De esos encuentros increíbles, la mayoría de veces inesperados, guarda un certero recuerdo. Aguantó la mirada juiciosa de Orson Welles en un concierto de Amalia Rodrigues en Roma, coincidió en una cena en Nueva York con el matrimonio Kissinger, Federico Fellini le cogió de la mano para decirle: '¿Qué simpático es usted, venga a verme'? Y él nunca fue.
Cano recibió a los lectores de LA VERDAD con ritmos helénicos, con la música de Eleni Karaindrou, compositora griega y autora de la banda sonora de muchas películas del director griego Theo Angelopoulos. Sonó la música de las películas 'La mirada de Ulises' y 'La eternidad y un día', que le han acompañado estos días, por ejemplo, en los que anda intentando retocar las manos del personaje de su última obra, que formará parte de una exposición que lleva por nombre 'Los invisibles'.
Esta semana tuvimos noticia de la muerte de Fernando Delgado, escritor, periodista, exdiputado en Les Corts Valencianes y presidente del Patronato del Museo de Bellas Artes de Valencia, para quien Cano tuvo el primer recuerdo de la noche, a quien conoció gracias a Pity Alarcón.El artista recordó a personajes con los que coincidió en cuatro de las ciudades más importantes en su vida: Roma, Nueva York, París y Madrid.
Roma
Pedro Cano fue becado por la Academia Española en Roma entre los años 1969 y 1972. Allí coincidió, fortuitamente, por ejemplo, con el director de 'La dolce vita' (1960), Federico Fellini («Fellini me dijo: 'Usted es muy simpático, venga a verme'. ¡Y nunca fui!»), con Orson Welles (en el Teatro Sistina, Amalia Rodrigues daba un espectáculo. Entre el público, un cineasta le echó una mirada de esas que no se olvidan al descubrir que el murciano también llevaba una capa española), o con Morante de la Puebla, que andaba de viaje de novios en la ciudad eterna («Fuimos a comer a La Carbonara, donde el Rey emérito iba, y nos sentamos en la misma mesa, cosa que a Morante de la Puebla le encantó»).
Recordó que habla italiano como Dante Alighieri, cosa que el catedrático de Italiano de la Universidad de Murcia, Pedro Luis Ladrón de Guevara, certificó desde la primera fila. Cano estuvo casado durante casi tres décadas con Patrizia Guadagno, italiana, entre los 70 y los 90.
Nueva York
Fue para cinco meses y se quedó cinco años, entre 1984 y 1989. Con la troupe de Almodóvar coincidió en un aeropuerto, le llamó la atención la escandalera que formaron en el control de entrada. A Carmen Maura se la encontró una vez en un ascensor en Nueva York invitada a una semana de cine español. Le dijo que iba a hacer una película como protagonista con Carlos Saura: 'Ay, Carmela'. «Aquello un golpe importante para ella y cambió su carrera». Recordó entonces Pedro Cano que con Carlos Saura, cineasta, fotógrafo y escritor, hermano del pintor Antonio Saura, y murciano por parte de padre, lo encontró en La Unión, cuando hizo el cartel del Festival Internacional del Cante de las Minas. Y citó que le impresionó 'La caza' (1966), una de sus películas que al pintor más le han impactado, y se lo hizo saber. En un principio esta película iba a llamarse 'La caza del conejo', pero no lo permitieron por sus connotaciones sexuales, como le indicaron a Cano desde el público.
A la actriz y productora de cine estadounidense Sigourney Weaver la tuvo detrás en un ascensor de Nueva York. Y le dijo: «Best than in the movies». La laureada intérprete de la teniente Ellen Louise Ripley le dijo con gracia: «Really?», ¿de verdad?
De Woody Allen y Mia Farrow le impresionaron sus pieles porque parecía que nunca les había dado el sol, «como si hubieran vivido siempre en catacumbas. Los vi una vez y no estaban peleándose, ni tampoco daban muestras de amistad».
Nancy Kissinger, en mitad de una cena en la casa de unos amigos en Nueva York, en la que estaba Pedro Cano, le dijo a su marido: «Henry, come here! Pedro, Mr. Cano, is the painter!». Los anfitriones tenían obras de Pedro Cano y la señora del secretario de Estado de Estados Unidos las conocía. Acababan de llegar de España, ella no comprendía cómo el señor Felipe González estuvo con ella muy retraído y serio. En cambio, «the King Juan Carlos» estuvo extremadamente simpático.
De Stephen Sondheim, compositor y letrista estadounidense, el Shakespeare del musical americano, autor de 'Company', 'Follies', 'Passion', 'Into the Woods'… conserva una carta. Una fotocopia de esta carta, junto al catálogo de la última exposición en Roma, se la ha enviado a un conocidísimo actor español, y está esperando una respuesta.
París
A París fue mucho, y coincidió con personas con las que había forjado amistad en Roma, como María Luisa Sanz, artista plástica valenciana, una mujer maravillosa, con la que tiene recuerdos por todo el mundo. Dijo que era «un personaje inolvidable».
En París, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo, en el Grand Palais, Pedro Cano vendió una vez 17 cuadros. La Galleria Giulia era «la leche», incidió. Estando en París se enteró de que era el último día que Nuria Espert representaba 'Doña Rosita la soltera', en el Odeón. Fue a ver el espectáculo, pero no quedaba entradas, pero al llegar al teatro Nuria Espert lo coló y lo sentaron donde los técnicos de luces, junto a María del Mar Bonet, con la que trabó una formidable relación de amistad que les ha llevado a ambos a coincidir en Palma de Mallorca y en Blanca. Esa noche en Odeón, Pedro Cano vio en el entreacto a María Félix, sentada en las primeras filas. Y fue a avisar a Nuria Espert de que estaba allí, y una actriz «numérica», Rosario García Ortega, le dijo: «Es imposible, si esa mujer debe haber muerto hace años…». El caso es que María Félix fue a saludar a Nuria Espert, y fue cuando dijo aquello de que estaba en el corazón de muchos españoles. Y Pedro Cano le respondió, «todavía está», y le tendió su brazo y la sacó del teatro para alegría de ella. Nuria Espert se inclinó para besarle la mano a La Doña… Es más, cada vez que Pedro Cano le decía a Vittorio Gasman ( Il Mattatore) de hacer algo en Italia con Nuria Espert, Gasman le respondía: «Si parlerà di tutto».
Madrid
En Madrid vivió mucho. Se fue a la capital a hacer el servicio militar para poder compatibilizarlo con la carrera de Bellas Artes. «¿Cómo iban a enviarme en mi casa a Madrid para estudiar Bellas Artes? La muerte de su padre dejó muy tocada a mi familia». En esos años nadie se enteró de que era pintor, así que no le obligaron a hacer nada de oficios. Pedro Cano ya dibujaba desde niño, pero no había hecho nunca una estatua.
Bellas Artes podías hacerse entonces si aprobabas un examen de cultura general, «una cosa como de Pío Baroja». El caso es que ingresó a la primera. Tuvo recuerdos para artistas de Blanca y personas de los que aprendió o le echaron una mano, como Antoñico de Sisto, que le dejaba postales para que las pintara; Luis Molina, otro pintor, y una monja, sor Soledad. «En Cieza sí que estaba la academia de Juan Solano, pero no podía ir por las tardes en coche de línea a Cieza». En su última exposición de Fuente Álamo pudimos ver algunas de esas primeras obras que hizo en su infancia.
En Madrid la gente se preparaba en una escuela: Peña. Pero Pedro Cano, en cambio, fue al pintor, escultor y grabador madrileño Waldo Aguiar, un artista del que aprendió a monumentalizar las cosas, a hacerlas físicas.
Dijo Cano que tiene que agradecer a tanta gente que le ha echado una mano, por eso a cada persona que viene a pedirle él está dispuesto a todo. La profesora de Historia del Arte de la Universidad de Murcia Mari Carmen Sánchez Rojas, desde el público, recordó su labor excelente con personas con capacidades diferentes, a las que trata siempre que visitan la Fundación Pedro Cano en Blanca con un mimo extraordinario y digno de señalar. «Me gusta devolver a la gente lo que me han dado, por eso se ha dado a la gente impartiendo cursos y contando todo».
Cuando vino a Ceutí María Dolores Pradera a hacer una cosa con Carlos Cano, le recordó lo que sucedió una vez, cuando actuaba en el Teatro de la Zarzuela, dirigida por José Luis Alonso, que sacó un traje en blanco y negro. El blanqueño la abordó para decirle: «¿Tú te acuerdas que vino un chico joven a verte que hacía Bellas Artes y que te trajo un paisajito de Madrid en una loseta?». Todavía agradecida, la cantante le respondió: «¿Es que eras tú, Pedro? ¡Lo conservo todavía!».
Una noche cenó con Carmen Sevilla, y aquello fue de traca. La recuerda en 'La venganza', de Juan Antonio Bardem, nominada al Oscar en 1958, «donde estaba genial y la Metro la distribuyó en todo el mundo… Podía haber sido una Anna Magnani. Charlton Heston le habría abierto las puertas de Hollywood. Bob Fosse quiso hacer con ella un musical y le dijo que tenía que estar dos años en América y ella le dijo que no estaba dispuesta. En Las Vegas hizo un espectáculo de poco tiempo, salía de espaldas y guardaba una llave en el pecho». Cayetana de Alba le compró un cuadro en Madrid y pidió descuento.
Con Rocío Jurado se sentó con ella al lado en el bautizo de María Liria, hija del torero ceheginero Pepín Liria. Y descubrió que era una mujer más inteligente de lo que se decía. Una mujer que tenía dos mundos distintos: «Una tía listísima». «En Italia hizo una cosa sobre Falla, donde habían participado Juliette Greco y Marlene Dietrich. Una de las voces más importantes de la música española».
A la cantante Mina le habría gustado conocerla, pero, sin embargo, disfrutó de momentos memorables viendo musicales en los que han actuado Liza Minnelli («una voz prodigiosa, pero se movía en escena como una cucaracha»), Chita Rivera, la gran estrella del musical, que murió recientemente a los 91 años («fue Anita en 'West Side Story', tengo una foto con ella, y la vi hacer 'La mujer araña', y 'El ring'»); a Julie Andrews («fui a verla haciendo 'Victor o Victoria' en teatro. Pero justo el día para el que teníamos entradas mi hermano Jesús se entera de que la sustituía Raquel Welch. ¡Y sentimos pena! Pero al final ese día volvió Julie y nos pusimos muy contentos»).
Un pequeño accidente
Pedro Cano intervino durante una hora y diez minutos en el Aula de Cultura de LA VERDAD. Momentos antes de comenzar el acto sufrió un infortunado percance en un escalón, pero aún así decidió mantener la entrevista tal y como se había comprometido. Contó al final del encuentro al público que antes de volver a Blanca tenía que ir a urgencias del hospital Morales Meseguer, porque estaba condolido de un pequeño traspiés. Fue atendido con rapidez por el personal sanitario. Recibió diez puntos de sutura en la mano derecha, y lo que más sintió, como contó antes de volver a medianoche a Blanca, es que estará una semana sin poder pintar. Dio las gracias a los médicos que le atendieron y a LA VERDAD y a la Fundación Cajamurcia por el buen trato recibido.
Su historia podría titularse también 'Memorias de un seductor' (1980) emulando aquella película de Woody Allen con Charlotte Rampling. Vuelve a su estudio en la subida al castillo. A donde casi nadie le busca, donde él se siente libre, donde desabotona sus instintos más puros para crear. Simplemente imaginar, concebir, idear, inventar. Toda la vida fue así. Para entenderse, y explicarse. Su pintura –en la que no hay colores de tubo– cada vez parece más joven. No envejece. Así lo hemos conocido. La suerte fue nuestra por haber podido compartir tanto con el maestro.
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