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El naufragio del 'Sirio' es la tragedia más conocida frente a la costa de Cabo de Palos. Segó la vida de 242 personas, según ... las cifras oficiales, aunque las crónicas apuntan a que fueron muchas más, ya que gran parte de sus ocupantes viajaba sin pasaje. La catástrofe permaneció, además, en la memoria colectiva de los habitantes de la zona durante décadas, e incluso, afirma el biólogo y teniente de navío Jorge Bañón, continúa estando presente en la actualidad.
Pero el 'Sirio' no es el único barco que el Mediterráneo se tragó frente a Cabo de Palos. La lista es más amplia. De algunos solo se conservan pequeños vestigios, como las ánforas que transportaban, extraídas del mar a posteriori; sin datos precisos de cuándo o cómo dejaron de navegar. De otros, hay mayor documentación, y esta es la que Jorge Bañón, actualmente responsable del Módulo Arte-Ciencia Militar Naval, en el máster de Historia Militar de CISDE-Fundación San Pablo CEU, recopila en el libro 'Naufragios del Cabo de Palos', publicado recientemente por el sello cartagenero Malbec Ediciones.
En él, Bañón (Madrid, 1948) da cuenta del destino de 26 buques que no finalizaron su travesía. Gran parte de ellos fueron alcanzados por submarinos, apunta el autor, destinado como reservista voluntario durante ocho años al Museo Naval de Cartagena, pero otra gran parte, golpearon su casco con el Bajo de Fuera, «un accidente geográfico conocido desde la Antigüedad» que, sin embargo, subraya Bañón, ha sido «la tumba» de numerosos barcos, entre ellos, 'El Sirio'.
Aunque nacido en Madrid, Bañón mantiene una estrecha vinculación con la costa cartagenera. Su tatarabuelo poseía concesiones mineras en esta zona de la Región y ello llevó a su familia a vincular sus vidas a este lugar, al que viajaban en no pocas ocasiones. Él lo hizo primero como veraneante, siendo niño, y más tarde como un residente más. Recuerda Bañón que ya desde pequeño se sentía atraído por las historias de barcos hundidos y batallas navales que, tanto su padre como su abuelo, que conoció de cerca la tragedia de 'El Sirio' –«tenía unos 6 o 7 años»–, le narraban en los días de asueto. Aquellas historias, cuenta, «se han ido relatando de generación en generación y siempre me había extrañado que no se hubiese escrito sobre ellas. Del 'Sirio' sí se han publicado muchas cosas y muy buenas, pero no de otros barcos hundidos en la zona».
Se refiere, por ejemplo, Bañón, al 'Estedio', navío argelino que engulló el mar en 1815 durante un combate. Con él, el autor madrileño arranca su volumen, en el que repasa otros naufragios como los del 'Nord America' en 1883, que también colisionó con el Bajo de Fuera; el 'Cordova', en 1893, con igual destino; o el 'Minerva', sumergido en 1899 tras un corrimiento de carga durante un temporal.
El Mediterráneo ha sido tradicionalmente, recuerda el autor, un mar comercial, plagado de rutas que a diario seguían comerciantes de todo tipo, y el paso hacia el Atlántico por el estrecho de Gibraltar obligaba a navegar frente a Cabo de Palos.
Apunta Bañón que el naufragio de barcos en épocas pasadas era algo «cotidiano». «Aún hoy, con todos los avances que hay en navegación, se producen del orden de 80 hundimientos al año», una cifra que, afirma, es «relativamente alta». No obstante, 26 navíos sepultados por las aguas «en un punto muy concreto de la costa, que no es especialmente amplio, como Cabo de Palos, son bastantes», refiere el experto, quien para la escritura de este libro ha recurrido a documentos periodísticos y a las crónicas publicadas en los diarios de la época, «por ser las fuentes más cercanas al hecho»; pero también a distintos archivos: fundamentalmente británicos. «La mayor parte de los barcos hundidos eran anglosajones y los ingleses tienen un sistema archivístico bastante potente y fácil de consultar».
De bandera británica eran, entre otros, el 'Kasenga' (1917), el 'Urd' (1917), el 'Alavi' (1917), el 'Moyune' (1918) y el 'Autolycus' (1918), todos ellos torpedeados o cañoneados durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial. El primero de ellos, cuenta Bañón en su libro, era un mercante en ruta desde Estados Unidos hasta Marsella al que se presume que interrumpió la travesía un submarino alemán a dos millas de islas Hormigas. Las bajas no están contabilizadas, pero se sabe, señala el autor en su obra, que hubo supervivientes porque algunos de estos «servirían a bordo de un nuevo 'Kasenga'».
El barco, además, había surcado años antes las mismas heladas aguas en las que 'pereció' el 'Titanic', algo de lo que dejó constancia una acuarela pintada por C. W. K. Home y fechada el 14 de abril de 1912. «El mar –llama Bañón la atención– parece muy grande, pero al investigar sobre las historias de todos estos buques te das cuenta de que muchos están relacionados», y eso, confiesa, «ha sido algo que me ha estimulado mucho a la hora de escribir, sobre todo porque soy una persona muy curiosa», señala el autor madrileño.
Son precisamente las anécdotas ligadas a los buques hundidos que recoge en su libro y los vínculos que ha encontrado entre ellos y entre su tripulación lo que más le ha «divertido» de este proyecto. Asociado al 'Titanic', por ejemplo, figura también otro navío, el 'Carpathia', encargado de rescatar del océano a numerosos supervivientes del famoso transatlántico, y relacionado con uno de los navíos naufragados en Cabo de Palos. En concreto, el 'Nord America', construido por la misma sociedad que después participaría en la puesta en marcha del 'Carpathia'.
También como curiosidad cita Bañón al capitán del 'Wilmore', barco estadounidense cañoneado en 1917, y cuyo oficial, tras sobrevivir a este naufragio, «volvió a embarcarse y a hacer frente al peligro de los submarinos». «Hay personas –dice Bañón– que parece que están predestinadas a vivir determinadas situaciones».
En su texto, el autor recoge los datos técnicos de los buques: su peso, los metros de eslora y de manga, el armador o la tecnología que incorporaba a bordo. De los hundidos frente a la costa de Cabo de Palos, relata, hay, principalmente, dos tipos de navíos: los destinados al transporte de personas, sobre todo emigrantes españoles e italianos que se dirigían a las Américas en busca de un mejor porvernir, y los barcos de carga que trasladaban desde carbón a locomotoras, contrabando de guerra o naranjas, mercancía esta última que ocupaba las bodegas del español 'Isla Gomera', apodado popularmente 'El naranjito' y hundido tras un corrimiento de la carga en la madrugada de un martes 13 de 1943.
Es el más reciente de los que recoge Bañón, que también habla del 'Baleares' (1938), el 'Monte Toro' (1937) y el 'Francolí' (1918), entre muchos otros. El libro cuenta con el prólogo del cronista oficial de Cartagena Luis Miguel Pérez Adán, para quien «un naufragio conmueve por su propia desventura y por las circunstancias que en él concurren y esto se produce debido a que forma parte de un momento puro en el tiempo, o mejor dicho, son cápsulas del tiempo». Cada barco bajo el agua, dice en la antesala de este libro, es «un museo sumergido», y se cree que, diseminados por el fondo del océano, se hallan en la actualidad «unos tres millones de navíos aún por localizar». Esta obra, dice, arroja luz con «rigor» sobre las circunstancias reales en las que se produjo cada naufragio, y sobre todo, las consecuencias que posteriormente tuvieron en las personas que lo sufrieron», expone Adán.
Las aguas de la costa cartagenera, relata Jorge Bañón en su libro, han sido testigo de numerosos naufragios desde la Antigüedad. La mayor parte de ellos, los producidos con anterioridad al siglo XIX, se corresponden con embarcaciones anónimas de las que se desconocen las circunstancias de su hundimiento y la suerte de su tripulación. A ellas dedica Bañón el capítulo 'Los naufragios olvidados por la Historia', en el que da cuenta del malogrado destino de embarcaciones fenicias y romanas desaparecidas en el entorno de Cabo de Palos, probablemente, apunta, sorprendidas por un repentino temporal. Prueba de ello son los yacimientos arqueológicos existentes «en Punta de Algas, Las Amoladeras, bajo de Dentro –entre el cabo de Palos y las islas Hormigas–, y El Pudrimel», testigos de «tragedias anónimas» derivadas del amplio tráfico marítimo y comercial que se desarrolló en la zona.
Pero también las aguas esconden historias de piratas, y una de ellas, la ocurrida en agosto de 1617 es la que Bañón refleja en su obra, enfrentando a navíos argelinos con las tropas españolas. El balance, reseña, fue desastroso para los soldados nacionales.
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