas hacen que siempre esté batallando, empezando por hacerlo conmigo misma; el inconformismo no es, desde luego, cómodo de sobrellevar, pero es que la realidad no me deja ser de otro modo. ¿Cómo no ser inconformista con el día a día que estamos viviendo? En nuestra sociedad hay todos los días motivos para protestar, incluso para estar completamente airada con muchas situaciones que se dan, todas ellas muy injustas y dolorosas para muchísima gente. Y yo no me echo de comer aparte, no voy solo a lo mío porque es que, entre otras cosas, 'lo mío' es lo de todos.

-¿Qué actitud considera especialmente negativa?

-El cruzarse de brazos y ya está, el esperar siempre que alguien resuelva por ti los problemas. En esta vida nada te viene dado, todo hay que conseguirlo con esfuerzo y luchando por ello. Yo sí que creo que todo puede tener arreglo si nos empeñamos en solucionarlo, si nos implicamos de verdad. Pero me da la impresión de que muchos estamos muy acomodados frente a una realidad que, antes de la crisis y después de la crisis, hace que la vida sea desesperante para muchísimas personas que lo tienen muy complicado para llevar una vida en condiciones: muchas personas que no tienen trabajo, que no tienen para comer, o una casa en la que vivir o medios para pagar la educación de sus hijos. Pero no veo a la gente en la calle, cuando lo cierto es que hay motivos para salir a la calle a protestar desde por la mañana hasta por la noche. No sé lo que pasa, es como si nos hubiesen aplicado una semianestesia y estamos todos como atontados, un poco groguis. No hacemos lo que tendríamos que hacer, que es no tolerar que jueguen con nosotros como si formásemos parte de un juego macabro que, sin embargo, da la impresión de que para ellos debe ser muy divertido.

-¿Usted se atrevería a ponerse como ejemplo de algo?

-Pues no, yo no quiero ponerme como ejemplo de nada. Yo soy una batalladora que ha llegado hasta aquí batallando, y ahí sigo: sin parar de hacerlo. Si acaso, lo que yo puedo hacer es hablar de mi experiencia personal, y desde ahí es desde donde digo que lo que yo sé es que la vida es un no dejar de pelear; con algún alto en la lucha que te permite respirar y poder seguir adelante, pero cuando no hay que batallar por unas cosas hay que hacerlo por otras. Y mucho mejor no dormirse.

«Como actriz, para mí lo más importante de todo es contar con la aprobación del público, y en eso siempre he sido afortunada»

El reconocimiento

«Mi manera de entender y de sentir la vida es de izquierdas, pero estoy muy enfadada con los partidos de izquierdas porque no son capaces de entenderse entre ellos»

La política

-¿Y qué armas vienen bien para esa batalla de la que habla?

-Hay que hacerse a la idea de que no te regalan nada y, a partir de ahí, tener empuje y estar alerta para que no te engañen.

-Mira su larga trayectoria profesional y ¿qué se dice?

-Lo que me digo es que me parece mentira que haya pasado tanto tiempo; de eso te das cuenta cuando te paras, y yo de trabajar paro poco. Cuando lo pienso exclamo: '¡Qué barbaridad!'. A veces me preguntan, por ejemplo, '¿y cuándo pasó esto o lo otro?'. Pues esto y lo otro pasó hace ya... ¡50 o 60 años!, ni más ni menos [risas]. Pero, bueno, la cosa es que, afortunadamente, a mí me entusiasma todo lo que me va sucediendo día a día. No me he quedado instalada nunca en ninguna época de mi vida, ni en ningún éxito o acontecimiento. Lo que más me importa es lo de hoy y lo que va a pasar mañana, y ese es el motor que me mueve.

-¿Y el teatro? Este lunes será distinguida en Murcia con el reconocimiento de académica de honor de la Academia de las Artes de España.

-Un reconocimiento que yo agradezco mucho a la Academia. El teatro sigue siendo muchísimo más que algo que me ilusiona, es una pasión, una pasión que no ha muerto desde que empecé a subirme a los escenarios, incluso diría que esa pasión va conmigo desde que tengo uso de razón. Y, a día de hoy, a esa pasión por seguir haciendo teatro le sumo el conocimiento que he ido adquiriendo por el camino, ya largo camino; y, al mismo tiempo también, la consciencia de que tengo la suerte de poder seguir haciendo lo que me apasiona.

-¿Cuál es el mayor premio?

-Como actriz, para mí lo más importante de todo es contar con la aprobación del público, y en eso siempre he sido afortunada. El público ha ido interesándose año tras año por los personajes y las obras que he ido interpretando, y nos hemos vuelto a encontrar una y otra vez en los teatros de toda España. Para mí, eso ha sido como un abrazo de apoyo, de ánimo, que me ha ido sosteniendo a lo largo de toda mi carrera. Ha sido, y sigue siendo, muy hermosa mi relación con el público.

-Y España, ¿cómo es?

-Un país estupendo que me gusta muchísimo, un país maravilloso que también tiene sus imperfecciones, como las tenemos todos. Lo que no me gusta nada, lo que me duele muchísimo, es lo que algunos hacen con España. El tema de la corrupción, por ejemplo, me parece tan indignante. Esa sensación de que se han dedicado a saquearnos los bolsillos a todos, ese rosario de casos de corrupción que, vamos, ¡ni el de la Aurora! Y no veo yo que vayan a devolver el dinero que han robado, que debería ser algo obligatorio.

-¿Sigue siendo usted una mujer de izquierdas?

-No tengo ningún motivo para ser de derechas, ninguno.

-¿Y confía hoy en los partidos de izquierda?

-Eso ya es otra cosa. Mi manera de entender y de sentir la vida es de izquierdas, pero estoy muy enfadada con los partidos de izquierdas porque no son capaces de entenderse entre ellos. ¿Cómo puede ser que no lleguen a entenderse, aunque sea en lo más básico? Pues no, y eso me da muchísima rabia. ¡Mira qué listos los de la derecha como sí que se unen, desde la extrema hasta el centro! Los de la izquierda son muy sosos, mirándose el ombligo cada uno de ellos en vez de mirar los ombligos de los demás a ver cómo están, a ver qué problemas tienen y cómo vamos a resolverlos. El ombligo propio hay que mirárselo lo menos posible. Además, en cada grupo de izquierdas, o de semizquierdas o como quieran llamarse, porque yo creo que de izquierdas izquierdas ya no hay nada, es como si también se dedicasen a pelearse entre ellos. No lo entiendo, y me enfada esta torpeza porque me parece que hay demasiada gente mal y que no basta con decirlo, hay que hacer algo. Bueno, algunos dicen que este país va de maravilla, lo cual sería para reírse de no tratarse de un tema tan serio.

-En junio volverá al Teatro Romea con un nuevo montaje de ‘Cinco horas con Mario’...

-...sí, pero ya hablaremos de eso cuando, tras finalizar la gira de ‘La velocidad del otoño’, descanse un poquito, que ya me lo merezco, y nos pongamos con este montaje que ya sabemos que tendrá una larga gira.

-Usted lleva toda su vida defendiendo con hechos los derechos de las mujeres.

-Nosotras no queremos ser más que los hombres, pero tampoco menos, ni en el tema de los salarios, ni en tantísimas cosas todavía. Yo sé muy bien, por experiencia, que no siempre es fácil mantener individualmente una actitud comprometida con la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Llegan momentos en los que tienes que enfrentarte con tus compañeros, o con tus jefes, y sientes que te estás poniendo en riesgo, pero no hay más remedio que seguir luchando, como muchas otras mujeres lo hicieron antes. También es humano tener miedos, sobre todo cuando hemos adquirido obligaciones muy importantes de las que no te puedes olvidar, como es el caso de tener que sacar adelante a unos hijos. Los miedos están ahí, y cada uno los gobierna como puede, pero siempre que se pueda hay que jugársela para conseguir algo, tanto individual como colectivamente. Solo así se avanza.

-¿Qué descubrió?

-Que el tiempo hace milagros. Logré vomitar todo lo que me destruía, dolores y frustraciones que arrastraba, y empecé a estar bien conmigo misma. Además, soy una mujer que lleva muchos años ya encima de su alma, y cuando los vives analizando la vida y las situaciones, y descartando las cosas que van quedándose añejas, haciendo limpieza del trastero continuamente, un poquitín de sabiduría sí que vas adquiriendo. Soy yo, sin máscaras, sin mentiras, con la verdad por delante. Y eso que soy un ser muy vulnerable.

-¿De qué tiene la suerte?

-Asumo los años que tengo. Estoy cogiendo la recta final con la tranquilidad de saber que yo no he pasado como una maleta por esta vida. He hecho lo que he podido y lo sigo haciendo. La naturaleza es muy sabia, y una de las maneras de vivir más intensamente es cumplir los ciclos: pares, y aunque los hijos te dan muchas agonías cuando son pequeños, vas aprendiendo de ellos y te van mostrando todos los días que el tiempo pasa. Y, además, lo das por bien empleado porque ellos van haciéndose hombres y mujeres de bien.

-¿Qué nos queda?

-La esperanza, en la que yo creo fervorosamente. Sin esperanza uno está muerto.

-¿No llega a agobiarle la soledad?

-No, no me desespero con la soledad, me desespero con toda esa gente a la que no entiendo. Yo quiero estar sola y he elegido no estar en pareja. No me lo ha impuesto nadie.

-¿En qué no ha cambiado?

-Sigo sin estar instalada en ningún sitio: ni espiritualmente, ni profesionalmente, ni nada. Según vas viviendo, lo vas cuestionando todo. No soy una persona tranquila, y a lo mejor por eso persigo tanto la tranquilidad y la armonía. Las persigo, pero se me resisten [risas].

-¿Ha tenido que empezar de cero muchas veces?

-Sí, muchas veces he tenido que romper el cacharro, coger un cántaro nuevo y volver a empezar. Yo quiero que mi recta final sea una parte tranquila de mi vida, eso es lo que más deseo ahora mismo.

-¿Teme morir?

-No. He trabajado mucho este tema, porque yo hace años estaba muy asustada con la idea de la muerte. He ido preparándome para aceptarla, para andar en paz los caminos hacia ella. La respeto, por supuesto, y me inquieta lo desconocido, pero no me asusta.

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