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Ni ha votado jamás, ni jamás ha conocido el aburrimiento. «A mí me pillará la muerte cargado de proyectos», dice Pedro Ruiz (Barcelona, 1947), actor, ... músico, entrevistador, humorista... Este sábado en Murcia, a las 20.00 horas, protagoniza en el Teatro Romea 'Mi vida es una anécdota', un 'show' en el que desclasifica sus vivencias 'top secret'. Tiene unos increíbles 76 años, una agilidad mental que es un alucine. Ahora bien, olvídense para siempre de que les fría un huevo.
-¿Qué se le quedó grabado en Murcia?
-En una ocasión, tras una actuación en la plaza de toros, entró un señor a mi camerino y me dijo una cosa que nunca olvidaré: 'Mire usted, hay tres tipos de artista: el que dice que lo es, el que se cree que lo es, y el que lo es'. Y se fue. Me quedé con la boca abierta y sin saber a qué grupo, según él, pertenecía yo [risas].
-¿Cómo está?
-Pues estoy muy joven, lleno de proyectos, superactivo y con entusiasmo, que creo que es la forma de vivir. En la vida hay que tener salud a base de tener más planes que años.
-¿Y qué hace con los años?
-No considerarlos, no hablo nunca de ellos. Hace ya mucho tiempo que decidí ser 'mister lo próximo', nunca 'mister lo pasado'. No me gusta hablar del pasado, puedo hacer pequeñas referencias a él, pero no lo concibo como una residencia. El pasado es una mala residencia.
-¿Satisfecho cuando mira hacia atrás?
-Satisfacción es mucho decir, pero siento tranquilidad. Disfruto de cierta serenidad porque, como todo el mundo, he cometido errores y aciertos, pero lo que nunca he hecho es venderme; yo nunca me he ensuciado de un modo voluntario. Para mí, el éxito sucede por dentro, no por fuera.
-¿Qué descubrió pronto?
-Un sentido muy claro y muy precoz de la relatividad. Aquí estamos de paso, y como estamos de paso no conviene hacer grandes tragedias de las cosas. En cuanto a la conducta diaria, hace ya 15 o 20 años que descubrí que cuanta menos importancia te das, más libre eres. Creo que cuando nacemos somos prisioneros del decorado en el que nacemos, y que conforme lo vas rompiendo te sientes más libre.
-¿Qué batalla sigue librando?
-Hay una que nos tiene a todos muy pendientes todo el tiempo, que es la batalla del ego. El ego es el gran tirano de la vida. Y en cuanto empiezas a dominarlo, vas ganado y sintiéndote más ligero. Las otras batallas, las exteriores, me condicionan menos porque nunca he estado afiliado a ideas concretas y porque tengo ocasión de ser fuente y no trinchera. No me gusta nada ese ambiente de discusión por todos lados que vemos en este país y por todos sitios.
-¿Claro qué tiene?
-El tiempo del que disponemos no es mucho, estamos bastante ciegos y nos planteamos las cosas de un modo muy estridente. Siempre he pensado que el ser humano, y naturalmente me incluyo el primero, sólo es un chimpancé con una altavoz. Y claro, dado lo poco que hemos evolucionado, cometemos muchos errores. Pero, frente a esto cabe una alternativa, que es ponerse un poco en la piel de los demás. Soy partidario de la concordia.
-¿Cómo procura relacionarse con los demás?
-Del modo más amable posible. Tú puedes pensar distinto a mí, pero eso no evita que nos podamos comer juntos una paella. No hay por qué tener razón. Estoy en un punto en el que ya no quiero tener razón, quiero tener derecho a no tener razón; y eso me conforta mucho.
-Tomo nota de lo de la paella, ¿la hará usted?
-No [risas]. ¿Cocinar? En lo de cocinar tengo que decir que soy un fracaso absoluto, en casa no sé ni dónde está la lata de fabada Litoral. No me preocupo mucho con los temas culinarios, pero tampoco exijo mucho, yo me como un bocadillo y tan contento.
-¿A los ciudadanos cómo nos ve?
-Aturdidos por la dictadura digital que ha metido a todo el mundo en una especie de cárcel, aturdidos porque los baqueteos de las alturas nos despistan mucho, e intentando reinventarnos todos los días.
-El planeta.
-A veces digo, con un cierto tono de ironía, que el planeta fue un éxito y la Humanidad parece un fracaso.
-¿Frente a la tristeza qué?
-Hay que escaquearse de ella con una pirueta, y la pirueta siempre tiene que ver con el humor. Casi todo hay que relativizarlo.
-¿Qué necesita?
-El mar, que es una especie de sauna para el alma. Bañarse en el mar es un regalo.
-¿Querido se siente?
-Querido es mucho decir, yo me siento muy considerado. Tendré detractores, pero lo que percibo en la gente que me conoce es afecto.
-¿Su vida es 'una anécdota'?
-Utilizo mi vida no para decirle al público lo interesante que es, sino para compartir con él que todos tenemos problemas parecidos. El rey tiene almorranas, el otro se equivocó en un negocio... Lo que no hago es hablar mal de nadie. No hace falta para que tanto el público como yo nos divirtamos mucho.
-¿Siempre qué?
-Siempre tengo los oídos abiertos para escuchar a la gente.
-¿Qué no hará?
-Tengo muy claro que la palabra jubilarse para mí no existe.
-¿Dónde está ahora? [La entrevista es telefónica]
-En el Hotel Intercontinental Madrid, antiguo Hotel Castellana Hilton, donde yo viví unos años. Aquí hay un conserje, que se llama Alfredo García y que ha leído más que todos los clientes del hotel juntos, que todos los días me pone en el mostrador un folio y me dice un título inventado para que yo escriba en cuatro o cinco minutos un poema. Y así todos los días. Es un entrenamiento estupendo.
-¿Qué no deja de hacer cada día?
-Hoy he estado comiendo con dos médicos y les he contado, porque es verdad, que yo todos los días me tiro a la piscina de exterior de mi casa aunque esté nevando. Y yo soy tan friolero como los demás, pero le aseguro que de un baño corto en una piscina en invierno sales dispuesto a escribir una ópera. Tienes la sensación de haber nacido en ese momento, es como si te hubiera pasado un limpiaparabrisas por el cuerpo y el alma.
-Me lo apuntaré para cuando tenga piscina, quizá en otra vida.
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